Los más madrugadores no pudieron contenerse y con las primeras luces del alba se enfundaron su ropa deportiva para volver a pisar las calles sin más restricciones que la de no abandonar el término municipal y la volver puntuales a las diez de la mañana. ... «No pensaba salir tan pronto, pero no me podía dormir y a las siete estaba ya en la calle», reconocía aún con el sol asomándose entre las nubes Pablo Cendón, un jugador de baloncesto (del club deportivo La Flecha de la liga Eba), mientras trotaba por las calles aún desiertas de Parquesol. Otros, como Javier Sánchez, regresaban para entonces a casa después de recorrer en bicicleta en torno a treinta kilómetros en una ruta de ida y vuelta entre dicho barrio y el pinar. «La verdad es que había ganas, aunque no es fácil hacer una ruta sin salir de la ciudad, pero se agradece volver a poder hacer un poco de deporte después de tanto tiempo», relataba. Muchos deportistas como ellos madrugaron en busca de calles solitarias, que lo estaban a primera hora, para evitar posibles aglomeraciones. Que las habría ya en la última hora de permiso para salir, de nueve a diez, pero sin escenas llamativas de masificaciones.
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Las calles, y especialmente las áreas verdes (riberas del Pisuerga, carretera de Rueda, cerro de Las Contiendas...), comenzaron a recuperar una cierta dinámica cotidiana, con parejas paseando, gente corriendo y otros en bicicleta en un primer día de actividad casi ordinaria en la que los vallisoletanos cumplieron con un razonable orden y disciplina las directrices impuestas en esta primera fase de relajación del confinamiento por la covid-19 siempre, eso sí, con la vista puesta de reojo en el reloj y el móvil para controlar la hora.
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«Ha sido una jornada tranquila, sin apenas incidencias, más allá de algún despistado al que se le ha pasado un poco la hora o una sanción a un conductor que fue al pinar en coche (está prohibido) para salir allí a correr», resumieron fuentes policiales. Y lo cierto es que lo fue, al menos, en líneas generales. Hubo ciertas aglomeraciones, relativas, en entornos como el de las Moreras, donde entre las nueve y las diez de la mañana sí se concentraron decenas de corredores, ciclistas y paseantes, pero la mayoría respetaron con nota el distanciamiento con adelantamientos fuera de los paseos, algún requiebro de última hora...
Los vallisoletanos más madrugadores comenzaron a tomar la ciudad a partir de las siete de la mañana, si bien fue especialmente en torno a las nueve cuando las calles comenzaron a recibir a cientos de personas en todos los puntos cardinales de la ciudad. «Teníamos muchas ganas de salir y de poder hacerlo juntos, aunque sea todo un poco raro, pero la verdad es que se agradece después de tanto tiempo», explicaban Diego y Ana, un matrimonio (sin hijos) que buscaba un espacio verde para poder respirar después de un mes y medio sin poder pasear juntos.
«Antes caminaba doce kilómetros diarios y ya necesitaba volver a salir, aunque me hubiera gustado quizás un horario en el que hubiera un poco más de sol», relataba José, un veterano andarín que salió pronto junto a su hijo Alberto. «Calentamos un poco juntos y luego yo continúo corriendo y mi padre caminando», relataba el joven, quien reconocía su extrañeza por «salir a la calle (pasaban pocos minutos de las ocho de la mañana) escuchando a los pájaros sin más ruidos».
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«Ha sido duro estar tanto tiempo en casa y la verdad es que resulta increíble poder disfrutar juntos de algo tan sencillo como pasear juntos», reconocía otra pareja, Eugenio y María Antonia, quien recordaban que «ahora depende de la responsabilidad de cada uno hacer las cosas bien».
Y los vallisoletanos, en apariencia, hicieron bien las cosas durante la primera mañana de paseos y deportes, en la que hubo controles policiales, sobre todo, destinados a evitar desplazamientos (ilegales) en coche.También se dejaron ver agentes de paisanos por las calles del centro, en las que se notó especialmente el relevo generacional a partir de las diez de la mañana. Tocaba el turno de las personas mayores, el colectivo más vulnerable al temido virus, y en esos primeros minutos, en los que paseantes y deportistas menores de 70 años debían regresar a sus domicilios, sí se notó una cierta confusión entre personas que acudían (para eso no hay horarios) a realizar sus compras a tiendas de alimentación y supermercados, personas que volvían a casa y mayores que, por fin, podían salir de ellas.
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Parajes como las riberas del Pisuerga, en el entorno de la playa, sirvieron de termómetro para comprobar esta transición y lo cierto es que los paseos de las Moreras quedaron prácticamente desiertos a partir de las diez, salvo algún despistado al que se le fue la hora, para dejar pasar a parejas y paseantes más veteranos.
Era el caso de Alfredo y Rosario, de 71 y 81 años, un matrimonio de Huerta del Rey que cruzaba a esa hora el puente de Poniente. «Teníamos muchas ganas de salir, aunque es verdad que salimos con un poco de miedo al ser personas de un grupo de riesgo», reconocían Rosario. Su marido coincidía en que necesitaban salir. «Estar tanto en casa no es bueno y acabas con la tensión por las nubes». Los dos pudieron pasear otra vez por la ciudad, una ciudad que les dejó las calles expeditas para pasear hasta el mediodía. «Mi marido ha decidido quedarse en casa por si había aglomeraciones, pero la verdad es que da gusto pasear y no hay tanta gente», explicaba Clotilde, de 77 años, otra vecina que escogió las riberas para hacer su primera salida en mes y medio. «Prácticamente no hemos salido, nuestras hijas nos traían la compra y la dejaban en la puerta», relataba antes de confesar que «ha sido duro».
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Esta nueva 'normalidad' reserva las horas centrales del día para los menores de 14 años (de 12:00 a 19:00 horas). Después vuelve el turno de los mayores, hasta las ocho, y de 20:00 a 23:00 horas se abre una nueva franja para realizar paseos y deporte en solitario o con un conviviente. Así será en tanto se mantenga esta primera fase cero del estado de alarma.
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