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Su pelaje es más oscuro que el de la rata de alcantarilla y su tamaño, al igual que su peso, también son menores. Pero ... su característica principal, como es su facilidad para trepar a los árboles en busca de semillas, hace que sean más visibles cuando se produce una sobrepoblación en su hábitat natural de parques y jardines de la capital. Y eso es lo que ha ocurrido una vez más en un picón de césped, árboles y arbustos situado en el corredor peatonal de la calle Hernando de Acuña, junto al parque del Reloj, en la parte posterior del hotel Tryp Sofía, donde la brigada municipal de Zoonosis acaba de colocar cebos con biocidas para intentar acabar con la rata negra o rata trepadora ('rattus rattus'), una especie habitual de este paraje que resurge de manera periódica.
El parterre en cuestión permanecerá acordonado durante las próximas semanas y luce carteles advirtiendo de la presencia de 'biocidas anticoagulantes', un raticida con un olor y un sabor que atrae a los roedores y que causan su muerte de manera retardada tras su ingesta que se coloca en cajas portacebos entre los arbustos. Su consumo puede ser tóxico para humanos y mascotas. Y de ahí las advertencias expresas.
«Hemos actuado en numerosas ocasiones en ese jardín cuando se detecta una presencia llamativa de ratas y durante los próximos quince días realizaremos controles periódicos –el último se hizo este miércoles– para controlar el consumo del cebo y reponerlo en su caso», explican desde el Servicio de Salud Pública antes de ahondar en que la presencia de las ratas trepadoras, cuyo peso oscila entre los 150 y 250 gramos y que miden entre 16 y 22 centímetros de largo, es relativamente común en áreas verdes de la capital. «En la actualidad solo tenemos cebos en este parque y los que se mantienen en las riberas del Esgueva, donde hay en torno a quince cebaderos, pero se actúa siempre a requerimiento de los vecinos o cuando se observa su presencia».
El Ayuntamiento ha probado en los últimos años distintos métodos para controlar la sobrepoblación de ratas negras y de alcantarilla, como un singular cebo acoplado a una papelera, al que en teoría solo podían acceder los roedores. «Se probó este sistema y no dio los resultados esperados», reconocen fuentes del Servicio municipal de Salud Pública antes de aclarar que en la actualidad están estudiando nuevos mecanismos, como una suerte de dispositivo electrónico para exterminar a las ratas. «Son sistemas caros y hay que evaluar sus resultados antes de adoptarlos», aclaran las fuentes consultadas.
La brigada de Zoonosis, en paralelo, realiza controles periódicos de la hermana mayor de la rata negra, como es la rata de alcantarilla ('rattus norvegicus'), que puede pesar medio kilo y medir hasta 27 centímetros, cuyo hábitat natural son las redes subterráneas de saneamiento. «Hemos concluido recientemente una tratamiento de desratización de todos los colectores de la vía pública para controlar la población de este roedor», explican las fuentes consultadas antes de recordar que las ratas salen habitualmente a la superficie cuando ven «comida fácil».
¿De dónde sale esa comida? Pues los especialistas municipales concretan que en numerosas ocasiones se generan este tipo de plagas de ratas «cuando se echa comida a los patos, como ocurre en el entorno del Esgueva, o a las colonias incontroladas de gatos». Las ratas, añaden, «salen cuando ven esos restos de comida y en esas condiciones se reproducen aún con una mayor rapidez».
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