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Tiene la ribera del Pisuerga un tramo que remite al Valladolid decimonónico, al despertar de un pasado industrial que tuvo su reflejo en el puente Colgante, inaugurado el 20 de abril de 1865 bajo el mandato de Isabel II. Fue la primera estructura de arco ... tirante del país, forjada en los talleres John Henderson Porter, de Birmingham. Este puente, el segundo más antiguo de la ciudad tras el Mayor, ejerce una suerte de fascinación en Jesús Ezequiel (Valladolid, 1969).
Ejecutó esta composición en acrílico en uno de los muchos concursos a los que concurre. «Me dedico por entero a pintar, doy clases y me presento a competiciones de pintura rápida –44 el año pasado–; resulta complicado vivir de esto», reconoce. En ese empeño sigue desde que en 2013 decidió alejarse del diseño gráfico y el dibujo publicitario, hasta entonces su dedicación profesional. Entonces, apostó de lleno por entregarse al pincel. Vendiendo sus cuadros, impartiendo clases en academias y centros cívicos, peregrinando por concursos de pintura rápida por pueblos y ciudades de medio país.
«Reniego de la idea de ser reconocible. El artista tiene que decir algo en cada obra, no hay que forzar el estilo. Intengo que cada cuadro sea diferente al anterior, investigar, explorar, avanzar...», defiende Jesús Ezequiel. Especialista en dibujo publicitario y diseño gráfico y profesor de pintura en talleres, ha participado en medio centenar de exposiciones individuales y colectivas y cuenta con varios premios de pintura rápida, entre ellos el de San Pedro Regalado y los de ciudades como León y Santander.
«La escena del cuadro guarda para mí un gran simbolismo, pues justo a los pies del puente se asentaba la Casa de Artes Gráficas donde acudía a clase y sobre la que después se levantó el edificio de la Federación Regional de Municipios de Castilla y León que aparece junto al puente», esgrime. Tomó como referencia ese entorno cambiante, que en el cuadro, apunta, «no se sabe si está en construcción o destrucción».
1.
Ha jugado Jesús Ezequiel con la idea del antagonismo entre el puente del siglo XIX y el edificio levantado a sus pies en el siglo XXI. «Me gusta esa estampa, ese juego de siglos que para mí tiene un gran simbolismo porque el edificio de la izquierda era una nave que albergaba la Casa de las Artes Gráficas donde estudié», alega.
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Concebida a medio camino entre la abstracción y lo figurativo, la escena evoca «un aire impresionista», en palabras de Ezequiel, conseguida con pinceladas verticales y cruzadas a fin de lograr una expresión «más gestual».
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Buena parte de su obra la pinta Ezequiel en concursos de pintura rápida, lo que le lleva a decantarse por la pintura acrílica, de secado más rápido que el óleo, incorporando también texturas y volúmenes para resaltar y crear contraste.
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En el cauce del río concentra la abstracción el artista, logrando una variedad de efectos con el empleo del pincel y la espátula. «En las zonas de verde doy pinceladas más cortas –afirma–, y en la del agua son más largas, jugando con la verticalidad y una amplia gama de colores».
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