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Bernardo Hernández estuvo hasta julio ingresado por la covid. El Norte
Coronavirus Valladolid: «Pensé que nunca más podría volver a caminar»

«Pensé que nunca más podría volver a caminar»

Bernardo Hernández, de 70 años, estuvo ingresado en el Río Hortega tres meses y medio y un mes más en el Benito Menni para recuperarse de las secuelas que le dejó la covid

Eva Esteban

Valladolid

Martes, 27 de octubre 2020, 07:00

Todo empezó el 15 de marzo. Era domingo y Bernardo Hernández, salmantino de 70 años afincado en Valladolid desde hace 55, estaba viendo el telediario, como acostumbra. Poco tiempo después, recuerda, comenzó a sentirse mal. Su mujer, Gloria Palacios, también. Ambos tuvieron unas décimas de fiebre y pensaron que se trataría de un «simple catarro». Lo dejaron «pasar» unos días y, al ver que la temperatura corporal no retornaba a sus valores habituales, decidieron llamar al centro médico. «Llamamos, pero entonces era muy difícil que te atendieran por teléfono. Nos recetaron paracetamol y agua. A mi mujer le funcionó, a los tres días le bajó la fiebre y empezó a ponerse bien, pero a mí en cuanto se me pasaba el efecto de la pastilla me volvía a subir; me encontraba muy mal, pero tampoco quería preocupar a los chicos», afirma.

Así estuvo una semana, hasta que sus hijos –son tres hermanos– «no aguantaron más» y decidieron que fuera al hospital. El 25 de marzo acudieron al Río Hortega de la capital para que le dijeran «qué es lo que tenía, porque no estaba nada bien, aunque nunca imaginé que podía ser coronavirus». El test arrojó un resultado positivo y Hernández, empresario jubilado, se quedó ingresado. Allí permaneció tres meses y medio, hasta el 1 de julio. 75 días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

«Cuando ingresé estaba relativamente bien; me encontraba mal, con fiebre y malestar como los días anteriores, pero lo aguantaba», comenta. Estuvo cinco días en planta, pero la covid daba la cara cada vez con más fuerza y los profesionales sanitarios decidieron trasladarlo a cuidados intensivos. Su «casa», como se refiere por el «grandísimo trato que me dieron los médicos y enfermeros», hasta mediados de junio. «No recuerdo mucho más de entonces porque me intubaron y estuve dos meses sedado», añade.

Lo pasaron «realmente mal». «Cogió varias bacterias y nos decían que en cualquier momento podía irse», rememora con la voz entrecortada Gloria Palacios. «Estaba la cosa muy malita. Estaba sedado pero a partir del tercer mes me enteraba. Veía pasar a las enfermeras, no se me olvidará jamas lo que me decían. Intentaban animarme y estaban todo el rato con comentarios como 'Bernardo, eres un superviviente», añade el que fuera dueño de Aceitunas Olibher –negocio hoy gestionado por sus hijos–.

Lo único que pedía era beber agua «todo el rato». Le cuesta contener el aliento al recordar el sonido del hilo de agua cada vez que abrían un grifo. «No podía beber, lo pasaba fatal. Tenía la boca reseca. No podía hablar porque tuvieron que hacerme una traqueotomía e intentaba comunicarme con mi familia con una pizarra, pero no nos entendíamos», incide Bernardo Hernández, quien destaca el «eterno agradecimiento» a su familia «por quererme y cuidarme tanto». «Me cuidaron muchísimo, no me sentí solo en ningún momento. Mis hijos y mi mujer estaban pendientes todo el rato y mi hermano Chanín iba todos los días a verme, a darme de comer y masajes en el cuerpo», sostiene.

Bernardo Hernández pensaba en sus nietos «para no volverme loco ni perder la esperanza». A veces la cabeza le jugaba malas pasadas. Se imaginaba «de todo». Le venían a la mente 'flashes', «como en las películas». «Yo me decía a mí mismo:'Bernardo, de aquí no sales'. Me sentía indefenso, vulnerable. Veía que me estaba yendo y no podía hacer nada, ni estar siquiera con mis seres queridos... Cada vez que lo pienso me pongo a llorar», lamenta.

Perdió 22 kilos

Pero mediados de junio regresó a planta, donde estuvo quince días más hasta que finalmente le dieron el alta médica. Del Río Hortega pasó a la unidad de rehabilitación post-covid del Benito Menni para recuperarse de unas secuelas que aún a día de hoy arrastra. «Estoy bastante bien para cómo he estado. Pasé de andar y tener una vida activa, que estaba todo el día de acá para allá, a estar en silla de ruedas. Hay que tener mucho coraje para afrontar eso y no venirte abajo a la primera de cambio. Es muy duro», subraya.

Ingresó en el Benito Menni en silla de ruedas. Llegó a pensar que «nunca más podría volver a caminar». Tenía heridas «profundas» en el pie que le impedían apoyarse en el suelo. «Empecé a recuperar poco a poco, a hacer gimnasia, y más adelante con la rehabilitación, a mover brazos y pies. Había veces que no podía ni vestirme ni levantarme de la cama», señala. «Estuve bastante tiempo sin hablar;no tenía fuerza ni para escribir», continúa.

El 19 de agosto, cuatro meses y medio después, Bernardo Hernández regresó a casa. Lo hizo con 22 kilos menos –pesaba 80 cuando ingresó en el Río Hortega y se quedó en 58–. Su familia le recibió con pancartas a las puertas del centro hospitalario, una imagen que «nunca» se le borrará de la mente. «Vi a mis nietos por primera vez en mucho tiempo. Es una sensación increíble verles tan pequeñitos gritando 'abuelo, te queremos mucho y te hemos echado de menos'».

Ahora, dice, tiene «más ganas que nunca de vivir y de disfrutar». Con cuidado, eso sí. «Estoy muy contento por verme tan bien. No tengo la fuerza de antes, aún me falta, sobre todo en las manos, pero lo voy cogiendo poco a poco, me queda muy poquito para llegar», cuenta. Asimismo, lanza un mensaje a la sociedad: «Hay que cuidarse. No sé cómo pudimos contagiarnos, pero es un virus que te agarra y no te suelta. Yo he tenido mucha suerte», concluye este salmantino.

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