Quinientos kilómetros en Vespa desde Galicia a Pingüinos
María, con apenas un año sobre la moto, se enroló en la aventura con Josete, que ya piensa en quiere repetir con una Ossa clásica
La película de Josete y María sería 'Vacaciones en Roma', pero cambiando la capital italiana por Valladolid y en una época menos proclive a esos ... paseitos en Vespa. Sobre todo cuando el viaje comienza en Vilanova de Arousa (Pontevedra), a 498 kilómetros para ser exactos, y se realiza en dos motos de 200 y 125 cc. Muy «cuquis», como dice María, porque lo valiente no quita lo elegante y su cesta de mimbre colocada para la ocasión llama la atención. «Tengo otra con flores que cada vez que vamos a una concentración, aunque haya motos más grandes o más espectaculares, es la que se queda con todos», presume. Comenzó la aventura con mucho entusiasmo, pero confiesa que las dudas crecieron, primero, cuando se acercaba la fecha. «Llevo un año con la moto y como en Galicia en invierno casi no se saca, pues unos seis meses en realidad», dice que pensaba. Y claro, meterse casi quinientos kilómetros de carreteras nacionales a una velocidad de 70-80 km/h., en enero, no es un viaje de placer. O sí. O depende.
Las dudas siguieron cuando comenzó el viaje propiamente dicho y se vio, sobre todo las tres últimas horas, ya de noche y atravesando la España vaciada. Pero la fetén. Recuerda, por ejemplo, ver el cartel de San Pelayo, ejemplo de resistencia contra la despoblación.
Josete tenía menos dudas porque ya había venido. «Vine en 2006, tengo aquí la braga, en 2008 y algún año más», recuerda. Viajes que hizo en una R6 salvo en una ocasión en la que decidió probar suerte con una Cagiva Freccia 125 (una deportiva de poca cilindrada). Así que sabía a lo que se enfrentaba, aunque ha sido más difícil de lo que podía intuir. «El viaje con la Vespa ha sido muy diferente y muy duro», admite. «El paisaje es espectacular, la aventura es espectacular, pero cuando cae la noche la cosa cambia. ¡Cambia mucho! De noche se hace muy duro», añade María.
«Venía con muchas ganas, pero cuando empiezas a pasar miedo y nervios te cuestionas si realmente vale la pena. Pero ahora ya estamos aquí y a disfrutar hasta el domingo que me vuelva a ir», dice ella, que también saca el orgullo para brindar eso que se llama zasca a algunos descreídos. «Había gente que nos decía que no íbamos a llegar, que estábamos locos, que no nos atreviéramos... ¡Pero llegamos!».
Lo suyo, en todo caso, son las clásicas. Tienen dos Ossa, «una 'palillos' 125 de 1953 y una 160 Turismo de 1960», cuenta Josete. Y ya que está en harina, y María ha recuperado el ánimo, se atreve a proponer el próximo desafío. «A ver si la convenzo para el año que viene, que ya estarán listas, para poder venir en ellas». María solo mira y responde lacónica y a media sonrisa: «No tengo palabras».
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