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La gota que ha colmado el vaso –y ya estaba más que lleno– ha sido una silla. Una silla en el centro de la fuente, junto a la escultura de las sirenas (de 1996), en la plaza de Martí y Monsó, y que ... permaneció allí durante más de 24 horas (entre el domingo y el lunes pasado). Ha sido la última muesca de una lista de agravios que la escultora de la obra, Concha Gay, acumula desde hace meses.
El 4 de enero, presentó en el registro municipal un escrito en el que reclama la limpieza y restauración de una obra que ha sido víctima del vandalismo. Alguien ha pintado con tinta negra los labios, los ojos, las pestañas de las figuras. «Han colocado también un pegote de silicona en la fuente, hay grafitis, una fisura en el cuello en la figura de la derecha, la hostelería de la zona coloca allí las estufas, las sillas, las mesas amontonadas durante la noche sin guardar la distancia necesaria para el respeto de la obra», dice Gay, quien en su escrito al Consistorio apela a la Ley de Propiedad Intelectual, que vela por el «respeto e integridad de la obra», para que se impida «cualquier deformación, modificación, alteración o atentado contra ella que suponga perjuicio a sus legítimos intereses o menoscabo a su reputación».
De esto, dice la escultora, hace ya cinco meses. «No solo no se ha subsanado, sino que ni siquiera he recibido respuesta». Y esta situación, asegura, se da por desgracia en otras piezas del catálogo escultórico público de la ciudad. Hay una firma en grafiti sobre el pecho de 'María Pía', la escultura de una niña que Ana María García Cavero esculpió (1998) para la plaza de San Juan. En la 'Escultura a la amistad' (1998), que Faustino Aizkorbe ideó para la calle Héroes de Alcántara, hay una mancha de pintura, seguramente de la rozadura de una furgoneta de reparto que pasó por la zona.
«Es un despropósito el estado en el que están muchas de ellas y supone un grave perjuicio para una ciudad que tiene un gran talento entre sus artistas y que se promociona al exterior, a los turistas, con la cultura y su historia. Las obras de arte en la calle forman parte de ese patrimonio y debe ser protegido y cuidado. Supone una falta de atención que la autora haya alertado en enero del estado en el que se encuentra la fuente de las Sirenas y que desde entonces no se haya hecho nada», comenta Gloria Reguero, secretaria de la Asociación de Artistas Visuales Agrupados.
El colectivo critica que este «atentado a la creación» no venga solo del vandalismo, sino también de la falta de mantenimiento. «Por ejemplo, en el monumento a los héroes de Alcántara (Mariano Benlliure, 1931), se acumulan hojas y hierbas en la zona verjada interior, sin que se retiren», asegura. O la pérdida de piezas en mosaico de la calle Mirabel. «Esta falta de atención es un desprestigio para la ciudad», indica Gay.
La 'Niña leyendo', obra de Belén González en la plaza de las Batallas (año 2002), tiene varias pintadas de color amarillo en los labios, el vestido, sobre el libro (donde además se acumulan barro y hojas secas). «Me produce más pena los daños en las esculturas de los demás que en las mías propias. Por ejemplo, cuando veo que hay pintadas en la estatua de la niña de San Juan. A veces hago fotos y las publico en mi Instagram como forma de protesta. No entiendo qué necesidad puede tener nadie de agredir cualquier tipo de objeto, ni este ni ningún otro. Y estoy en contra de las pintadas, tanto de las que se hacen en las esculturas (habría que determinar además si todas son arte), como en el mobiliario o la pared de un local. El vandalismo es, sin duda, falta de educación». González, en todo caso, recuerda que «no es difícil» eliminarlas y que «no tiene peligro si se hace bien, si se usan los productos adecuados».
José Luis Cano de Gardoqui García, profesor del departamento de historia del Arte en la Universidad de Valladolid, explica que cuando escribió su libro 'La escultura pública en la ciudad de Valladolid (1835-1999), analizó cerca de 70 piezas. «Salvo excepciones –las esculturas infantiles de los jardines de Poniente o el Monumento al Fútbol, de Criado– su mantenimiento era bueno en general. En la actualidad, contamos, al menos con cuarenta o cincuenta piezas más. Pero lo más importante (aparte del mantenimiento habitual frente a deterioros, roturas, pérdidas, pintadas...) sería una adecuada labor de documentación que, no solo suponga un completo inventariado y catalogado de los ejemplos escultóricos existentes, sino también el análisis razonado, en aras de la conservación y comprensión, de sus aspectos formales, materiales, temáticos, de sus diversos emplazamientos urbanos, de los comportamientos sociales y motivaciones que informan y jalonan su proceso proyectual y constructivo: la convocatoria, financiación, inauguración». «Esa documentación –añade– constituye el punto de partida de toda acción de conservación, comprensión y asimilación de las piezas».
Cano de Gardoqui –que apunta al monumento al poeta Núñez de Arce (1932), del escultor segoviano Emiliano Barral, como una de sus piezas preferidas– destaca la «innegable importancia adquirida» por todas estas expresiones creativas. «Al margen de su mayor o menor calidad y valor estético, de su más o menos óptima adecuación en sus emplazamientos al entorno, siempre juegan un destacado papel artístico, cultural, turístico y especialmente patrimonial en su sentido público para nuestra ciudad», asegura el profesor, quien destaca la evolución que estas manifestaciones han vivido a lo largo del tiempo.
Así, habría que pensar primero en los «presupuestos decimonónicos del monumento conmemorativo, que llega a buena parte del siglo XX», con propuestas como las esculturas de Cervantes (1877), Colón (1905), el conde Ansúrez (1903), Zorrilla (1900), Héroes de Alcántara (1931). Estos ejemplos están «dotados de un alto grado didáctico, ejemplarizante de todo cuanto pudiera ser estimado digno de recuerdo respecto al propio acervo cultural de la ciudad: hechos históricos, literarios, artísticos, científicos, militare... Y tratados mediante una plástica figurativa tradicional».
Desde ahí, se ha seguido un camino hasta «la actual caída en desuso de esta idea de monumento, a favor del concepto de escultura pública, en la que, además de la denominada pérdida del pedestal, de una aproximación inédita al ciudadano y de un significado conmemorativo no tan claro como antes –más bien decantado hacia lo decorativo–, las piezas escultóricas muestran el cultivo de una plástica contemporánea, donde las formas se vuelven sobre sí mismas y los significados no residen en la realidad representada, sino, por ejemplo, en juegos lumínicos, matéricos, espaciales», indica Cano de Gardoqui, quien matiza: «En la actualidad y salvo casos puntuales –Mateos (monumento al IV centenario de la ciudad, en la Feria de Muestras), Frechilla ('Forma del sonido', en la glorieta de Vallsur), Sánchez Calderón (tres piezas en Huerta del Rey), Oppenheim ('Escenario para una película', en La Rubia), Carlos de Paz ('Diálogo', en los jardines del Canal de Castilla)– en nuestra ciudad, esta plástica conceptual y abstracta que huye del naturalismo no se halla muy representada, apostándose en general por el cultivo formal de lenguajes consolidados y poco arriesgados».
El Ayuntamiento (que acaba de estrenar una ruta turísica por las esculturas más representativas del casco histórico) asegura que el mantenimiento se acomete de forma periódica a través de los servicios de limpieza y conservación de patrimonio.
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