Secciones
Servicios
Destacamos
Óscar Puente y Manuel Saravia tardaron veinte días en escenificar en público el abrazo que las urnas parecían bendecir el 26 de mayo. Mucho en comparación con el protagonizado por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias este martes, menos de dos días después de conocer ... los resultados del 10N, y muy poco si a estos se les añaden los seis meses de ni contigo ni sin ti precedentes. El martes por la noche, Óscar Puente explicaba a El Norte que, aunque su visión sobre Iglesias no ha variado, «ojalá en el Gobierno cambie y lo vea como a un Manuel Saravia».
Iglesias y Saravia son perfiles que coinciden básicamente en dos cosas. Los dos han ejercido en el ámbito académico, uno en la Complutense como profesor titular interino y el otro en la Universidad de Valladolid como profesor titular de Urbanismo. Y los dos son de izquierdas. De procedencias diferentes y ahora convergidos bajo las mismas siglas, Unidas Podemos, pero ambos en formaciones que tienen en su carácter asambleario una de sus señas de identidad. En este caso, si cabe, más fuerte en Valladolid Toma la Palabra, unión a su vez de IU y Equo. De hecho, fueron sus bases las que permitieron al trío Sánchez-Bustos-Saravia volver a presentarse por tercera vez como medida extraordinaria, contra lo que marcaban los estatutos. Fue el empujón clave para que Saravia volviera a un ruedo del que amenazó con dimitir en varias ocasiones. Todo lo contrario que Iglesias, al que se le ha mermado radicalmente el equipo fundador tras las salidas de Bescansa, Errejón, Monedero y Alegre. Solo queda él.
Llevado al terreno municipal, o viceversa, Manuel Saravia es el vicepresidente de Óscar Puente como Pablo Iglesias aspira a ser el teniente de alcalde de Pedro Sánchez. Puestos de relevancia para los que hace falta un entendimiento que en ambos casos ha sido complicado, aunque más llevadero en el caso del primer mandato del Gobierno municipal PSOE-VTLP. En esos cuatro años, Puente se fijó como objetivo mantener la paz entre todos los implicados. No le quedaba otra. El PSOE había accedido a la Alcaldía con su registro más bajo, ocho concejales, sostenido por los 4 de Valladolid Toma la Palabra y los 3 de Podemos (luego Sí se Puede).
Un baile de un solo edil le dejaba fuera del puesto y permitía el Gobierno de la derecha. Así, el alcalde llegó a ponerse incluso de parte de sus socios en alguna de las pequeñas discrepancias cotidianas que surgen en estos casos. Pasado el 26M, el escenario cambió. Al PSOE municipal le emergieron de golpe dos opciones de Gobierno, la de mantener la coalición con VTLP o buscar un acuerdo con Ciudadanos, repleto de caras nuevas en el Salón de Plenos y con un talante más moderado. Y la negociación acabó en bronca.
«Suspender la consulta [a las bases de VTLP sobre el acuerdo de coalición] responde a seguir tirando de la cuerda sin asumir que la cuerda se puede romper. Y se rompió», escribió Puente en Twitter.
Yo te lo explico. Para que os ahorréis las conspiranoias y el pacto con otras fuerzas que nunca busqué y que no pretendo. Suspender la consulta responde a seguir tirando de la cuerda sin asumir que la cuerda se puede romper. Y se rompió.
Oscar Puente (@oscar_puente_) June 8, 2019
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias rompieron antes de unirse. No hubo coalición antes de la ruptura, sino más bien al contrario, aires de 'sorpasso' morado, invectivas al 'PPSOE', un duelo por ocupar «la verdadera izquierda»... En el fondo, sin embargo, ambos divorcios se fundamentaban en las mismas bases. El PSOE contaba con 123 escaños y Podemos con 33, y a los socialistas les hubiera valido, Rivera mediante, con alcanzar un pacto con Ciudadanos para superar la barrera de los 176.
