Los estudiantes de tercero A del instituto Pinar de la Rubia. JOSÉ C. CASTILLO
Covid

La pandemia vista desde una clase de Valladolid: así ha pasado el curso el tercero A del Pinar de la Rubia

Los alumnos relatan cómo han vivido el año académico más incierto de sus vidas: menos trabajos en grupo, amistades por Whatsapp y adiós a excursiones

Víctor Vela

Valladolid

Domingo, 30 de mayo 2021, 13:27

A las matemáticas, la literatura, la biología y educación física se ha sumado este curso una nueva asignatura. Gestión psicológica de la pandemia, podría llamarse. Estrategias frente al virus, quizá. Manejo cotidiano de la covid, tal vez. «Ha sido un año complicado», reconoce Maite Izquierdo, directora del instituto Pinar de la Rubia. Son 707 estudiantes. 66 profesores. En total, en sus aulas y pasillos conviven más personas que en 180 de los 225 municipios de la provincia.

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«En septiembre yo no daba un duro, pensé que a los 15 días nos mandaban a todos para casa. Y, al final, se ha demostrado que es el mejor sitio donde los estudiantes pueden estar. No hemos tenido transmisión en las aulas. Todos los casos (tres clases confinadas, una cada trimestre, por brotes de al menos tres positivos en ellas) han sido contagios fuera del centro», asegura la directora, convencida, eso sí, de que este será un curso para no olvidar.

También en la clase de tercero A. Ahora que la temporada académica da sus últimos coletazos, con los exámenes a la vuelta de la esquina y el verano un pasito más allá, los alumnos de este grupo (adolescentes entre los 14 y 15 años, «hay uno de 16») explican cómo la pandemia les ha cambiado la vida, cómo han tenido que adaptarse a estas nuevas formas de aprender, de relacionarse, de pensar en un futuro, ojalá, de nuevo, otra vez, sin mascarillas.

«Al final te acostumbras a llevarla puesta, con media cara tapada.En invierno molestaba menos, claro. Y ahora, cuando alguno se la baja un momento para el almuerzo, dices: 'Pero si ya no me acordaba casi de su cara'». Habla Blanca Arthaud en esta improvisada tertulia, en el patio, bajo los pinos, con un metro y medio de césped entre cada estudiante. «¡La distancia! ¡La distancia!», les insiste Teresa, la profesora de Lengua en esta clase al aire libre.

Mantener esa separación ha sido el machacón objetivo de este año. «A lo mejor a la hora de dar clase no ha habido grandes cambios significativos. Pero ha habido muchas cosas distintas, como la distribución de los pupitres, a la hora de juntarnos en el recreo o de andar por los pasillos. Eso sí que lo notabas», indica Elena Arranz, portavoz de la clase (todas las miradas se dirigen a ella nada más empezar la charla).

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Al inicio del curso –casi de una semana para otra– el equipo directivo del Pinar de La Rubia tuvo que transformar por completo la planificación prevista. A última hora hubo que reorganizarlo todo: se desdoblaron con un aula más segundo y tercero de la ESO (cinco grupos en este último), también los Bachilleratos. Llegaron seis docentes de refuerzo. Hubo que buscar espacios alternativos, reservar las aulas temáticas, más espaciosas (tecnología, plástica, música), para los grupos más numerosos. Los pasillos están llenos de flechas de dirección. Y se parceló el patio. «Los de tercero, por ejemplo, estamos en la misma zona, pero no nos cruzamos con los de otros años», dice Elena. «Así que, si tienes amigos en segundo o en cuarto, no los puedes ver porque están en otra parte del patio», añade Álvaro Escudero, quien subraya lo que se ha perdido, también desde el punto de vista académico, con este tipo de burbujas y restricciones.

«En la asignatura de Tecnología solíamos trabajar en grupos y eso se ha limitado. Este año hemos tenido que fabricar la maqueta de una lavadora (con base de madera, partes de cartón pluma, un bote de 'pringles' para el tambor y un circuito con motor para girar y centrifugar). Hacerlo de forma individual es más difícil y se hace más pesado. En grupo, se reparten las tareas y se hace más rápido». O en Plástica, continúa, donde el proyecto audiovisual (un vídeo sobre el reciclaje) se ha tenido que rodar en parejas y no en cuartetos. «Hasta para grabar tenías que tener cuidado». Por ejemplo, una escena tan simple y representativa como recoger un papel del suelo y tirarlo a la papelera estaba vedada. «Con esto de la covid, al no poder haber contacto, no podíamos tocar esos papeles, por precaución». O nada de deportes de equipo en Educación Física, «como el volley», habitual en otras ocasiones.

