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A veces los inventos que cambian la vida aparecen sobre una mesa, con un cartelito humilde a modo de presentación, una pequeña descripción de su funcionamiento y un investigador que acaba de patentar su primera creación. De esta forma se alineaban ayer en el Palacio de Congresos Conde Ansúrez 20 productos, algunos de ellos programas informáticos, desarrollados por estudiantes bajo la tutela de profesores de la universidad. Artilugios y software que han sido patentados o protegidos tras recibir una beca Prometeo, dotada además con 700 euros para poder proseguir con el desarrollo de sus ideas.
Tienen algunas cosas en común, solo hace falta echar un vistazo al vídeo de resumen de los proyectos para comprobarlo: una gran conciencia ambiental y apuesta por la sostenibilidad y el pensamiento fijo en la movilidad. «La Universidad de Valladolid se consolida como una referencia nacional en cuestión de patentes, además de demostrar la excelente calidad inventiva de nuestros estudiantes y el importante papel que desarrollan sus tutores durante la realización de sus proyectos», destacó el rector, Antonio Largo, antes de confirmar lo dicho con cifras. «A lo largo de estos diez años se han protegido un total de 143 proyectos, 98 pertenecen a patentes y 45 de ellos a registros de software».
En 2020 se han reconocido 20 ganadores de estas becas Prometeo, por los cinco que se concedieron apenas una década atrás, cuando comenzaron a convocarse.
La conciencia verde de los estudiantes -en algunos casos recién egresados de la UVA- se muestra en proyectos a veces de apariencia sencilla. Un caso es el del protector para plantones de árboles realizado en corcho. «Es habitual verlos de plástico, que al poco tiempo se deterioran y dejan muchos restos», explicaba uno de sus desarrolladores (Sergio Vázquez y Guillermo Gómez). Con un cordel vegetal y unos agujeros para transpirar, las propiedades aislantes del corcho hacen el resto. Otro invento de corte sostenible es un tablero con chapas de chopo e interior alveolado de cartón. Marina Mármol, su autora, ha probado su resistencia gracias al apoyo de una empresa de tableros. «Se ha diseñado para usarlo en muebles, embalajes y envasado», asegura.
Otros aúnan esa sensibilidad ecológica con la actividad socieconómica del entorno. Así, Ángel Moretón y Miguel Guada presentaron una patente y registraron dos programas de software relacionados con las placas fotovoltaicas. Uno de ellos llega para cambiar las reglas del juego: permite medir la electroluminiscencia y la fotoluminiscencias de módulos fotovoltaicos a plena luz del día, en lugar de hacerlo por la noche, como habitualmente. Eso permite incorporar esa tarea a las del mantenimiento rutinario de las plantas solares, explicó.
Marcos Martín presentó una aplicación móvil de «análisis y medición en tiempo real de niveles de oxígeno dirigido al sector vitivinícola». Aplicación que permite, además, contar una una base de datos de oxígeno, temperatura o humedad disponible en el móvil.
La inclusión es otra de las grandes preocupaciones de estos proyectos. Así, el programa auspiciado por Yelitza Delgado busca crear un sistema automático de lengua de signos para entornos multimedia, para poder «comprender al momento a la persona no oyente y que ella entienda a la oyente». Y lo mismo ocurre con el Eyebuy de Lorenzo García y Felipe Juarrero, un brazalete capaz de encontrar objetos para personas invidentes. Se coloca un sensor RIFD en el objeto y se lo correlaciona con una instrucción determinada, «cartera», por ejemplo. Al pulsar el botón y dictarle esa instrucción al brazalete, empieza a emitir un pitido que se hace más rápido cuanto más cerca se está del objeto.
En el caso de la mesa y bancos Tamarindo, que se encuentran escamoteados en el suelo hasta que se necesitan, sus diseñadoras, Ylenia Acuña, Mireia Aguilar, Marina Antolín, Marina Cabrero y María Torres, han tenido en cuenta que permitan el acceso de una silla de ruedas con facilidad. Todas las partes del conjunto son modulares para facilitar que se puedan disponer de diferentes formas. El prototipo LIFT, que se apellida 'No one left behind', «nadie se queda atrás», pretende facilitar el acceso de personas con movilidad reducida a los aviones cuando se realiza desde el exterior.
Una pizarra sostenible, «multiusos y sin desperdicios», un sistema de refrigeración económico para terrazas de bares, sistemas ópticos que permiten un diagnóstico más rápido y preciso en oftalmología pediátrica o para mejorar la adaptación de lentes multifocales... Proyectos surgidos de la mirada al entorno y a la decisión de contribuir a solucionar problemas.
Normal que el rector, Antonio Largo, presumiera ante la presencia del secretario general de la Consejería de Educación, Jesús Hurtado, y de la viceconsejera de Universidades, Pilar Garcés. «Para nuestra universidad, la transferencia de conocimiento es un objetivo prioritario además de un fundamento de nuestra estrategia. Los proyectos ganadores en los Premios Prometeo han demostrado ser un gran ejemplo de esa transferencia, ya que no sólo los estudiantes han materializado sus ideas, también desde el ámbito empresarial y público se han interesado por algunos de ellos», aseveró. En la presentación de los trabajos expuestos, todos ellos alabaron los proyectos presentes. A modo de ejemplo, el marco de ventana concebido para mejorar la eficiencia energética provocó un comentario unánime: «¿Se puede poner en casa ya?». Pues aún no. Pero para eso están las patentes y la investigación.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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