«El maltrato animal forma parte de una especie de sadismo difícil de encuadrar, aunque visto lo visto en España hay quienes disfrutan haciendo sufrir a los demás, ya sea con esta 'fiesta', con la política o a nivel doméstico en la familia». «Qué ... carrera hay que estudiar para hacer esto? Esta villa vallisoletana es la España profunda, analfabeta. Que salgan de vez en cuando del pueblo». Mensajes como éstos, emitidos en las redes sociales el 13 de septiembre de 2016 sirvieron para construir el «estigma emocional» por el que se logró convertir a Tordesillas y su torneo del Toro de la Vega en el epicentro de la España profunda, violenta y atávica.
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Un estudio realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Pontificia Comillas (Comillas ICADE) que publica la prestigiosa revista científica 'Journal of Consumer Research', concluye que estos mensajes y otros miles en las redes sociales contribuyeron a la deslegitimación y la posterior prohibición del festejo que este año se hubiera celebrado este 15 de septiembre, pero que se ha suspendido por la situación sanitaria que se vive.
En el estudio se analizaron más de 6.000 mensajes, «uno a uno, a mano», insiste Carmen Valor, una de las autoras, entre 2014 y 2016. Su conclusión es que «los activistas en contra de esta fiesta «crearon un estigma emocional contra los seguidores, construyéndolos como psicópatas, sádicos o animales». Una imagen que «se extendió a todos los habitantes de Tordesillas, lo que socavó los pilares morales que sostenían esta tradición», esta profesora de Comillas ICADE.
Más allá de los objetivos de los partidos de defensa animal, los analistas no detectaron en este proceso troles (alborotadores digitales desconocidos), ni 'hackers' (piratas), sino gente «sin una estrategia concreta que supo alimentarse de los comentarios del otro». Entre todos fueron creando «un efecto rodillo al que apenas se pudo responder desde el otro lado».
El actual alcalde de la Villa del Tratado y en aquel tiempo concejal, Miguel Ángel Oliveira (PP), recuerda aquellos «ataques brutales que bloquearon nuestras redes municipales e hicieron parecer que todos pensábamos de la misma forma».
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El resultado fue que el Toro de la Vega pasó de ser una tradición a proteger a «una práctica indeseable: una vez se había erosionado la legitimidad del Toro de la Vega la prohibición del torneo fue sencilla». De hecho, en 2015, año intermedio de esta campaña, la Junta de Castilla y León cambió el Reglamento de Festejos Taurinos y prohibió la muerte del morlaco a campo abierto en las vegas de las riberas del Duero.
El estudio documenta la fabricación del discurso para hacer una construcción emocional creíble. Apoyado con mensajes de personales públicos, lo que otorgó a los activistas mucha más visibilidad. Todo ello «neutralizó a los defensores», según Carmen Valor. «La defensa no logró articular un ataque. cualquier argumento de defensa (ingresos económicos, la pervivencia del toro de lidia...) «les arrinconaba aún más».
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Así, Tordesillas se convirtió en un foco de conflicto que atraía a miles de personas y las cámaras de la prensa nacional e internacional cada tercer martes de septiembre. El último paso antes de la prohibición de la muerte del animal desde 2015. «Las tradiciones desaparecen porque pierden el anclaje cultural y porque se estigmatiza a quienes sostienen esa tradición», insisten los investigadores.
El pueblo de Tordesillas se convirtió en un escenario polarizado cuyos vecinos vivieron en estos años lo que los analistas sociales llaman profecía autocumplida: ante la avalancha de estigmas se impone la ley del silencio y el rechazo a los mensajes del exterior, lo que refuerza a quienes los emiten.
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La Universidad de Comillas ICADE utilizó el caso del Toro de la Vega para estudiar el uso del discurso emocional para minar la legitimidad de las prácticas de los consumidores. «El trabajo arroja luz sobre las emociones y se ofrecen evidencias de los mecanismos socioculturales con los que se crean estereotipos», concluyen los investigadores.
También muestra el enorme poder de los llamados 'medios cocreados'. «Antes la prensa era el cuarto poder. Quizá los comentaristas son ahora el quinto poder. Desde luego, lo fueron en este caso», sentencia Valor. Por eso, reclama como una de las conclusiones la necesidad de «ser críticos incluso con nuestro propio discurso, porque los lenguajes de odio se acaban enquistando».
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Esta experta recuerda que las redes sociales también han tenido un papel deslegitimador en casos como el diésel o el tabaco, aunque en ellos no se llegó a estigmatizar al conjunto de fumadores o de conductores de coches de gasoil. «Lo que sugiere el caso del Todo de la Vega es que estigmatizar a los defensores de una práctica puede facilitar la posterior prohibición». Una enseñanza que «habría que llevar a las escuelas para enseñárselas a los alumnos. Crearíamos filtros y árbitros para dar más serenidad a los debates públicos», propone Carmen Valor.
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