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Dos mujeres miran la placa dedicada al Convento de San Francisco, colocada con motivo del quinto centenario de la muerte de Colón, en la Plaza Mayor.

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Dos mujeres miran la placa dedicada al Convento de San Francisco, colocada con motivo del quinto centenario de la muerte de Colón, en la Plaza Mayor. RAMÓN GÓMEZ

La historia de Valladolid, a sus pies

Una treintena de inscripciones jalonan espacios históricos de la ciudad y remiten a viejas iglesias, antiguas calles y el viejo cauce del Esgueva

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 8 de diciembre 2019, 08:18

Bajo nuestros pies hay cementerios judíos y restos de murallas, hay ecos de un río cegado y de iglesias que ya no están, hay señas de viejos corrales, de antiguos callejones, de calles repletas de artesanos que hace siglos dejaron de trabajar. Debajo de nuestras huellas, de nuestras suelas, nuestros tacones, hay marcas de las viejas puertas de acceso a la ciudad, leyendas que recuerdan a Colón y evocan a Quevedo, señales que en el suelo nos remiten a la ciudad que fue. Las calles y plazas de Valladolid atesoran una treintena de placas, inscripciones, marcas en el pavimento que permiten trazar una ruta turística con la vista en suelo. No hace falta levantar la mirada hacia los grandes monumentos, también ahí abajo muestra su riqueza la capital. El cronista oficial, José Delfín Val, el edil de Planeamiento Urbanístico,Manuel Saravia, y, especialmente, el escritor y exconcejal Jesús Anta, quien ha trabajado mucho este material, junto con la información que ofrece la Oficina de Turismo, permiten dibujar una ruta guiada por el casco histórico para que visitantes y vallisoletanos conozcan mejor la ciudad con la vista puesta en sus zapatos.

Placas del antiguo cementerio judío, en la Acera de Recoletos. R. GÓMEZ

El recorrido comienza en la Acera de Recoletos. Allí, en el paso central del Campo Grande, entre los grises adoquines y las canchas de baloncesto, hay tres láminas con inscripciones hebreas que recuerdan el lugar en el que en el siglo XV estuvo ubicado el antiguo cementerio judío de Valladolid. Llegó a haber –en esta zona que se encontraba entonces extramuros de la ciudad– cerca de mil personas enterradas, con los brazos estirados a lo largo del cuerpo, «con las manos sobre o bajo la cadera». La remodelación de la Acera de Recoletos, en el año 2002, permitió excavar 78 enterramientos con diversos restos óseos, en una superficie de cerca de doscientos metros cuadrados, y reconstruir esta necrópolis de hace más de 500 años. Javier Moreda y Rosalía Serrano han analizado a fondo este cementerio, de una comunidad, la judía, que a mediados del siglo XV contaba con cerca de 1.200 miembros en Valladolid, establecidos en el entorno de las calles Sinagoga, Lecheras o la plaza de los Ciegos. Como recuerdo, se colocaron en la Acera de Recoletos tres placas de metal que recogen las palabras de Mosheb Ibn Ezra, un filósofo y poeta judío, nacido en Granada en torno al año 1055, y que está considerado como uno de los grandes pensadores del Al-Ándalus. «Son tumbas de tiempos antiguos, en las que unos hombres duermen el sueño eterno. No hay en su interior ni odio ni envidia. Ni tampoco amor o enemistad de vecinos. Al verlas, mi mente no es capaz de distinguir entre esclavos y señores», dicen los versos hebreos, con su traducción en castellano.

Baldosas de colores en la calle Miguel Íscar, para recordar el paso del Esgueva. R. G.

La ruta avanza por Miguel Íscar. Allí, el visitante se encontrará en el suelo con un caudal de baldosas de colores (rosáceas, grises claras y oscuras) que empapan toda la calle. Este es el símbolo que en el año 2006 (cuando se reurbanizó la calle) eligió el Ayuntamiento para recordar que por aquí pasaba el Esgueva y que en esta zona, en Miguel Íscar, se hallaba la mayor bóveda de cuantas cubrían uno de los viejos ramales del río.

Esta rememoranza del Esgueva se verá en varios puntos más de esta ruta, que continúa por Teresa Gil con más recuerdos vinculados al agua. En esta calle de pasado señorial, hay en el suelo inscripciones que subrayan que por aquí pasaba el Viaje de Aguas de Argales, la infraestructura hidráulica de cinco kilómetros que garantizaba el suministro (desde los manantiales hasta caños urbanos, como Fuente Dorada) entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Para ello, se construyeron 32 arcas (la primera de todas, diseñada por Diego de Praves en 1589), de las que se conservan catorce, para recoger el agua y filtrarlas. Miguel de Cervantes menciona esta infraestructura en 'La ilustre fregona' y el ingenio fue declarado monumento histórico artístico en 1982.

