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Si algo caracteriza a Alejandro Panero, vecino de Fotihoyuelo, es que siempre lleva presente a su pueblo natal, de donde salió para llegar a ser ... un prestigioso y querido médico, con 40 años de profesión, por cuyas manos han pasado el golfista Severiano Ballesteros o el actual presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla.
Nació en Fontihoyuelo en 1951 y es hijo de dos alcaldes, Emilio Panero –obrero agrícola– y Magdalena Sánchez –ama de casa, que ocupó la Alcaldía durante 24 años–. A sus 71 años, Alejandro guarda «un sentimiento y unos recuerdos muy profundos de aquellos años difíciles de mi niñez y adolescencia, que me producen gran nostalgia al recordar que en casa no había juguetes en época de niño».
El actual alcalde de Fontihoyuelo, Jorge González, destaca que «siempre ha mantenido la relación con el pueblo, regresando en verano, en las fiestas o Navidad». Además, señala que cada vez que volvía «recorría todas las casas, en especial las de las personas mayores, para saber de su estado de salud, tomando la tensión o controlando el azúcar». De ahí que manifeste «el orgullo por tener al doctor Panero como ilustre vecino». Su familia era humilde, pero aun así logró dar estudios a su hijo en los Maristas de Valladolid. Fue entonces, con 13 años, «cuando mis padres me inculcaron el sentido de la responsabilidad, del esfuerzo, del estudio y del sacrificio, que hicieron que culminara con éxito, en el año 1977, mi carrera de Medicina en Valladolid».
En Melgar de Fernamental tuvo su primera consulta, a la que siguió Villadiego y Espinilla, capital de la comarca de Campoo, en la que estuvo 14 años antes de llegar a Marina de Cudeyo, localidad en la comarca de Trasmiera en la que, tras 16 años, se jubiló en 2017 como médico de familia. «Cuando llegué lo primero que hice fue pedir a mis compañeros el listado de vecinos inmovilizados del municipio y fui a visitarles uno por uno ante la sorpresa de muchos de ellos que no habían solicitado mi visita; y les dejé mi teléfono móvil por si me necesitaban, una costumbre que tengo con todos mis pacientes», relata.
Otra curiosidad es que nunca ha trabajó con cita previa. «Atendía a todo el mundo, algunos a las cinco o seis de tarde, así que salía siempre tarde de trabajar, y luego hacía alguna visita».
Quizás el mejor premio para esa meritoria trayectoria como médico fue el homenaje que a inicio del pasado mes de agosto recibió en Marina de Cudeyo, donde se ha puesto su nombre a un parque en un acto en el que el que su amigo y médico personal, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, expresó que «si de mí dependiese, en el Diccionario de la Real Academia Española en la palabra vocación pondría doctor Panero, y ahí está resumido todo». Además, Revilla señaló que «conocer a Panero es tener siempre a mano el consejo y la solución», por eso «no tiene precio un hombre como éste». Tampoco se olvidó Revilla de recordar su receta de 5 kilómetros al día. Respecto a ese honor de dar nombre a un parque, para Panero ha supuesto «un enorme honor, un orgullo profesional y también familiar. Yo vengo de familia humilde y esto es demasiado». Lo mejor de todo es que la idea ha partido de los pacientes, que presentaron al Ayuntamiento cientos de firmas pidiendo este reconocimiento, que el Consistorio, en sesión plenaria y por unanimidad aprobó la nominación del médico.
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Severiano Ballesteros, uno de los mejores golfistas de todos los tiempos, también fue su ilustre paciente, al que comenzó visitando casi a diario como médico titular de Pedreña, tras su operación cerebral, para vigilar su evolución e informar al equipo de neurocirujanos del Hospital de la Paz. «Era una persona sencilla, inteligente, con sentido del humor, a pesar de su proceso cerebral, que siempre tenía una respuesta chispeante y de una generosidad extrema». Se hicieron amigos y hasta le ofreció un instructor para enseñarles en el famoso Real Golf de Pedreña, «pero le dije que no, que era castellano, de Valladolid, y que nunca había tenido en mis manos un palo de golf, y me regaló uno de los primeros palos, que él utilizó en sus comienzos».
Por su tío Martín Panero, hermano gemelo de su padre, que llegó a ser miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Alejandro Panero también conoció a Camilo José Cela al pedirle que tanto él como su padre le enviaran datos de los pueblos de Castilla y León, porque estaba escribiendo su 'Viaje a la Alcarria'. El veterano médico recordó que, en agradecimiento, el escritor envió a su padre su 'Diccionario secreto'. Al abrir su madre el libro por la mitad y leer: «Los cojones del cura de Villalpando les llevan dos bueyes y van sudando» lo tiró en a la chimenea muy ofendida. «Este es un tío marrano e indecente, cómo se le ocurre decir esto del cura de Villalpando», dijo su progenitora.
Entonces su padre escribió a Cela una carta en la que le decía: «mi mujer, que es muy beata, dice que es usted un tío marrano e indecente y ha quemado el libro». A lo que el premio Nobel respondió: «querido amigo, las mujeres castellanas hacen bien en ser beatas y su mujer no iba a ser una excepción. Dé usted gracias a todos los dioses conocidos, de que le haya salido así, porque lo contrario hubiera sido mucho peor. A mí, que soy un patriota, me basta con que puteen las francesas, mientras las españolas siguen haciendo novenas a los santos para que los maridos sentemos cabeza». Desde entonces, siempre que cumplía años o le concedían alguno de sus numerosos premios, Alejandro le felicitaba y Cela le respondía de puño y letra muy agradecido.
La familia de Alejandro le ha pedido que escriba un libro con sus memorias para el que, de momento, ya tiene el título de 'Anécdotas de toda una vida de un médico de familia de 40 año de profesión'.
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