Las motos han tomado Valladolid. Y no es una frase hecha, es literal. Miles de moteros han participado en el desfile de banderas que ha salido de la Hípica Militar y ha acabado en la plaza Colón en una edición que ya ha batido el ... récord de participantes, según ha anunciado el director de la concentración motera, José Manuel Navas, quien señaló que a las 11 horas de hoy sábado, las 40.000 personas estaban ya superadas, al incluir los participantes 'online warm up' en la que están circunscritas las personas que acuden, pero que no se inscriben.
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A las 12 en punto, cuando salió la comitiva presidida por los miembros de Turismoto, los aledaños de la CL-610 ya estaban repletos de motos aparcadas. Hasta la entrada de la carretera de Rueda era imposible encontrar un hueco donde apalancar un rato la moto para esperar el paso del desfile e incorporarse desde allí. ¿Cuántas motos caben en el arcén derecho entre el hotel Lasa y ese punto? Pues decir cientos es quedarse, probablemente, muy corto. Y toda esa caravana ingente se enroscaba en la columna principal a su paso, engrosándola, aportándole cuerpo y, evidentemente, restándole velocidad.
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El Paseo de Zorrilla es habitualmente el tramo para darle un refrescón a la moto. Meter tercera, después de mucho rato de embrague sufriente, «correr» un poco (entendiendo por correr llegar a 50 por hora, vaya)... Esta vez solo cabía meter segunda y aliviar un poco el calentón de la moto.
Historias sobre ruedas
Los pinguinos que entraron en Recoletos a menos de 200 metros de la cabeza tuvieron la suerte de aparcar en la zona, que cada año parece encogerse un poco más ante el aluvión de motos. Para cuando pudieron hacerlo ya era la una de la tarde, sesenta minutos después de iniciarse el desfile. Son 7,1 kilómetros, así que la velocidad media admite pocas dudas: a 7 por hora.
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¿Por qué un desfile en moto a una velocidad que casi podría tratarse de un desfile a pie tiene tan tremendo éxito? La respuesta solo se entiende desde dentro del casco. Lo que permite ver el hueco de la visera es una ciudad volcada, que atiborra las aceras y hasta la zona azul de aparcamiento junto a la estación de tren. Que aplaude, que choca las manos con los pasajeros, que lleva a los niños a disfrutar, ojipláticos y entusiasmados, del espectáculo. La entrada en Recoletos, con el público estrechando el asfalto, emociona. Y eso, da igual que la temperatura sea como la de hoy, espléndida, casi calurosa para ir en una moto custom con el escape como una estufa de pellets, o bajo cero. Eso templa el ánimo y deja en el participante un recuerdo que le invita, cada año, a volver.
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