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A. G. E.
Valladolid
Viernes, 1 de febrero 2019
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En 2013, estos dos pingüinos despidieron la edición, antes de partir de vuelta a casa, con un beso en mitad del pinar de Puente Duero en una mañana muy fría.
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Un casco totalmente empañado y con la humedad de la primera hora de la mañana. Algo contra lo que hay que luchar con un poco de resignación y un mucho de prudencia.
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Cruzar el puente, corto y estrecho, con las antorchas, dejaba imágenes preciosas de luces y humo en la sede de Puente Duero. Se celebraba a las 12 de la noche y eso obligaba a enviar las fotos desde allí mismo, apoyando el ordenador en un contenedor, por ejemplo. En este caso unos vecinos abrieron su casa para que el fotógrafo pudiera tener una perspectiva inusual, desde arriba.
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Gabriel Villamil, en Pingüinos, cuelga la cámara a última hora de la noche y la descuelga de madrugada, para llegar al nido a las ocho de la mañana y hacer «el despertar de la concentración». Caras de sueño, vestimentas inverosímiles entre pijama y ropa de moto y mucho frío.
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Dirk posaba con uno de esos gorros típicos de la concentración. Es uno de los retratos de moteros que Gabriel busca habitualmente a fuerza de caminar entre las tiendas y los pinos.
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El número de mujeres que llegan pilotando sus motos a la concentración aumenta cada año. Helena Viego llegó desde Faro con su Can Am mientras su marido conducía una Goldwing. Las «mujeres moteras» tuvieron su propio reportaje gráfico en aquella edición.
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2009 fue una edición peligrosa porque el viernes por la tarde, al regreso de Mojados, comenzó a nevar. Lo hizo en toda la región y eso rebajó considerablemente el número de inscritos. Trabajar con la cámara y moviéndose de un lado a otro resultó bastante complicado.
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Moteros de camino a la zona de acampada de Puente Duero en la edición del año 2010, donde también se sufrieron temperaturas muy duras. La foto es del viernes. El domingo se registraron temperaturas, a primera hora de la mañana, de -9º, como atestiguaba otra foto que Gabriel tomó en un termómetro en Covaresa, de camino al pinar.
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Hay un momento, en invierno, en el pinar, en que el juego de luces del anochecer y los faros de las motos propician imágenes espectaculares. Es muy breve, apenas unos minutos antes de que la noche se cierre por completo, por eso resulta tan difícil captarlo.
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Otro de esos rostros que convierten a Pingüinos en un mundo peculiar en sí mismo, plagado de curiosidades y de anécdotas que se cuentan al calor de la lumbre.
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Si has conseguido llegar hasta aquí y rodar con esta nieve, es que tu siguiente paso es 'Elefantentreffen', ese evento alemán en el que la nevada está garantizada.
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La edición de Simancas batió récord de inscritos (superado este año 2019), pero también supuso unos problemas de tráfico descomunales que dejaron un regusto amargo en participantes y organizadores.
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El movimiento, las luces, el humo, el fondo impresionante de la Academia de Caballería, convierten esta foto en un óleo épico. Para hacerla, Gabriel Villamil tuvo que cargar con una escalera de mano y situarse 40 minutos antes en el lugar desde el que quería tirar la foto, para evitar aglomeraciones.
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Un gorro, un saco, la braga de Pingüinos y un buen fuego y hay quien es capaz de ponerse a dormir a la intemperie en pleno enero en Valladolid.
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Gabriel se marchaba ya para casa, pero su familia quería ver el ambiente, la falla... Con la cámara lista para un eventual 'por si acaso', captó el momento en que el pelo de la ministra Reyes Maroto quedó envuelto en una llamarada al prender la hoguera. Un susto sin consecuencias.
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En la antigua Hípica el amanecer también depara fotografías y paisajes impagables. Las primeras luces del día, en invierno, permiten juegos como este.
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Esta foto abrió la edición del último día de Pingüinos 2019 en El Norte. Un abrazo cargado de emoción entre dos compañeros de hoguera, uno canario y otro vallisoletano, que se despedían hasta la próxima.
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Jinetes sin montura, y sin casco, caminan por el pinar ya a oscuras, solo alumbrados por los faros de las motos que van y vienen y por unas tenues farolas.
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La estatua de la Plaza de Colón asoma por debajo del vuelo de uno de los motoristas expertos en acrobacias que cada Pingüinos asombran a los espectadores.
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