Julia y Daniela, beneficiarias de la beca en los cursos anteriores. rodrigo jiménez

Un programa solidario busca padrinos para financiar becas de estudios a jóvenes llegados a Valladolid

Julia y Daniela son dos de las jóvenes que han conseguido continuar su formación gracias a las ayudas que ofrece Red Íncola

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 4 de julio 2021, 08:46

A Julia Estacio (Brasil, 2003) le encanta 'CSI'. No hay forma de que en su casa se cambie de canal cuando comienza una serie policiaca, de forenses, en las que la investigación desemboca en la mesa de autopsias. «Mi madre dice que si estoy ... bien de la cabeza, que cómo me puede gustar eso, que si no me da un poco de asco. Y no. No. Yo lo tengo muy claro».

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Quiere estudiar Criminología. «Me interesa sobre todo la parte forense. Ese es mi objetivo», remacha. Uno de los sueños con los que, hace seis años, llegó a Valladolid. En su camino para conseguirlo se ha encontrado con Red Íncola, entidad que, a través de sus becas de estudios, ha contribuido para que Julia remate Secundaria (en el instituto Ribera de Castilla) y comience un grado medio de operaciones de laboratorio. «Luego me gustaría hacer el superior, de control de calidad». Y de ahí, si la cosa se da bien, saltar a la Universidad.

Ella es una de las jóvenes que han ahondado en su formación gracias a la ayuda económica (en forma de beca, con 600 euros) que concede Red Íncola (este curso, 46 alumnos) a jóvenes que proceden de familias que atraviesan estrecheces económicas. El dinero sirve para comprar libros, material escolar, pagar matrículas si el centro es concertado, las excursiones, extraescolares... A cambio, la entidad hace un seguimiento académico y ayuda con refuerzo escolar si es necesario. Para alimentar estas becas, Red Íncola busca «padrinos»: particulares y empresas que, con sus aportaciones, contribuyan a llenar la hucha y apoyar la educación de jóvenes como Julia.

«Cuando llegué, no sabía nada de español», cuenta. Su primer día, en primero de Secundaria, fue «muy difícil». «Me tocó clase de Tecnología. El profesor dijo: 'Vamos a leer un artículo y luego tenemos que hacer un resumen'. Y yo pensé: 'Ay, madre'. Primero empezó él a leer, tan rápido que no me enteré de nada. Y luego nos pidió que contáramos en alto lo que habíamos escrito. De toda la clase, me tocó la primera». De aquella experiencia, Julia salió convencida de la importancia de aprender pronto el idioma y de estar bien preparada para poder ofrecer respuestas.

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«Para el estudio soy un poco tiquismiquis. Muy organizada. Si miras mis apuntes, están llenos de 'post it' y subrayados». El amarillo para las palabras clave. El rosa, para los títulos. Las definiciones van en naranja, los párrafos importantes en azul. ¿Y en verde? «No, el verde no lo uso, no me gusta mucho», dice, con un futuro resaltado en fosforito en el que destaca la palabra Criminología.

Un porvenir era lo que buscó su familia al salir de Brasil. «Vivíamos ne un pueblo muy pequeño en Belo Horizonte, a una hora de Río. Mi madre quería una vida mejor para mí y para mi hermano. Y nos vinimos a España, donde mi padre tenía familia», cuenta Julia. Su madre asiste a una persona mayor. El padre ha encadenado empleos «de cuidador, en la obra, pintando...».

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La beca ha sido clave en su hogar. «Es un dinero que no hay que restar de otras partes: el alquiler, la comida...», asegura Daniela Mahecha (Bogotá, Colombia, 1999), quien ha disfrutado de la beca los dos últimos cursos. «Yo me gradué de Bachillerato en Bogotá, en 2016, con 17 años recién cumplidos. Quería estudiar idiomas, lenguas modernas. Mis padres trabajaban como autónomos en Colombia y bueno, no pude acceder a la Universidad». Hizo una formación en gestión administrativa, consiguió prácticas en una empresa. Su familia vino a España y ella se quedó allí un año más, hasta marzo de 2019.

«Cuando llegué acá, mi mamá me dijo: 'Ay qué fea, si estás superdelgada'», bromea Daniela, quien después de convalidar su Bachillerato empezó el grado superior de guía, información y asistencias turísticas en el Gregorio Fernández. «La beca sirve para pagar la matrícula, los textos escolares, que son muy caros, el transporte... Además, Red Íncola nos ayuda por otras vías. Durante el confinamiento se me dañó el ordenador y me prestaron uno», cuenta, con la intención de continuar su formación con un curso de gestión de alojamientos turísticos.«Es verdad que la pandemia parece que afecta mucho al Turismo, pero también nos comentan que es un sector que se recupera de forma rápida y ha sobrevivido a otras crisis:a la gente le gusta viajar».

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Tanto Daniela como Julia devuelven a Red Íncola parte del apoyo recibido como voluntarias de la entidad.Julia colabora con el grupo de ocio, en el que jóvenes de varias nacionalidades comparten talleres, excursiones, formación en igualdad. Daniela ofrece clases de apoyo escolar –los miércoles– a niños de entre 6 y 10 años. «Es una forma de agradecer la beca recibida y de ayudar a otros niños que puedan estar en la situación por la que nosotras pasamos», aseguran. El programa de becas de Red Íncola comenzó hace diez años y ha contribuido a que más del 80%de alumnos aprueben sus cursos.

Cómo colaborar

La beca escolar de Red Íncola es una ayuda económica de 600 euros a cada familia, para hacer frente a los gastos educativos durante el año. Además, cada beneficiario recibe apoyo escolar y un seguimiento de su rendimiento.

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Beneficiarios. Medio centenar de familias cada curso.

uDonaciones. Particulares y empresas pueden hacer donaciones para alimentar el fondo de las becas y ejercer como 'padrinos educativos'. Las cuentas para transferencia son:

Unicaja: ES30 2103 4300 7400 3344 4299.

Banco Santander: ES92 0049 5450 0229 1627 1781.

La Caixa: ES18 2100 3628 4122 0002 6134.

Bizum:Código 00629.

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