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La doctora María José Gimeno atiende a la tordesillana Clara Morales García, de 86 años. R. gómez
En las trincheras de la pandemia

«Fue penoso; por muy ancianos que fueran, no les tocaba morir»

La doctora María José Gimeno advierte de las secuelas de los nueve meses de confinamiento entre los mayores, «que les pasa factura»

M. J. Pascual

Valladolid

Lunes, 7 de diciembre 2020, 08:42

No le faltan todos los días pacientes a la puerta de la consulta. Son pocas las residencias de Castilla y León con un equipo sanitario permanente y María José Gimeno Matobella es una de los cinco médicos de Cardenal Marcelo. La palabra que utiliza cuando se le pide que defina lo ocurrido en las primeras semanas de la pandemia que arrasó el centro es «espantoso», sobre todo, indica, «por lo inesperado y difícil de manejar si lo comparamos con ahora».

En esta segunda ola considera que otro brote de esa magnitud «sería improbable que se repita, porque ahora la pasaron todos y tenemos conocimientos, equipos, medios materiales, estructura». Entonces, continúa, «era el desconocimiento, tampoco teníamos test y cuando los tuvimos estaban todos contagiados. Hasta finales de mayo fue horrible. Después no fue tan tremendo porque muchos estaban sin síntomas. Hubo que montar la estructura de aislamiento, pero no había problemas». Los ancianos, corrobora la médica, lo pasaron «muy mal», y explica que la mayoría de los fallecidos tenían muchas patologías previas y estaban muy delicados. «Fue penoso, porque, por muy ancianos que fueran, a los que murieron por coronavirus, no les tocaba», explica.

Aquello pasó, subraya, «pero me gustaría haber aprendido para que no se repita». Ahora el centro está empezando a respirar, aunque despacio. «Estamos muy bien, pero aún así, que no se nos olvide que llevan desde marzo sin salir y eso afecta a su estado, como nos pasa a los demás. Esto pasa factura». Una factura que también han pagado los profesionales, quienes tras una jornada agotadora tenían que volver a casa con sus familias, y asumir el riesgo de contagiar a sus seres queridos. «Esto no lo hemos verbalizado entre los compañeros, el miedo a contagiar a las familias. Nosotros tenemos nuestras rutinas, llegas a casa, te lavas y ya está, es algo automático. Nuestra mayor preocupación estaba aquí». Recuerda que, por las mañanas, «cogía el coche y pensaba, ¿qué me voy a encontrar hoy? Sentía un enorme cansancio físico, un no puedo más, y psicológico. pero no quedaba más remedio. Prefiere quedarse, en el plano profesional, con lo positivo: la oportunidad histórica de combatir una pandemia desconocida. «Ha sido una oportunidad de aprendizaje. Ha sido increíble, estar en una epidemia, manejando una situación de este tipo».

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