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El pasado 2 de septiembre nos dejó don Vicente Martín Alonso, sacerdote y párroco de Sardón de Duero, localidad donde recibió el adiós y el cariño de sus vecinos durante la misa funeral celebrada en la iglesia parroquial de San Juan Bautista.
Al sentimiento ... de sus feligreses y vecinos se unían sus compañeros de ministerio pastoral: el arzobispo de Valladolid, monseñor Luis Argüello: el cardenal arzobispo emérito, Ricardo Blázquez; así como sus hermanos presbíteros y diáconos y los fieles de la Archidiócesis de Valladolid, a la que sirvió como sacerdote.
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Don Vicente, natural de la localidad de Rábano -comarca de Peñafiel-, en cuyo cementerio descansa, de sus 82 años de edad dedicó 42 a ejercer su sacerdocio junto a los vecinos de Sardón de Duero, dedicación cercana, fraternal y generosa que también brindó a los feligreses y vecinos de Santibáñez de Valcorba.
Antonio da Silva, párroco de Tudela de Duero, Herrera de Duero y Traspinedo, así como arcipreste del entorno de la capital vallisoletana, persona próxima a don Vicente, lo recuerda como «una persona cercana, siempre dispuesto a entablar conversación, de acercase a la gente, manifestando también su vocación y su fortaleza en el ministerio sacerdotal, empeñado también en desarrollar con alegría y eficiencia su labor y ministerio sacerdotal en la parroquia encomendada». Entrega y vocación que también dedicaba a las otras dos comunidades en las que desarrollaba el sacerdocio y a las que estaba encomendado: Santibáñez de Valcorba y Abadía de Retuerta.
Asimismo, su implicación con el compromiso adquirido, fiel a su convicciones y vocación religiosa, don Vicente «participaba plenamente de las reuniones del arciprestazgo, siguiendo la formación permanente, siempre presente y también motivado y animándonos mutuamente».
«Su ejercicio del ministerio sacerdotal intentaba hacerlo de la mejor manera posible. Muchas veces hemos compartido pensamientos, inquietudes», señala Da Silva, quien también destaca del perfil humano y sacerdotal de don Vicente «la fraternidad, siempre con un espíritu acogedor. Era su formara de ser. Siempre se manifestaba como una persona tranquila y responsable en su ministerio pastoral».
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Espíritu fraternal, comprometido, y de concordia con sus compañeros y también con sus parroquianos, «siempre dispuesto, animando y motivando a la gente para que participara, también con alegría en la comunidad parroquial», recuerda Da Silva, que destaca, en este sentido, la intervención de una vecina de Sardón durante la misa funeral dedicándole unas palabras entrañables al párroco fallecido.
En el municipio, donde residía en la Plaza Mayor, lo recuerdan como una «persona buenísima», alguien que formará parte de la vida de varias generaciones, pues ha compartido los momentos más importantes y señalados de muchas familias, momentos felices como son los bautizos, comuniones y bodas; y también acompañando y reconfortando en los trances más dolorosos y tristes. Tristes como es su partida. Descanse en Paz, don Vicente.
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