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El 22 de agosto la localidad vallisoletana de Torrelobatón decidió autoconfinarse para frenar un contagio que llegó a afectar a más de un centenar de ... sus 400 vecinos. Dos días antes, Raquel Domínguez (37 años) cerró el bar Los Castillos y unos días después su hijo Alex dio positivo. Ahí comenzó un aislamiento domiciliario que ha incluido también a su hija Yanira y se ha prolongado durante un mes. «El primer abrazo que pude dar a Alex fue el miércoles 16 de septiembre, y dos días después a Yanira, cuando nos dijeron que ambas dimos negativo; fue muy emotivo, o he podido abrazarle durante un mes, así que estuve llorando todo el día porque fue él quien me lo pidió», cuenta Raquel recordando los días sumidos en una rutina plomiza, levantándose de la cama más tarde de lo habitual, dejando pasar las horas entre partidas de parchís por el móvil, programas de televisión, sesiones de tik tok y ejercicio físico. «Dentro de lo que cabe lo hemos llevado bien porque somos vitalistas y alegres... Alex tiene un montón de animales en la cochera y cuando bajaba a echarlos de comer después yo pasaba limpiando todo con lejía».
Durante el tiempo de reclusión cada uno comía en su habitación, con alguna esporádica incursión de su hija al sofá del salón para cenar juntas «cada una en una punta». La vivencia de este período de incertidumbre se ha visto más ensombrecida por la negativa sanitaria a hacer la segunda prueba PCR a Raquel y a su hija, que han tenido que recurrir a laboratorios privados abonándola por su cuenta. «A los 14 días de aislamiento llamaban a la gente del pueblo para que se hiciera la segunda prueba, pero con nosotros nadie contactó. Alex seguía con síntomas y el médico sustituto del habitual nos dijo que no le harían la PCR de nuevo porque había cambiado el protocolo. Le hice saber que el médico de cabecera nos había comentado que hasta que mi hijo diera negativo en una prueba no se podía incorporar al bar ni podíamos hacer vida normal. Al final se la hicieron a Alex, pero no a mí ni a mi hija, que hemos convivido con él, y yo además teniendo que abrir el bar y mi hija que ir al instituto; así que tuvimos que hacerlas y pagarlas de nuestro bolsillo». Ambas están 'limpias' de covid, al igual que Álex tras un mes de encierro. En el instituto de la pequeña, cuenta que la dirección ha agradecido que la familia haya comunicado su situación y obrado con todas las garantías sanitarias. «Tengo muchas ganas de abrir el bar, de coger los horarios de antes», comenta Raquel mientras limpia a fondo y llena la cámaras del bar, que, por fin, pudo abrir el pasado miércoles.
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