Un espejismo –la ilusión de cuatro gotas– fue la tormenta del miércoles por la tarde. Insuficiente aún para augurar una temporada de níscalos decente, una campaña que contente a los aficionados a la micología después del desastre del año pasado (el peor otoño de ... setas desde finales de los años 80). Los pinares vallisoletanos afrontan el otoño con las vista puesta en el cielo, pues de la llegada (o no) de precipitaciones depende que este sea un año de cestas y capazos llenos de setas.
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«Tiene que llover y tiene que llover bien, a partir de los diez o quince litros acumulados», comenta Montserrat Ganado, técnico de la fundación Cesefor en la Diputación. Las percepciones de los guardas, los agentes forestales y los aficionados a la micología dicen que este puede ser un año «normal». Ni bueno ni extraordinario. «Normal». Pero para eso es necesario que llueva durante las próximas semanas. Y la previsión meteorológica, desgraciadamente, no da lluvias. Por lo menos, hasta bien entrado el mes de octubre.
Hasta la tormenta del miércoles, Valladolid llevaba tres semanas sin que hubiera caído una gota. «En realidad, en Valladolid dejó de llover en junio. En julio hubo alguna tormenta aislada, pero en agosto no cayó nada y en las primeras semanas de septiembre lo hizo de forma muy irregular», explica Jesús Gordaliza, jefe de Predicción de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), quien apunta a que la ausencia de precipitaciones se prolongará durante las próximas semanas. «Para esas fechas trabajamos todavía con previsiones a largo plazo... y esta época, el cambio de estación del verano al otoño, es la más inestable del año, con cambios casi de un día para otro. Pero los modelos dicen que no va a llover».
Sí que habrá un cambio drástico de las temperaturas a partir del próximo martes. De un escenario puramente veraniego (con máximas en torno a los treinta grados), desde el 2 de octubre Valladolid ingresará en unas jornadas con valores por debajo de lo habitual. Los termómetros apenas superarán los 20 grados en alguna jornada y las mínimas bajarán de los 10 grados –7 grados algunos días–. Eso, unido a vientos del norte y nordeste.Pero sin lluvia, precisa Gordaliza.
Mala noticia para los seteros. Aurelio García, presidente de la Asociación Vallisoletana de Micología, uno de los mayores expertos del sector en todo el país, confía en que la situación remonte y la lluvia llegue, aunque sea a mediados de octubre. «Todavía hay tiempo». Sobre todo, porque ya se están acostumbrando a que la temporada de otoño llegue con retraso. «Hace unos años, era tradicional que lloviera la segunda quincena de septiembre. De hecho, se adelantó la fecha de las fiestas de Valladolid porque solía llover en San Mateo. Llegaban las últimas semanas de septiembre y plas, lluvia al canto», dice García. Durante los últimos años, cuando ha llegado, lo ha hecho a mediados de octubre.
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El riesgo de que lo haga de forma tan tardía es que se adelanten las temperaturas bajas y las heladas tempranas de noviembre lastren la campaña. «La combinación perfecta es humedad ambiental y temperaturas suaves», indica Ganado, quien recuerda que el micelio, la parte vegetativa del hongo, tarda unos quince días en responder a la llegada de las lluvias. «No es que llueva y salgan las setas al momento. Se necesitan en torno a dos semanas», indica Ganado. Y el problema de que se retrasen las lluvias es que el calendario ya esté metido en temperaturas bajas. Aunque lo vive con «incertidumbre», el sector confía. Sobre todo para olvidarse de un «nefasto»2017.
La extrema sequía registrada el año pasado (con déficit de lluvias desde febrero) arruinó la campaña. Sobre todo en Valladolid, donde los grandes corros de setas (sobre todo níscalos) se dan en tierras de pinares, terrenos arenosos que drenan con gran facilidad, lo que hace más difícil que se retenga la humedad. Si llueve poco y hay altas temperaturas, «el calor lo abrasa todo».
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Es lo que ocurrió el año pasado. Con tan poca seta en los campos y montes, el sector apenas pudo rentabilizar la riqueza micológica de la provincia. Cesefor, la entidad que junto a los ayuntamientos y la Diputación se encarga de la gestión de los permisos obligatorios para la recogida de setas (en 62 zonas de los 29 términos municipales que se encuentran regulados)tramitó el año pasado tan solo 266 permisos. Una cifra casi testimonial, si se tienen en cuenta las 10.827 licencias otorgadas en 2013 o las 10.059 de 2014. Fueron los mejores años. En 2015 cayó a 7.772 y un año después a 3.581. Pero nunca nada parecido a los 266 del otoño pasado.
Esto hizo que apenas se recaudaran 1.200 euros por la emisión de las licencias, frente a los 3.755 euros de la campaña anterior o los 13.803,55 euros de la de 2015. Cifras ya liquidadas en la zona 'Torozos, Mayorga y Pinares de Valladolid'. Los ayuntamientos implicados (como entidades propietarias) acordaron destinar los beneficios a contrataciones de personal (guardas micológicos y personal técnico), la edición de guías micológicas, la señalización de los montes, la gestión de la web de expedición de permisos y de la aplicación para dispositivos móviles, y acciones de promoción y divulgación del recurso micológico», explican desde la fundación Cesefor.
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