Portillo reivindica sus raíces agrícolas y artesanas con 26 puestos en la feria del ajo

Alfarería, embutidos, licores, quesos, cerveza, aceites, las archiconocidas pastas de Portillo y sus afamados ajos completaron la oferta de un total de 26 puestos (veinte de negocios locales) de exposición y venta situados en la plaza de Pimentel. El alcalde de la localidad, Juan Ignacio Álvarez, se mostraba satisfecho de la proyección que alcanza esta consolidada feria (que espera atraer este año a unas cinco mil personas) y calificaba a Portillo como «pueblo artesano referente en la provincia de Valladolid».

El castillo de la localidad conforma cada año el escenario perfecto para la realización de diversos talleres demostrativos, como el enhorcado de ajos, el baño de mantecados o el encaje de bolillos, actividades que tratan de mantenerse vivas en una época donde el relevo generacional amenaza con la extinción de estos oficios. «Hace falta un mayor conocimiento y más educación sobre la artesanía. Las formas y los productos cambian conforme a la demanda de los nuevos tiempos. En este mundo es muy importante la vocación, por eso mi lema es: ama tu oficio y envejece en él», afirmaba Juan Laguna, artesano local de tercera generación con más de 40 años de experiencia en la alfarería en su negocio familiar Portillo Alfar. Actualmente exportan piezas a Australia y esta cita anual supone para ellos uno de los escaparates más importantes del año en cuanto a cifras de ventas. «El balance es bastante positivo y la gente se anima a comprar, pero no hay que llevarse a engaño, esta es una profesión que no da dinero», apostillaba Laguna desde su vistoso puesto. La relevancia de este sector en la localidad se traduce en nueve talleres más repartidos en el municipio, que llevaron a catalogar Portillo como zona artesanal por parte de la Junta de Castilla y León.

El ajo, otro de los productos ligados a la zona, tiene su especial protagonismo con tres puestos de exposición y venta en una concurrida plaza de Pimentel. Más de 160 años de experiencia en el sector, cuarta generación de productores y cinco trabajadores que componen Ajos Justo Fernández, dan buena cuenta de que la experiencia es un grado y el afán por modernizarse y mejorar se traducen en la calidad final de su producto. La venta de más de 2.000 kilos de ajo durante los dos días que conforman esta feria son aval de que este alimento encuentra en los terrenos de Portillo el escenario perfecto para el negocio del ajo.

«La producción se mantiene como en años anteriores, aunque la cosecha se ha retrasado unos diez días debido a la meteorología», señalaba José Fernández, uno de los miembros de este negocio familiar. El balance que hacen en esta feria es muy positivo, pero se lamentan de la competencia de producto extranjero que daña las ventas a lo largo del año. «El ajo chino es el principal competidor que tenemos en cuanto a los precios, pero la calidad, el sabor y el resultado final no es comparable», aclaraba Fernández.

Continuando con una feria que venera las tradiciones, durante la tarde (con más afluencia de público que el año anterior) se produjo la actuación del grupo de bailes regionales local, en la que once niñas de entre 7 y 14 años bailaron danzas y jotas en la plaza de Pimentel, el mismo lugar que sirvió de escenario para la actuación del cuarteto de jazz vallisoletano Cream Quartet, que puso la nota musical a un idílico entorno a los pies del castillo.