Ver amanecer todos los días del año sobre una bici

Tras pasar Palacios de Campos y coronar las empinadas cuestas del teso del Moclín, cada día su llegada a primera hora de la mañana a la Calle Mayor riosecana está precedida del tintineo de un pequeño ingenio a modo de sonajero que Juanma se inventó para no asustar a los peregrinos en el Camino de Santiago. En la Ciudad de los Almirantes tendrá tiempo de tomarse el café con abisinios en Cubero y hacer alguna compra antes de regresar a Montealegre. El veterano ciclista, que no puede hacer senderismo por la imposibilidad de cargar peso sobre su rodilla derecha, tiene claro que en bici llega «a sitios que, andando», no alcanza. «Y veo y contemplo cosas que, en coche, no puedo». Unos trayectos en los que no duda en pararse a tomar bellas fotografías del paisaje con el móvil.

El pasado mes de julio adquirió una bici con motor como ayuda para subir al Moclín y con la que ya ha hecho 1.500 kilómetros, pero que no llevará a Valladolid, donde utiliza la de siempre. Juanma aconseja llevar un buen equipo, con guantes, maillot y culote, haciendo hincapié en la importancia del casco, de llevarlo bien puesto, cubriendo la frente. En este sentido señala el golpe que tiene su casco al darse con un bordillo en una caída que tuvo.

Las idas y venidas de Juanma en bicicleta son quizás una continuación de una vida en la que nació en Madrid para desde muy pronto vivir en periodos de dos a cuatro años en Bilbao, Valladolid, Ocaña, Ávila y de nuevo Madrid. Tras sus estudios de maquinista naval en la Escuela Náutica de Bilbao, de 1968 a 1969 lo pasará en aguas de Sudáfrica en el pesquero congelador Santo Domingo, de pesca de arrastre, y en el transporte congelador Federico Barreras, en el que volvió a casa. «Era una práctica muy abrasiva, un crimen contra la naturaleza, solo se admitía la merluza y el rape y lo demás se devolvía muerto al mar, luego todo esto cambió».

Tras regresar a España trabajará de 1970 a 1980 como encargado de la sala de máquinas de la fábrica de Michelin en Lasarte, donde se iban a instalar las oficinas generales de la empresa francesa en España, pero que acabaron en Valladolid. Aquí, Juanma trabajó hasta su jubilación en la oficina técnica de ingeniería para recuperación y ahorro de energía. «Estuvimos tres años en el edificio de las Francesas mientras se construían las oficinas», evoca.

Montealegre irrumpió en su vida por medio de su esposa, Mercedes Membibre, profesora de educación de adultos, que tenía una alumna con familiares en este pueblo. «Cuando nos fuimos a vivir a Valladolid nos acercamos un día y nos gustó». Tras una primera casa, en el año 2000 la familia adquirió una más grande con magníficas vistas al valle. La afición a la bici ya la tenía en Lasarte cuando llevaba a su hijo por caminos alejados del tráfico. Luego la continuó en Valladolid con rutas a diario por el Canal de Castilla en su ramal del sur y de julio a octubre en Montealegre. «Solo dejo de salir si llueve». En total son más de 100.000 los kilómetros los que ha realizado sobre dos ruedas, habiendo hecho tres veces el Camino de Santiago y otras tantas el Canal de Castilla, del que le da pena «su estado de abandono» y en el que ve muchas posibilidades. Juanma anima a la práctica deportiva:«Hacer ejercicio es fundamental».