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Nieves Caballero
Miércoles, 25 de julio 2018, 22:02
La investigación que ha dado al traste esta semana con una organización que se dedicaba a la venta de botellas de vino falsificadas de las emblemáticas Dominio de Pingus y Vega Sicilia, ambas bodegas vallisoletanas de la Denominación de Origen Ribera del Duero, y ... que se ha saldado por el momento con la detención de cuatro personas y la investigación (imputados) de otras cuatro, arrancó hace poco más de un año cuando un aficionado danés adquirió a través de una casa de subastas belga un Pingus 2004. No se trataba de una añada cualquiera puesto que esta fue la primera cosecha con la que el enólogo Peter Sisseck, también danés, lograba por primera vez los 100 puntos en la famosa lista del gurú norteamericano del vino Robert Parker.
Con anterioridad, Pingus 1998 había recibido 98 puntos. Pero para los entendidos de cualquier parte del mundo recibir la máxima puntuación de Parker supone haber alcanzado la perseguida perfección y para su elaborador, tocar el cielo. Cuando recibió la deseada botella de Pingus 2004, el ciudadano danés, gran conocedor de los vinos de su paisano, se sorprendió porque lucía una pegatina de un concurso internacional (la bodega nunca se presenta a los certámenes) y un embellecedor metálico en el fondo del vidrio, que jamás había visto antes. Estas anomalías le llevaron a ponerse en contacto con la bodega a través del importador al que solía comprar el vino. Saltaron las alarmas y Dominio de Pingus interpuso la primera demanda ante la Guardia Civil de Valladolid. Era el mes de febrero de 2017.
Poco después, otro hecho alertó a la bodega ubicada en Quintanilla de Onésimo. Fue una foto subida a la red social Instagram de una caja con tres botellas de Pingus que vendía un portal en Internet, cuya sede social estaba en Madrid, y que levantó sospechas, por lo que la segunda denuncia se presentó en octubre de ese mismo año en Navalcarnero.
«Ha sido una gran casualidad y una gran suerte», ha asegurado la directora general de Dominio de Pingus, Paula de Santiago, tras ofrecer los detalles. Lo cierto es que esa botella de vino tan codiciada y golosa (ahora mismo Pingus 2004 se puede adquirir por más de 1.800 euros en Internet) desencadenó la operación Tag que ha permitido a la Guardia Civil desmantelar una organización criminal dedicada a la falsificación, distribución y venta de vinos falsificados de las marcas Pingus, Flor de Pingus y Vega Sicilia Único. Las cuatro personas detenidas están acusadas de los supuestos delitos de pertenencia a organización criminal, por actuar contra la propiedad industrial y contra la salud pública, estafa y blanqueo de capitales. Entre los materiales incautados, destacan 1.600 etiquetas falsificadas de diferentes marcas, 28 botellas de vino, sellos, tampones, multiherramientas, troqueladoras, moldes, planchas metálicas, impresoras, cajas de madera de una de las marcas de vino, así como diverso material informático.
La red que ha defraudado como mínimo millón y medio de euros a través de la venta de botellas manipuladas de grandes vinos, como Pingus, Flor de Pingus y Vega Sicilia Único, se tropezó con la última tecnología en el caso de las contraetiquetas o tirillas de la Denominación de Origen Ribera del Duero, esas que entrega el Consejo Regulador a cada bodega cada vez que las solicita para comercializar sus referencias vínicas. De hecho, en los casos de los vinos de la Ribera del Duero no se falsificaron.
El secretario general de la DO, Alfonso Sánchez, explicó que, cuando en febrero de 2016, Ribera del Duero cambió de logotipo, recurrió a nuevas medidas de seguridad para evitar cualquier tipo de fraude. Desde entonces las tirillas del Consejo Regulador llevan las mismas holografías (con un efecto óptico tridimensional) que los billetes de euros, implantadas por la empresa alemana Leonard Kurz. Además, cada botella lleva una numeración irrepetible.
El teniente de la Guardia Civil Antonio Abel Marín confirmó que, aunque la operación se ha dado por cerrada, «quedan muchos flecos; el juez ha dado permiso para analizar la ingente documentación, los teléfonos móviles y los ordenadores». Todo ese material fue incautado en los seis registros del restaurante Don Alex de Cerceda, un almacén y el domicilio particular del supuesto cabecilla de la red en el mismo municipio de La Coruña; y la vivienda de otro de los investigados en Arroyomolinos, donde estaba domiciliada la mercantil asociada al portal web utilizado para distribuir los vinos -«que se va a cerrar, aunque no podemos dar el nombre por prudencia», apuntó el teniente-, otra sede mercantil y un trastero donde almacenaban vinos en San Pedro Alcántara, todos ellos en la provincia de Marbella.
Paula de Santiago se felicita porque «gracias a la trazabilidad interna de Pingus, las actuaciones de la Guardia Civil y nuestros abogados la investigación ha avanzado en pocos meses y se ha conseguido cerrar». La bodega de Sisseck detalla que una botella de Pingus sale al mercado con un precio de entre 1.000 o 1.200 euros, mientras que las de Flor de Pingus cuestan entre 100 y 120 euros. Los investigados compraban botellas de un vino de Ribera del Duero de 19 euros con una botella similar a la de Pingus, pero falsificaban la etiqueta de la marca, la cápsula y el corcho, no la tirilla del Consejo Regulador. Nunca antes se había detectado en la bodega este tipo de fraude. «Destinamos muchos esfuerzos y dinero para evitar los fraudes», señaló. De hecho, explicó que, en la actualidad, cuentan con «un precinto de seguridad que es difícil de plagiar». Se trata de un código de burbujas que se sitúa entre la cápsula y la botella y que deja residuos si se arranca.
En el caso de Vega Sicilia, los investigados actuaron de otra forma. Según ha explicado el propio consejero delegado de Tempos Vega Sicilia, Pablo Álvarez Mezquíriz, compraban botellas de Valbuena 5º Año, que cuestan entre 80 y 100 euros, y falsificaban las etiquetas, los corchos y las cápsulas para venderlas como Vega Sicilia Único, que rondan los 300 euros. Tanto las primeras como las segundas botellas están grabadas con el escudo y el nombre de la bodega, aunque en algunos casos las cápsulas de estaño y zinc se habían cubierto con lacre, «detalle del que cualquier cliente se hubiera dado cuenta», en su opinión.
Amante de la gastronomía y acostumbrado a recorrer los mejores restaurantes de España y del mundo, Pablo Álvarez «nunca había oído hablar» del Don Alex, propiedad del supuesto cabecilla de la red (A. E.), famoso en algunos círculos por sus interminables comidas y sus maridajes con vinos de precios inalcanzables, muchos de ellos falsificados.
Se calcula que este fraude supera el millón y medio de euros y que han sido falsificadas unas 1.500 botellas de varias marcas. En total, son cuatro las empresas investigadas por blanqueo de dinero.
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