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Esta información parte de unas fotos. Las hace una veterana periodista de esta casa aún en activo mientras espera a su cita. Atraída por el ... escultural cuerpo de Mercurio, la figura central que decora uno de los lugares más bellos de la ciudad, acerca su objetivo. Y ahí lo ve. De la nariz de la deidad del comercio cuelga una larga telaraña. «Tiene mocos», pone en el mensaje que reenvía con la instantánea. Sigue enfocando su musculada espalda. Una gruesa capa de polvo vela el negro bronce del dios. Recorre con su móvil las alegorías de las cuatro estaciones que miran al protagonista desde arriba. Dos están mancas, han perdido elementos de sus túnicas de terracota y en sus peanas se acumula un manto de pelusa grisácea que se mece con la corriente.
Al Pasaje Gutiérrez no solo le hace falta que le pasen el plumero a conciencia, que también. La veterana galería comercial, inaugurada en septiembre de 1886 y promovida por el rico hombre de negocios santanderino Eusebio Guitérrez Díez con los planos del arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina, necesita más. Está mayor. Le queda poco para cumplir 139 años desde su apertura. Sus achaques se notan. Desde su último paso por talleres en 2010, cuando un lavado de cara pagado íntegramente por los vecinos le devolvió algo su lustre, soporta estoica su condición de monumento sin una especial atención por parte de las instituciones que le otorgaron el título, según explican sus vecinos.
Quince años después, las comunidades de propietarios de esta finca, en las que viven una veintena de familias, han solicitado formalmente al Ayuntamiento que se implique. Que eche una mano para que este enclave, atrapado en una figura urbanística mal resuelta cuando hay un tesoro visitable de por medio -espacio privado de uso público-, luzca como merece. Cuenta Rebeca López, portavoz de los portales de este Bien de Interés Cultural, que al final han tenido que plantarse.
«El Ayuntamiento nos pidió permiso para hacer un baile de máscaras este último Carnaval y les dijimos que sí, porque nunca nos hemos negado a nada y nos gusta que se saque partido a este lugar tan bonito; solo pusimos la condición de que luego se encargaran de la limpieza, pero se negaron, así que no aceptamos», desvela.
Son conscientes de dónde tienen su vivienda, pero no entienden cómo deben asumir solos su mantenimiento. Lo disfrutamos todos, pero pagan ellos. Algo no cuadra, según consideran, y más cuando la intensidad de uso de este magnífico paso de estilo parisino entre las calles Fray Luis de León y Castelar (plaza de El Salvador), es a día de hoy altísima, principalmente los fines de semana por el animado tardeo de los más talluditos en los establecimientos de hostelería que jalonan el pasaje.
«Hay baldosas rajadas, cuya reposición es muy costosa, cantidad de desconchones en la pintura de las paredes, chicles pegados por todas partes, las grandes puertas de forja están en un muy mal estado, el lucernario de la cúpula central está desprendido... y ahora el Ayuntamiento nos ha requerido para que hagamos una obra para reducir el escalón de entrada por la calle Castelar, porque han recibido denuncias por temas de accesibilidad», exponen.
«¿Lo tenemos que pagar nosotros cuando por aquí pasa todo el mundo?», se preguntan. Para colmo en este punto todo lo que se haga tiene que contar con la bendición de Patrimonio de la Junta. El Consistorio, eso sí, asume el mantenimiento de la iluminación ornamental Ríos de Luz en la que está incluida esta calle a cubierto.
La galería que ha vivido desde su flamante inauguración momentos de esplendor y decadencia es hoy un enclave de referencia en las guías que promocionan la ciudad. Pero tuvo épocas oscuras. En 1980, el colaborador de El Norte de Castilla Ramón Corella apuntaba en un artículo que «el Pasaje Gutiérrez está tan dejao, incurioso y traza, que bien podría llamarse 'pasota' Gutiérrez». Aquellas y otras críticas ayudaron a mover ficha.
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Tras años de conversaciones, en 1986 sus propietarios cedieron el uso del paso al Ayuntamiento. Arrancaba entonces un proyecto para su restauración que estuvo plagado de vicisitudes. Finalmente, un convenio firmado entre Junta y Consistorio el 15 de junio de 1989 anunciaba su resurreción. El presupuesto ascendió entonces a 40,3 millones de pesetas. Las obras comenzaron en 1990 y se prolongaron hasta 1996. Esto ya es historia. La situación hoy no alcanza esa gravedad, pero lo importante es que no se repita, según defienden los residentes.