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¿Estas limitaciones para juntarse, organizar actividades con chavales de otros cursos, charlar en los recreos... ha tenido consecuencias? «Yo noto que me he distanciado más a la hora de quedar con los amigos», apunta Íker Valle. «Estás más tiempo en casa, con tus padres, y ya no quedas tanto como antes; eso de vamos al parque, a dar una vuelta... eso ha cambiado», añade. El teléfono ha sido un gran aliado. Los grupos de 'Whatsapp' han ardido.

«Estando en cuarentena pruebas miles de cosas. Antes, cuando jugaba a videojuegos, no hablaba con casi ninguna persona que fuese de Internet. Ahora sí, estos meses he hecho amigos por Internet y luego hemos quedado alguna vez. Son buenas personas y también ahí se puede conseguir una bonita amistad», dice Héctor Jiménez, quien durante estos meses de pandemia y estado de alarma ha tenido que echar mano en casa de las rutinas deportivas. «Las actividades extraescolares se cancelaron hasta hace dos meses. Yo, por ejemplo, iba a un club de baloncesto. Y la liga también se nos canceló. Tengo amigos que juegan en clubes de las autonómicas y ahí sí que les dejaron competir, pero la liga colegial no». Menos opciones educativas (ha habido quien ha tenido que renunciar a clases de defensa personal o que ha visto cómo se adaptaban las de artes escénicas), menos oportunidades de quedar con los amigos, menos extraescolares y actividades deportivas. «Y de excursiones nada. O de salidas al centro cívico, para ver una obra de teatro o exposición».

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«Los profesores nos hemos tenido que adaptar, que ser imaginativos, flexibles, que actualizarnos en medios informáticos. ¿Se ha notado en la enseñanza que reciben? Lo que ha pesado ha sido el confinamiento del año pasado. La programación de este curso ya contemplaba la recuperación de materia porque sí que se notó. Hubo alumnos que mantuvieron la rutina de estudios en casa, pero no todos», apunta la directora, Maite Izquierdo.

Este año, como apoyo o de forma esporádica, también se ha tenido que echar mano de la enseñanza 'on-line': cada vez que un alumno ha estado confinado. En esta clase de tercero A, les ha tocado a cuatro chavales. No contrajeron el coronavirus, pero sí que estuvieron en contacto directo con positivos, por lo que tuvieron que guardar cuarentena. «Mientras estás en casa haces deberes, pones las cosas un poco al día. Te conectabas al ordenador porque ponían una cámara en clase para que las pudieras seguir, con sonido y enfocando a la pizarra. Estás así quince días y cuando vuelves te cuesta un poco más ponerte al día», admite Blanca. También Lucía Casares tuvo que seguir durante unos días las clases por videollamadas, por la plataforma 'on-line' Teams. «Era un poco lioso. A veces se cortaba la conexión. Pero mejor eso que no poder dar clase».

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¿Y en el futuro? ¿Puede afectar esto al trabajo, a las salidas profesionales, a los estudios que se elegirán al terminar en el instituto? «La crisis económica sí que puede ser un problema. No hay tantos puestos de trabajo. Pero pienso que toda esta situación se va a ir normalizando. La humanidad ha pasado por muchas pandemias. Y supongo que en un futuro no nos afectará tanto. Vamos a tener que convivir con ello, pero como estaremos todos vacunados, que con el tiempo será como un resfriado normal. Y si estamos malos, nos quedamos en casa y ya», indica Javier Franco, en una clase integrada también por Magín, Sebastián, Nidia, Daniel, Celia, Mariano, Pablo, dos Sergio, otro Íker, otro Álvaro, otra Lucía.

«Lo peor de todo esto es no poder darse abrazos. Es inevitables. Sobre todo si sales de una cuarentena, o cuando estuvimos en el confinamiento, ves a gente después de mucho tiempo, pero no puede tener contacto con ellos», asegura Blanca. Y ahora, por delante, el verano de los 15 años. Con muchas miradas de adultos sobre lo que los jóvenes pueden o no deben hacer. «El verano pasado yo me lo esperaba bastante peor. Tampoco se podían hacer muchas cosas, pero no se pasó tan mal. El que viene ahora será bastante mejor». «Ya lo tenemos más controlado, encima las vacunas ayudan a que te puedas juntar más, por ejemplo con tus abuelos o la familia». ¿Y el curso que viene?«Pues igual que este. A lo mejor sigue habiendo algunas restricciones, pero irá mejorando poco a poco. No creo que se pueda ir a peor», concluye Héctor antes de que suene el timbre, de que se termine la jornada, de que haya que dejar el césped y volver a esa clase de pupitres separados. Y por el camino de flechas en el suelo, de nuevo el recordatorio de la profesora: «¡La distancia! ¡Acordaos de la distancia!«.

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