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No hay constancia para los historiadores de noticias de Valladolid como ciudad anteriores al siglo XI, en plena Edad Media. Antes de que la Plaza Mayor vallisoletana con su mercado se erigiera como el centro neurálgico de la urbe, existen evidencias de que Pucela tuvo dos centros urbanos a una escasa distancia entre sí construidos alrededor de dos templos. ¿Pero dónde se encuentran los orígenes de una villa que daba sus primeros pasos? Se abre el hilo para desentrañar el camino que lleva a las raíces de Valladolid:
• Quienes dan un paseo por la plaza de San Miguel observan el imponente edificio de ocho plantas del Hotel Olid, un aparcabicis municipal cubierto, algunos comercios, bares de copas en las cercanías y árboles en la plaza. Los más observadores reparan que algunos de los adoquines que adornan el suelo de la plaza son de color rojo y forman figuras geométricas. Desde las alturas se aprecia que los adoquines dibujan el trazado de los cimientos del antiguo templo consagrado a San Pelayo, un edificio que se alzaba como centro de la aldea con varias viviendas, granjas y muros fortificados. Este lugar supone el orígen de la villa de Valladolid bajo el reinado de Fernando I de León.
• Uno de los primeros núcleos urbanos debió articularse entre las iglesias de San Julián y San Pelayo (la que un siglo más tarde se llamaría San Miguel), ceñido al río Esgueva en buena medida. El otro, que se sitúa a oriente de ese mismo brazo de agua, tiene como centro la colegiata dedicada a Santa María –tradicionalmente llamada 'La Mayor'–, que el conde Pedro Ansúrez, señor feudal del lugar, dotó en el año 1094. Durante la reforma de la plaza de San Miguel iniciada por el alcalde Javier León de la Riva en 2009 se encontraron marcas que delimitaban la planta de la antigua iglesia, pero apenas se encontraron más restos después del derribo en 1777 de este templo.
• La plaza de San Miguel es el centro geométrico de la villa de Valladolid en su primitiva formación, aparece cercado con su primera muralla, la más antigua de las conocidas. En ella como es de suponer, estaría el núcleo más importante en la vida de la población, que, sin embargo, se desplazó en cierta actividad, la del mercado, hacia la parte más meridional, por lo que se llamó el Azuguejo, próximo, a la actual calle de la Platería. El arquitecto y profesor de la Universidad de Valladolid Eduardo Carazo asegura que «en la plaza de San Miguel se encuentra el origen fundacional de Valladolid anterior al Conde Ansúrez».
• En el interior de la actual plaza de San Miguel se hallaron hace unos pocos años los restos que quedaban de la primitiva iglesia del mismo nombre. Dicha abadía fue edificada en el siglo XI, aunque bajo la advocación de San Pelayo, siendo una de las dos parroquias con que contaba por entonces la villa. El primitivo templo cambió pronto su veneración a la del arcángel San Miguel bajo la orden benedictina de Cluny. Según varios autores, la aldea tuvo una extensión de 20 hectáreas intramuros y en el año 1200 la población alcanzó a la de la ciudad de León, de orígenes romanos.
• Un elemento importante del templo fueron las siete campanas de la torre. En la historia local de Valladolid se menciona frecuentemente la iglesia de San Miguel y sus campanas, en especial la dedicada al pueblo, la que con su tañido reunía a los miembros del Concejo para que allí mismo al pie de la iglesia tuvieran una reunión para discutir las demandas y preocupaciones de los ciudadanos. El historiador Canesi relata cómo al toque de campana los vallisoletanos alborotados y enaltecidos se reunieron junto a la iglesia de San Miguel intentando oponerse a que el emperador Carlos I saliera de la ciudad con la intención de celebrar cortes en Santiago.
• El mes de septiembre del año 1777 fue el último de las deterioradas iglesias de San Miguel y San Julián que fueron derribadas para mayor amplitud de la plaza, de acuerdo a las crónicas de la época del historiador Agapito y Revilla. Por una orden de Carlos III, los dos templos fueron fusionados en uno nuevo construido en el solar de San Julián a la iglesia de San Ignacio. En San Miguel se mantuvo una plaza pública rodeada de casas bajas con patio de vecinos de gran antigüedad. Ahora se puede seguir el camino de los adoquines rojos que transporta a los tiempos que esta plaza como testigos del comienzo de una ciudad.
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