Escenario de múltiples rodajes, escala obligada de turistas y espacio del que los vallisoletanos fardan con razón, este monumento histórico desde 1998 reclama de nuevo atención. «Aquí vienen decenas grupos de las rutas que organiza el Ayuntamiento y por las que cobra, se han filmado películas y jamás hemos recibido nada a cambio, que menos que nos ayuden a mantenerlo en buen estado y limpio», reiteran.
Preocupa esto, pero hay más. «Si te fijas falta uno de los frescos del pintor Salvador Seijas que decoran los techos, en una intervención de los Bomberos por una caída de agua se lo llevaron y nunca más se supo», lamenta Rebeca López. Aquella desaparición data de 1997, según recoge la hemeroteca del diario y el misterio sobre su paradero sigue vivo.
Lo del copeteo en la galería también les inquieta. No se oponen a la actividad hostelera, pero piden «orden» y vigilancia. Se preguntan qué autorizaciones de terraza tienen los locales, para cuántas mesas y a quién abonan esos permisos, porque a ellos no. «Se extienden hasta el cuerpo central y hay días que es complicado acceder a los portales, ya les hemos comentado que son ellos los que tienen la responsabilidad de decir a los clientes que dentro del pasaje no se puede fumar, pero aún así la gente lo sigue haciendo, aquí hay colillas, papeles, manchas...», apuntan, al tiempo que instan a que la Policía Local a que lo incluya en sus rondas de vigilancia y a que se establezcan unos horarios de apertura y cierre.
La propiedad suma entre los problemas el «evidente deterioro de acabados exteriores, yesos y molduras provocado por el paso de personas y acumulación de sillas de bares». Otros espacios preciosos, como es el caso del balconcillo donde dos niños sostienen el reloj, necesitarían una repaso para que al menos la esfera no estuviese oculta bajo el polvo.
Ahora la limpieza del pasaje se hace a cachos. Cada uno el suyo, pero quedan espacios en tierra de nadie y algunos de difícil acceso a los que es complicado llegar. El objetivo de las gestiones que han iniciado los residentes con el Ayuntamiento es la firma de un convenio de colaboración. Igual que en la década de los 80 del siglo pasado hubo entente, buscan que ahora se logre otro pacto que contribuya a que el histórico espacio mantenga su esplendor con intervenciones de aseado y reparaciones periódicas.
Que cuando se quiere se puede se demuestra, por ejemplo, con el caso del desplome de la cúpula de la Vera Cruz, que está en un entorno BIC, aunque el templo en sí mismo no cuente con esa catalagoción. Aquí Ayuntamiento y Junta actuaron con celeridad e inyectaron nada menos que 150.000 euros por barba para ayudar a su reconstrucción. Eficaz gestión.
El concejal de Urbanismo, Ignacio Zarandona, avanza la intención del equipo de Gobierno de sentarse con los representantes de las comunidades de propietarios del Pasaje para analizar la situación. «Estamos abiertos al diálogo y a la colaboración, pero como Ayuntamiento debemos ser cuidadosos porque en la ciudad hay más de doscientos espacios privados de uso público cada uno con sus problemas, aunque es verdad que algunos son más especiales que otros por contener un BIC», señala el edil, quien también está en conversaciones con los residentes de la plaza del Viejo Coso, que reivindican mayor atención municipal.
«Quizá estos casos nos puedan valer para crear una especie de convenio tipo donde se determinen claramente las obligaciones de unos y de otros», avanza, al tiempo que se compromete a llegar acuerdos para solventar los principales problemas de este espacio comercial. En el caso, de las terrazas que están dentro del galería asegura que tiene que ser la propiedad la que lo ordene.
La situación en la que se encuentra el Pasaje Gutiérrez es muy similar a la del claustro de Las Francesas y su Patio de las Tabas. La poco acertada calificación urbanística como espacio privado de uso público cuando hay patrimonio de alto valor de por medio alargó durante demasiados años la reparación del pavimento de este patio religioso, también calificado como BIC y monumento. La beligerancia e insistencia de la comunidad de propietarios de la finca logró, después de más de una década, que las instituciones, en este caso la Junta, se diera cuenta que una joya abierta a todos es de todos, lo que obliga a contribuir a su mantenimiento y cuidado. A finales de 2022 la Consejería de Cultura invertía 60.000 euros en la reposición y limpieza del piso de huesos de esta galería. Pero los residentes esperan aún que se cierre con cristales todo el claustro para evitar el deterioro. Otro caso más reciente es el de la nueva plaza Francisco de Praves, situada en una especie de patio de luces con entradas junto al Tío Molonio (Ramón y Cajal) y un portal de Alamillos. Su estreno estuvo parado meses hasta que la comunidad y el Ayuntamiento llegaron a un acuerdo sobre su mantenimiento y horarios de apertura y cierre.
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