Así que, a la hora de negociar, en ambos casos el PSOE se consideró muy generoso y los Podemos/VTLP lo creyeron cicatero. Pablo Iglesias pidió los ministerios de Hacienda y Trabajo y una vicepresidencia. Manuel Saravia y VTLP querían conservar todas sus atribuciones: Urbanismo, Infraestructuras, Medio Ambiente, Sostenibilidad, Deporte, Participación Ciudadana, Juventud. La respuesta de los socialistas fue, y ahí sí coincidieron Iglesias y Saravia, inadecuada. Casi humillante. El teniente de alcalde habló de que se quería «imponer un trágala» a su formación restándoles competencias a sus áreas. El aspirante a vicepresidente consideró que le ofrecían «ministerios florero», Sanidad y Vivienda.
La brecha anímica que propició aquel encontronazo Puente-Saravia sirve de ejemplo para lo que se puede encontrar el tándem Sánchez-Iglesias después del abrazo simbólico. En estas discusiones, siempre hay una frase que dolió más que ninguna. Saravia y los suyos no entendieron «la forma en que Puente lo expuso, con una animadversión y una dureza totalmente innecesarias...». «Nosotros no le hemos insultado nunca, y lo del lunes era una colección de insultos bastante dolorosa», contaba en plena trifulca a El Norte, después de una asamblea en la que los suyos le pidieron tratar de arreglarlo a toda costa. Sánchez soltó aquello de que no dormiría tranquilo con Iglesias como aliado, y tras el abrazo del preacuerdo esa frase ha repiqueteado en cada noticia y pieza de televisión o radio.
«Eso daña la relación, sin ninguna duda», decía Saravia entonces.
Transcurridos cinco meses desde el abrazo municipal, al abrazo nacional le puede servir de guía lo que ha ocurrido aquí. Quizá sea esa la transformación a la que Puente se refiere cuando habla de Iglesias. Saravia, el hombre sin vacaciones, ha continuado con sus tareas tras pasar un luto doloroso. Ese periodo en el que hay que ejecutar el trasvase de competencias pactado. Infraestructuras para Luis Vélez, Juventud para Victoria Soto, Limpieza para José Antonio Otero.
Fue el momento más delicado, el de las tiranteces. Que en el caso de Sánchez puede que aparezcan en los propios antes que en los ajenos, puesto que en el nuevo Gobierno solo habría una forma de que cupieran todos: irse a 17 ministerios y dos vicepresidencias. En caso contrario, Sánchez tendrá que dejar caer alguna de sus piezas para acomodar sillones. Y en este cálculo no entra un factor de riesgo extra: Irene Montero, esposa de Pablo Iglesias. El 'matrimonio de ministros de Galapagar' suena a eslogan fácil y tentador para los rivales políticos. Y puede ser una considerable piedra de desgaste.
Pasado el tiempo, Manuel Saravia continúa como aliado de Óscar Puente, empeñado en tejer su concepto de ciudad en torno a un Plan General alejado del que mantenía el PP. Decisiones políticas por encima de la mayor o menor simpatía de cada momento. El paso que Puente espera que sea capaz de dar Pablo Iglesias, alejándose de rencores y centrándose en medidas concretas, desde un punto de vista de izquierdas y con lealtad institucional al resto del Gobierno. Y eso empieza, en el caso nacional, por olvidarse de discursos amigables hacia el separatismo catalán, por ejemplo. A Torra no le ha pasado inadvertido. Ya ha pedido a los 'comunes' que apoyen el indulto a los presos del procés.
La experiencia de Toma la Palabra aún le puede deparar una última enseñanza a Unidas Podemos. En las elecciones de 2015 la formación de Saravia obtuvo 4 ediles y 22.259 votos. Podemos (luego Sí se Puede), sacó 3 concejales y 16.585 votos.
Cuatro años más tarde, tras haber apoyado el Gobierno desde fuera, y con una ruptura interna al poco de empezar, Podemos se quedó a cero en ediles, con poco más de cinco mil votos. Toma la Palabra, dentro del Gobierno municipal, se dejó un concejal y 4.500 votos.
El PSOE absorbió los cuatro. Y entonces, como ha ocurrido este 10N, todo cambió.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.