Desde hace 34 años pasaba dos tercios del año morando en Íscar y el tercero en la vecina Pedrajas de San Esteban. Localidades en las que viven sus tres hijos, a razón de una semana donde Inés, su primogénita, otra donde Santos, el único varón, ... ambos residentes de la villa carpintera; y la otra donde María Luisa, la benjamina, residente en la villa piñonera. Periodos que de forma matemática solo se han alterado en estos años cuando algunos veranos ha ido de vacaciones gracias a la Fundación ONCE y durante la pandemia. Cirilo Sanz Sanz cumplía este caluroso 9 de julio la nada despreciable cifra de 104 años, celebrándolos junto a los suyos con una comida familiar, con tarta, velas y el consabido canto del «Cumpleaños feliz». Y a media tarde tomando una copa de 'Dyc 8' en el kiosko-bar de la ermita de Sace.
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Aunque no es iscariense de cuna, se considera orgulloso de ser uno más, pues no en vano en la villa carpintera ha sido donde ha pasado más de media vida desde que decidiera trasladarse de Torre de Peñafiel junto a su esposa, Luisa Plaza San José, y sus cuatro hijos. Inés, la primogénita; Luis, fallecido en 1975 en un accidente laboral en los astilleros La Naval de Sestao (Vizcaya); Santos, empresario hostelero ya jubilado que durante años presidió la asociación local de dicho gremio, y María Luisa, copropietaria de una empresa de elaboración y comercialización de biomasa en la vecina Pedrajas de San Esteban.
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Tres hijos ejemplares, como él los define, al igual que sus cónyuges, que siempre le han brindado un trato exquisito y él siempre ha tratado de corresponder. De esos enlaces nacieron seis maravillosos nietos, Inés, Juan José, Fernando, Miguel, Eva y María Jesús, y de estos a su vez nueve bisnietos, Miriam, Fátima, Daniel, Mateo, Jaime, Alexia, Carlos, Manuela y Fiorela, esta última nacida el pasado 24 de junio. Bisnietos, algunos de ellos que ya despuntan en el apartado deportivo, como es el caso de Miriam y los mellizos Daniel y Mateo, que practican la pelota.
Celebración familiar al completo, que no por repetitiva desde que alcanzara la centuria, todos esperan con anhelo cada año. Y no es para menos, porque el de Cirilo Sanz Sanz en un hecho insólito en la villa carpintera ya que hasta ahora llegar a sumar 100 o más años de edad solo lo han protagonizado algunas mujeres, lo que le convierte por derecho propio y con todas las de la ley en ser el primer 'Abuelo de Íscar', con letras mayúsculas. Encabeza la vigente nómina de centenarios formada por Lourdes Herrero Martin, que en febrero cumplió 101 años, y Teófila Hernansanz Velasco y Marcelina Hernanz Rodríguez, que a primeros de marzo y abril respectivamente cumplieron 100 años.
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Lamentando como en este último año se hayan ido para siempre otros que figuraban en dicha lista y con los que a lo largo de su dilatada vida ha mantenido una buena relación personal. Pero por el contrario agradece a Dios, no en vano es un ferviente católico practicante que gusta de escuchar misa todos los días a través de la radio y los domingos seguirla por televisión, le ha dado la oportunidad de ver y disfrutar del nacimiento de la por ahora última bisnieta y el bautizo de otra de ellas.
104 años, una cifra llena de connotaciones de todo tipo, sobre todo después de los dos años en los que la pandemia, además de llevarse por delante a muchas personas mayores, la situación creada no le permitió llevar esa vida normal que él disfrutaba. Pese a su limitación en la visión, en la que no faltaban los vinos al mediodía y por la tarde, el café tras la comida, así como largos paseos y animadas conversaciones de todo tipo. Costumbres que aunque ha recuperado, reconoce ya no son lo mismo, «primero porque aunque me encuentro bien y me valgo por mí mismo, salvo la ducha que me tienen que ayudad ya el aseo diario y afeitado todavía puedo, me visto solo, sigo comiendo de todo y controlo mi medicación, soy consciente que ya voy flojeando algo, y segundo porque muchos de esos con los que me juntaba, o bien ya no salen o han fallecido, lo que me obliga a arrimarme a gente más joven, que aunque me recibe como a uno más, aunque ya sabes…».
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Cirilo, que fue el menor de los cinco hijos que tuvieron Emeterio Sanz y Eustaquia Sanz, fijo su residencia en Íscar el 11 de noviembre de 1968 tras conseguir un contrato de trabajo en la hoy día cerrada fábrica de piensos compuestos Mubers, propiedad de la familia Muñoz y donde desarrolló su etapa laboral hasta que fue jubilado, unos años antes de cumplir la edad reglamentaria por un problema de reducción de la capacidad visual, como consecuencia de una ulceración en ambos ojos mientras desarrollaba de joven tareas agrícolas con abono químico en su pueblo natal.
Viudo desde 1989, residiendo caballo entre Íscar y Pedrajas de San Esteban, lo que le permite no perder el contacto directos con los suyos y razón por la que tiene armario en la casa de cada uno de sus hijos, y así no tener que hacer y deshacer la maleta, ha sabido ganarse el aprecio y amistad de los vecinos de ambas localidades en cuyos hogares de jubilados ha recibido años atrás sendos homenajes de reconocimiento.
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