Placa en la calle Teresa Gil, seto recrea el rosetón de la iglesia y la serpiente de la calle Sierpe. R. G.
Imagen principal - Placa en la calle Teresa Gil, seto recrea el rosetón de la iglesia y la serpiente de la calle Sierpe.
Imagen secundaria 1 - Placa en la calle Teresa Gil, seto recrea el rosetón de la iglesia y la serpiente de la calle Sierpe.
Imagen secundaria 2 - Placa en la calle Teresa Gil, seto recrea el rosetón de la iglesia y la serpiente de la calle Sierpe.

En la misma calle Teresa Gil, casi en el cruce con Regalado, hay una inscripción que, desde marzo de 2018, recuerda una frase de Tolstoi:'La primavera, hasta en la ciudad, siempre es primavera'. Y a su alrededor, en lugar de baldosín, pequeñas teselas con restos de hojas, incrustadas dentro del proyecto Creart Valladolid y en una intervención de Ana Nan y Andrés Trillo bautizada como 'El rapto de Proserpina', que ofrece una reflexión sobre «la relación invasora de la ciudad frente a la naturaleza».

El paseo continúa por Sierpe, bautizada así, «indudablemente, por la forma o trazado de la calle», defiende Juan Agapito y Revilla en su libro 'Las calles de Valladolid'. En el firme, con adoquines de distinto color, hay desde el año 1995 una larga serpiente que abre su boca con una lengua bífida en metal.

Ecos del Esgueva en la calle Sandoval, la plaza del Val y Bajada de la Libertad. R. G.
Imagen principal - Ecos del Esgueva en la calle Sandoval, la plaza del Val y Bajada de la Libertad.
Imagen secundaria 1 - Ecos del Esgueva en la calle Sandoval, la plaza del Val y Bajada de la Libertad.
Imagen secundaria 2 - Ecos del Esgueva en la calle Sandoval, la plaza del Val y Bajada de la Libertad.

Continúa la ruta por la Bajada de la Libertad. A la altura de los número 15 y 17, hay distinto pavimento en acera y calzada para informar de que ahí se encontraba el puente de las Carnicerías, sobre otro de los ramales del Esgueva (el norte), soterrado a finales del siglo XIX, con impresionantes bóvedas que discurren desde aquí hasta Portugalete y, un poco más allá, entre la plaza del Val y San Benito y Poniente, en su camino hacia la desembocadura en el Pisuerga. En la plaza del Val, una placa recuerda unos versos de Quevedo, quien en sus 'Alabanzas irónicas a Valladolid', rindió homenaje al Esgueva. Si se avanza por la calle Sandoval, el distinto pavimento del firme remite al paso del río por aquí.

Trazas en el suelo de las murallas en Angustias y San Benito. Abajo, placas que recuerdan la iglesia de San Pelayo, en la plaza de San Miguel. R. GÓMEZ
Imagen principal - Trazas en el suelo de las murallas en Angustias y San Benito. Abajo, placas que recuerdan la iglesia de San Pelayo, en la plaza de San Miguel.
Imagen secundaria 1 - Trazas en el suelo de las murallas en Angustias y San Benito. Abajo, placas que recuerdan la iglesia de San Pelayo, en la plaza de San Miguel.
Imagen secundaria 2 - Trazas en el suelo de las murallas en Angustias y San Benito. Abajo, placas que recuerdan la iglesia de San Pelayo, en la plaza de San Miguel.

Pero no avancemos en la ruta y regresemos a la Bajada de la Libertad, para continuar hacia los jardines de La Antigua. Allí, un conjunto de setos y flores reproduce, desde junio de 2013, un rosetón que replica el de la capilla del templo. Si se accede hasta Angustias, se alcanza la recreación de los restos de la muralla de Valladolid, «que debió levantarse en el siglo XII». Así lo recuerda una placa en la pared... pero también una circunferencia en el suelo, con pavimento de color ocre, que se prolonga a lo largo de la calle y que evoca la puerta del Bao, uno de los accesos de la cerca, que tiene otros vestigios en la ciudad (en San Benito, también con marcas en el suelo incluidas en esta ruta, en el estanque de Prado de la Magdalena y en las Huelgas Reales). Esta remembranza de la muralla es protagonista además de una placa que luce en el suelo de la calle Platerías, muy cerca de la iglesia de la Vera Cruz, en la que se alude a la puerta del Azoguejo de la «cerca vieja». Al otro extremo de Platerías, las palabras de Agapito y Revilla resuenan en una baldosa de metal sobre la vieja calle de la Costanilla.

