Pingüinos acelera hacia el récord de asistencia en una de las ediciones más internacionales

En un año díficil, de pandemia, y tras el vacío de 2021, los amantes de las dos ruedas se fijaron la meta de superar las 33.922 inscripciones formalizadas en 2020, cuando la covid tan solo era un mal sueño. Tras mejorar la previsión de solicitudes en 3.000 registros, la organización preparó un regreso triunfal con una predicción de 40.000 inscripciones en medio de la incertidumbre generada por la sexta ola de la pandemia, que ayer volvió a superar la barrera de los 10.000 contagios por cuarta vez en dos semanas (desde comienzo de año).

Pese a cancelaciones, dudas y temores, la pasión por las motos se ha impuesto en la campa y ya son 25.000 las solicitudes tramitadas por la organización, número que crece de manera constante. Con llegadas a casi todas las horas del día y el cierre de reservas para acceder con vehículo al recinto, nadie -salvo por obligación laboral o sanitaria- quería perderse el regreso pingüinero y buena prueba de ello es el ambiente que se ha instalado en el recinto ubicado en la antigua Hípica Militar.

La plaza de Pingüinos -así llaman los moteros a la zona de establecimientos que corona la carpa galvanizada para los concietos- muestra el crisol de culturas que acoge la cita motera en cada ocasión, juntando aficionados de países de varios continentes. Del viejo continente, tanto los vecinos ibéricos como los franceses cuentan con notable representación dentro de la zona de acampada.

De los portugueses, Antonio Nunes, del Motoclube de Marvao, es reconocible por todos los vecinos de tienda. Su inconfundible sayo marrón, que porta con él desde que vino por primera vez a Valladolid, le identifica entre el mar de cascos, cazadoras de cueros y equipamiento motociclista.

En representación del país galo, Txomin Morgue, con su chaqueta vaquera personalizada, recorrió el miércoles más de 700 kilómetros con su moto para llegar a tierras castellanas. Desde hace trece años no falta a su cita con el grupo 'Los Anticongelantes' de la Pedraja de Portillo, quienes le acogieron en su primera participación motera. «Supongo que somos los anticongelantes de Francia», bromeaba con sorna el galo.

Cerca de su carpa, banderas búlgaras se confunden con las italianas con un fondo en el que aparecen insignias danesas y alemanas entre otras. Desde el continente americano, este año se han recibido cuatro inscripciones de Estados Unidos, además de las habituales desde varios puntos de Sudamérica. «Este año han venido muchos argentinos, y en general de varios países de Latinoamerica», explicaban ayer por la mañana desde la organización.

A golpe de caldo y café se descongelaban los moteros, que sufrieron las gélidas temperaturas por las que es conocida la concentración invernal. Para los oriundos de la zona, prevenidos de las cencelladas nocturnas, la capa blanca que cubría sus tiendas y carpas no ha sido una novedad. Para los miles de moteros foráneos llegados, la hoguera y el calor humano han sido la salvación.

Con los primeros conciertos en la agenda y la ruta a Mojados como pasatiempo vespertino, los pingüinos disfrutaron de una tradición que el virus no ha diluido en lo absoluto, la fiesta de 'Nochevieja y Año Nuevo Pingüinero', en la que como en ediciones anteriores, se recreó de manera tardía la entrada a 2022 «con doce piñones y brindando con espumoso».

El cotillón de después, para el que se acercaron numerosos moteros de fuera de la campa, corrió a cargo del mítico grupo barcelonés de de rock and roll, Los Rebeldes, que tras más de cuarenta años sobre los escenarios hizo las delicias de los reunidos en un viaje nostálgico que sirve de calentamiento para encarar hoy el día grande de la concentración, en el que los pingüinos desfilarán por el centro de Valladolid ante miles de personas en el primer evento 'con normalidad' desde el inicio de la pandemia.