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Desde este mes de febrero, Federico Sanz Rubiales (Valladolid, 1955) podrá salir con la bici cualquier día de la semana que haga bueno, sin tener que limitarse a hacerlo los fines de semana, con frío y lluvia cuando tocaba. El experto legal de la Cámara ... de Comercio de Valladolid acaba de ascender a la condición de jubilado en un momento en que «en absoluto» se siente cansado de trabajar. «Pero tengo 65 años y creo que ha llegado el momento de dejar paso», asume.
-¿Cómo recuerda la cámara de finales de los años setenta? ¿Y a usted mismo cuando llegó?
-Había terminado la carrera de Derecho y estaba haciendo las prácticas en un despacho en Asturias cuando mi madre me informó de que se convocaba la plaza de secretario adjunto de la Cámara de Valladolid, algo que yo ni sabía qué era. Como cualquier joven, quería empezar a trabajar cuanto antes, así que fui a informarme a la Cámara de Gijón y decidí presentarme. Cuando llegué a examinarme me pareció un lugar un poco antiguo, con fotografías de gente muy mayor, salas de reuniones de estilo muy clásico... El tribunal me dio la plaza y empecé a trabajar el 1 de junio de 1978. Estamos hablando de una cámara de diez personas. Recuerdo que Héctor Arias, el presidente, saludaba personalmente a todos los empleados al llegar y se despedía también uno por uno al marcharse, lo que tampoco era muy complicado.
-¿Qué añora de la 'vieja' cámara?
-Las cámaras nacieron en el siglo XIX con la finalidad de asesorar a los gobiernos en medidas económicas, fiscales y empresariales, de darles un apoyo técnico, y hasta finales de los 70, esta labor era la más importante, en especial con los ayuntamientos. A partir de 2010, la función consultiva ya no reporta ningún beneficio económico y, puesto que las cámaras tienen que vivir, se han lanzado a vender servicios de calidad y alto valor añadido a las empresas. Tenemos la Escuela de Negocios, la Escuela Internacional de Cocina… La labor consultiva está en quinto plano y es una pena. Las administraciones están desperdiciando la posibilidad de recibir una ayuda muy importante.
-¿Los empresarios de Valladolid se involucran con su cámara? ¿Le sacan partido?
-Creo que gracias a la cámara se está tejiendo una red empresarial y de técnicos de la que Valladolid ya se está beneficiando. Muchas de las empresas medianas o pequeñas de la provincia tienen entre sus cuadros personas que se han formado en la cámara, que se conocen entre ellas y están muy pendientes de asuntos como la formación o la innovación. Esto es bueno para las empresas y para la sociedad en general.
-¿Se practica lo suficiente aquello de 'la unión hace la fuerza'?
-En Castilla y León somos muy individualistas. Con mayor entrelazamiento nos iría mucho mejor. Es una de las cosas que trata de promover la cámara, el acercamiento. Queda mucho por hacer, pero ponemos nuestro granito de arena.
-¿De qué presidente guarda mejor recuerdo?
-Todos son diferentes, pero tienen en común que han querido sacar la cámara adelante y mejorar el mundo de la empresa. Pero yo me he pasado la mitad de mi carrera profesional con Vicente Garrido Capa, que llegó en un momento en el que había ingresos y muchas empresas a las que ayudar. La huella de Vicente está clara: el edificio de la cámara, el vivero de empresas, la reconstrucción de la Feria de Valladolid, dos antenas en Medina del Campo y Peñafiel, una corte de arbitraje… una serie de infraestructuras muy buenas que nos han permitido vivir en estos tiempos difíciles. Vicente tuvo una visión estratégica muy considerable. Y Francisco Fernández Santamaría, el primero con quien estuve cuatro años completos, era alguien muy cercano, con mucha preocupación por las empresas. Yo era un chaval y aprendí mucho de él, que había sido alcalde de Valladolid y era un hombre muy trabajador, hecho a sí mismo a partir de una pequeña tienda. No olvidaré nunca el proyecto que tenía, de construir un shopping center exclusivo con productos de Valladolid. Un día vino y me dijo: aquí te traigo los estatutos del centro. Tuve que responderle: Pero don Francisco, ¡los textos legales serán competencia mía!
-¿Su vivencia más emotiva?
-Sinceramente, la despedida que me han dado no me la esperaba, con todos los amigos de la cámara, el pleno y los cuatro presidentes vivos.
-¿Y la más amarga?
-Solo me acuerdo de lo bueno y olvido pronto lo malo. Pero el momento más difícil ha sido el de tener que reinventarse por completo después de la desaparición de las cuotas obligatorias. Hubo que priorizar los ingresos y todos nos pusimos manos a la obra a pensar cómo obtenerlos. Aunque mi única obligación como secretario general era analizar las cosas desde el punto de vista jurídico, yo tampoco me quedé parado. Desde entonces la reinvención es continua. Ahora, por ejemplo, Víctor (Caramanzana, el presidente) ha sabido muy bien estrechar las relaciones con la Cámara de España para acceder a las subvenciones de la Unión Europea y con el ayuntamiento y la diputación para que luego esas ayudas reviertan en las empresas.
-A quienes creen que las cámaras están heridas de muerte, ¿qué les dice?
-Bueno, podría ser. No creo en la ley nacional y tampoco en la regional. Mantienen las cámaras pero no las ayudas financieramente. Parece como si el legislador quisiera que se murieran, pero ellas solas. Hubiera preferido una liquidación ordenada, porque no se puede mantener una administración pública con ingresos privados. Hemos salido adelante hasta ahora, pero sin financiación pública es muy complicado. Creo que si acudiéramos al Constitucional éste diría que no se pueden mantener actividades públicas con dinero privado.
-¿Cómo se ve desde la atalaya de sus 41 años de cotización el futuro de unos jóvenes que se afanan por escapar de la precariedad laboral?
-El momento es complicado y desde arriba habría que facilitar el acceso de los jóvenes a las empresas sin que éstas tengan que soportar un gran peso... pero yo no tengo la solución. También es cierto que creo que las personas que trabajan con tesón y lo hacen bien acaban por ser reconocidas. En la cámara tenemos un departamento de orientación laboral y vemos que a la gente joven le cuesta aceptar trabajos, digamos, duros. Y no se puede encontrar algo cómodo cuando se está empezando.
-¿Una advertencia para su sucesor?
-La labor del secretario es de apoyo al presidente, al pleno y al comité ejecutivo, de facilitarles la toma de decisiones acertadas, de una manera callada y hasta cierto punto oculta. El secretario está debajo de la superficie, en el motor, y así debe ser. Debe conocer bien las leyes para aplicarlas bien. No se puede quedar en la letra porque se acabaría equivocando. Hay que saber qué es lo que persigue una ley para poder aplicarla bien.
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