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Han pasado ya casi 36 años desde aquella noche de junio de 1986 en la que se perdió el rastro a Juan Pedro, un niño murciano de 10 años que viajaba junto a sus padres con destino a Bilbao. Lo hacía en un camión cargado ... con más de 23.000 kilos de ácido que sufrió un accidente en la linde entre Segovia y Madrid, en el puerto de Somosierra. Sus padres fallecieron en el trágico suceso pero de Juan Pedro nunca se supo más. Su cuerpo no estaba en el lugar del accidente.
Paco Lobatón, periodista comprometido durante décadas en la búsqueda de personas desaparecidas y en el apoyo a sus familias, recuerda a la perfección un caso que ha llegado a ser catalogado por la Europol como la desaparición más extraña de Europa y que apenas ha tenido avances significativos durante las últimas décadas. «Tan solo por el esfuerzo de su familia», señala Lobatón sobre una búsqueda que sigue abierta gracias al empeño del tío de Juan Pedro, reconocido este mismo año por la Fundación QSD Global impulsada por el propio periodista andaluz.
En los juzgados, la búsqueda de Juan Pedro lleva años parada. Sin elementos probatorios que muestren pista alguna sobre su posible paradero, la causa está sobreseída y archivada. «Eso no quiere decir que no pueda ser reabierta si aparece alguna pista», precisa el periodista.
Lobatón mantiene la esperanza. Aunque hayan pasado casi cuatro décadas de aquella noche de verano de 1986, considera que «la posibilidad de que esta persona [Juan Pedro] esté en algún lugar del mundo no es una entelequia». Si así fuera, Juan Pedro tendría ahora 46 años de edad.
La desaparición de aquel niño murciano en la sierra que separa Segovia de Madrid sigue siendo hoy en día una de los sucesos más mediáticos que se han producido en España en las últimas décadas. Y la investigación que se llevó a cabo también ha sido objeto de críticas. «Fue flagrante. Hubo muchos errores y confusión», recuerda Paco Lobatón sobre las primeras horas y días tras la desaparición. «Los criterios, los medios y el personal no tienen nada que ver con los que hay en la actualidad», añade. Por todo ello, «y sin ningún ánimo revanchista», el periodista no descarta realizar en el futuro una reconstrucción de todo lo ocurrido durante aquel verano de 1986 en el puerto de Somosierra.
El extraño suceso ha contado con diferentes hipótesis. Una de ellas, prácticamente descartada, apuntaba que Juan Pedro podría haberse disuelto en ácido, pero extremo quedó descartado al comprobarse que el efecto del óleum durante el tiempo que transcurrió entre el accidente y la llegada de la Guardia Civil hubiese dejado, al menos, restos óseos del pequeño. La otra hipótesis es que el niño pudo ser secuestrado. Durante la investigación trascendió que algunos testigos aseguraron que habían visto, en el momento del accidente, a un hombre y una mujer salir de una furgoneta, en la que esperaba otra mujer de avanzada edad. Y que podrían haberse llevado al niño.
La familia del pequeño ha venido sosteniendo que este fue secuestrado, pero antes del accidente, durante el refrigerio que tomaron los padres en el mesón Aragón, de Cabanillas de la Sierra. Esta hipótesis mantiene que, tras su desaparición, el padre persiguió a los captores y por ello alcanzó una velocidad inadecuada para un camión y por ello sufrió el accidente.
Esta hipótesis fue reforzada por el testimonio del dueño de una autoescuela del centro de Madrid que, en 1987, aseguró que una anciana ciega iraní entró en su negocio preguntando por la ubicación de la Embajada de Estados Unidos. La acompañaba, a modo de lazarillo, un niño de 10 u 11 años, que hablaba con acento parecido al andaluz y parecía desorientado.
El encargado del establecimiento juró y perjuró que el crío era Juan Pedro y que la invidente podría ser la mujer mayor que esperaba en la Nissan Vanette apuntada por unos testigos en el lugar del siniestro, pero nada se supo de esa pista.
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