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Si el progreso es renovarse, como decía Miguel de Unamuno, en ese punto de cambio y adaptación es donde se encuentra el famoso picador Pedro Iturralde, considerado durante años como uno de los varilargueros de mayor calidad en el escalafón. El vallisoletano –con pasión ... innata por el toro y el caballo– ha toreado con figuras como José Tomás, Paco Ureña, Manolo Sánchez. Sabe lo que supone llegar al éxito profesional en un mundo donde pocos son los nombres reconocidos. Se ha vestido de luces en las ferias más prestigiosas de España y Francia.
Pero –como ha sucedido en casi todos los ámbitos laborales–, su trabajo como picador se ha visto seriamente perjudicado, ya que el confinamiento, la nueva normalidad y las restricciones han provocado una sequía profesional en el sector de la tauromaquia, que no termina de ponerse en marcha. Tuvo suerte de mostrar su calidad en tres corridas y un festival en 2020, pero la ausencia de ingresos y de ayudas estatales (que tardaron más de un año en llegar) han sido la banderilla definitiva para que el varilarguero haya dado el paso decisivo para buscar un futuro profesional más seguro.
«Llevaba tiempo pensando en tocar otro palo para tener un complemento a mi jubilación en el futuro. Aunque pensé que lo haría bastante más tarde, la pandemia ha sido el interruptor que me ha hecho darme prisa para pensar en algo cuando me retire dentro de diez años, a los 55», explica Iturralde. Hace unos meses, tanto él como su hermano Antonio (su gran apoyo en el complicado parón) vieron una posible solución: un pequeño estanco en el número 19 de la avenida de Segovia.
«Empezamos a darle forma en noviembre con los permisos y las licencias en regla. Finalmente abrimos el 9 de febrero. Aunque mi compañero y yo echamos muchas horas, se lleva bien», explica con ilusión. Pese a llevar solo unos meses como estanqueros, están contentos con la aceptación del negocio, ya que en un día pueden llegar a atender a más de 150 personas. «El goteo es constante de ocho de la mañana a nueve de la noche, todos los días, y la idea en un futuro es poder vender productos 'delicatessen', como aceites, chocolate o vino. Y en un tiempo, cuando la situación mejore, que lo hará, dejar levantado el negocio para cuando esté más ocupado porque tenga que volver a torear».
Iturralde debutó el 31 de agosto de 1997. «No se me olvidará nunca, fue el día que murió Lady Di». Y reconoce que esta es la primera vez en casi 25 años que en su casa entra dinero que no tenga que ver con el mundo del toro. Pese a la incertidumbre existente por la vuelta a los ruedos y el varapalo económico que ha supuesto para él y su familia la ausencia de fechas, Iturralde no se rinde y se muestra esperanzado para volver a disfrutar de su pasión. «Esta pandemia nos ha servido a todos para ponernos a prueba a nivel psicológico. Me he dado cuenta de que he aguantado mucho más de lo que pensaba. Ahora toca tener ilusión y pensar que las cosas van a salir bien. No hay que perder la esperanza».
El picador lanza este mensaje de optimismo desde su finca en La Parrilla, preparando un caballo de picar en su yeguada, que lleva el nombre de Felipe Carrasco. Allí, después de su jornada en el estanco, cuida a diario de sus catorce animales de pura sangre lusitanos a los que atiende con mimo. Son su particular oasis, su proyecto personal.
Prepara a los animales, los monta y ese ejercicio le sirve a la vez como entrenamiento físico diario para no perder la forma y tampoco la concentración. Iturralde agradece el cambio de hora, pues le permite estar más tiempo con sus animales después de salir del estanco. «A veces se me hace de noche». Pero, lejos de mostrarse cansado, reconoce que, pese al ajetreo de combinar el trabajo en el estanco, en el campo y el cuidado de sus tres hijos, se siente feliz. «He sido afortunado por torear, en un año bueno, sesenta corridas. Pero ya no cunde como hace quince años y por mucho que torees con los mejores, eres un obrero con un sueldo de especialista. Lo que te hace ganar dinero es torear más, no torear con los mejores, porque los pagos están estipulados», aclara.
El 23 de abril, iba a mostrar su suerte en la Maestranza, pero la entrada de Sevilla en el nivel 3 de alerta sanitaria ha truncado de nuevos los planes, obligando a suspender por segundo año consecutivo esta cita taurina. Si la situación sanitaria no empeora, volverá a ponerse la chaquetilla a mediados de mayo en Vista Alegre a las órdenes del maestro Paco Urueña. «Lo que nos mueve a los toreros es la pasión de esa fecha. Todo se centra en eso, física y mentalmente. No puedes desconectar. Si hubiera perdido la esperanza de volver a torear, de seguir preparándome como si fuera a empezar mañana, me hubiera vuelto loco. Siento que soy un privilegiado porque estoy toreando con grandes figuras del toreo, entre ellos con José Tomás, que es como torear con Dios. Una de mis satisfacciones personales y profesionales es que el maestro se haya acordado de mí», concluye.
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