Antes, en la plaza de San Miguel, unas láminas en el suelo recuerdan el lugar en el que se ubicó, desde el siglo XI, el viejo templo dedicado a San Pelayo, y que fue desmantelado en torno al año 1777. La última urbanización de la plaza (en 2009) permitió a los arqueólogos delimitar el lugar que ocupó esta antigua iglesia, con un perímetro de 34x17 metros, y cuyas trazas hallan homenaje en el pavimento. Se encontraron además varias columnas de piedra, un pozo y tumbas con su correspondiente lápida (pueden verse en el Museo de Valladolid), así como otros enterramientos relacionados con el cementerio exterior del templo. El 11 de noviembre de 1775, debido al mal estado en el que se encontraba la iglesia, comenzó la mudanza de enseres y esculturas hasta la nueva sede de la calle San Ignacio (actual iglesia de San Miguel y San Julián). El perímetro eclesial es también el motivo por el que puede verse un triángulo con un pavimento diferente en la calle Jesús (reurbanizada este año con el traslado de las rampas del aparcamiento de la PlazaMayor). Ese cambio de adoquinado representa el límite de la iglesia antes de que fuese «recortada» en 1885 para alinearla con el resto de edificios de la calle.

Placas en el suelo de la Plaza Mayor. R. G.
Imagen principal - Placas en el suelo de la Plaza Mayor.
Imagen secundaria 1 - Placas en el suelo de la Plaza Mayor.
Imagen secundaria 2 - Placas en el suelo de la Plaza Mayor.

La Plaza Mayor está trufada de placas que aluden a las antiguas calles que se abrían desde el coso, vinculadas a distintos oficios. Entre el Corrillo y Lencería había espacios de sastres, roperos y joyeros. Bajo el balcón del Ayuntamiento, una placa recuerda la antigua Casa Consistorial, de 1570. En el otro lado de la plaza, frente al Teatro Zorrilla, desde 2006 una inscripción señala el lugar que ocupó el Convento de San Francisco, donde falleció Cristóbal Colón en 1506.

Diferente pavimento y placa en la calle Santiago y, a la derecha, en los accesos a Urgencias. R. G.
Imagen principal - Diferente pavimento y placa en la calle Santiago y, a la derecha, en los accesos a Urgencias.
Imagen secundaria 1 - Diferente pavimento y placa en la calle Santiago y, a la derecha, en los accesos a Urgencias.
Imagen secundaria 2 - Diferente pavimento y placa en la calle Santiago y, a la derecha, en los accesos a Urgencias.

La ruta prosigue hacia la calle Santiago, donde hay varios hitos. El primero son las conchas doradas que, con salida desde la iglesia de Santiago (y con prolongación hacia el sur por el paseo de Zorrilla) marcan la ruta jacobea en la capital. Un poco más adelante, a la altura del número 17, hay unos metros cuadrados que destacan sobre el resto del pavimento. Se trata de un puñado de adoquines de basalto (fabricados en la sierra de Granada), de firme irregular, con el que se tenía previsto tapizar toda la calle en 1985, durante las obras de peatonalización. Sin embargo, los comerciantes y residentes del entorno protestaron. Al final, el Ayuntamiento tuvo que recular y cambiar el material empleado... Pero este tramo, a la entrada del Banco de Castilla, evidencia como pudo ser la superficie de la calle si llega a prosperar el proyecto inicial. Hay un recuerdo más en el suelo de Santiago (frente a la tienda de Tezenis), donde se muestra que allí estaba el puente del Campo o de la Mancebía, otro de los pasos sobre el Esgueva (en este caso, el ramal sur). Fuera de ruta podemos encontrar más vestigios a pie de calle. Como los restos del convento de San Agustín y del antiguo barrio de Reoyo (junto al archivo municipal), las piedras procedentes de las nueve provincias de la comunidad (en la mediana del antiguo matadero, en el paseo de Zorrilla) o los dibujos que remiten a viejas edificaciones religiosas, en el acceso a las nuevas Urgencias del Clínico.

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