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La Plaza Mayor de Valladolid es una de las más antiguas de España, más incluso que la de Salamanca y Madrid tal y como escribe el urbanista vallisoletano Antonio Giraldo. Sus orígenes se remontan al siglo XIV y al reinado de Felipe II. Durante lustros los artesanos de la ciudad establecieron sus talleres en los bajos de los edificios que rodean la plaza, mientras que en el piso superior se erigieron sus viviendas.
Ahora los paseantes recorren cafeterías emblemáticas, comercios tradicionales, bancos y joyerías que sustituyen a los antiguos talleres artesanos. Únicamente los más observadores se percatan de unos pequeños huecos cubiertos en el techo blanco de los soportales cerca de la Calle Ferrari y de la plaza de la Fuente Dorada. ¿Pueden ser antiguas salidas de humo?¿Algún motivo exótico de decoración? Entra el hilo:
• La explicación debe buscarse en los casi 500 años de historia de la Plaza Mayor de la capital del Pisuerga con su característico color rojo que la emparenta con Moscú. Este tono uniforme en 21 edificios del conjunto arquitectónico es más reciente, de hace un cuarto de siglo. Por eso es necesario remontarse más atrás. Antes incluso de la construcción rectangular del foro de la ciudad por orden de Felipe II, el centro de la ciudad era un punto de reunión de mercaderes y artesanos en la Plaza del Mercado.
• La organización económica medieval hizo habitual que los artesanos con un mismo oficio se agrupaban en gremios: asociaciones en las que se compartían las instalaciones del taller y se fomentaba la enseñanza entre maestros, oficiales (rango intermedio) y aprendices.
• El objetivo de los gremios castellanos, según el historiador Damián González, era «formar una asociación de maestros o titulares del negocio, generalmente pequeños productores, con la que regular la actividad profesional a la que se dedicaban y obtener el monopolio de la misma en el término municipal de la localidad donde se hallaban radicados». Otras de las tareas que llevaron a cabo estas organizaciones fueron el control de la calidad técnica de la producción y la formación de tribunales de justicia especiales para juzgar los fraudes en la misma, así como otros asuntos tocantes a cada profesión.
• Vías céntricas vallisoletanas como las calles de la Platería, Lencería y Cebadería toman sus nombres de los gremios que rodeaban la Plaza del Mercado, que en su origen tenía una forma triangular. Lo habitual era que los artesanos trabajaran y vivieran en los edificios que rodeaban el zoco. Los soportales son una típica construcción castellana utilizada para proteger a los artesanos de las inclemencias del tiempo, de la lluvia, el fuerte sol o el viento. Sin embargo, era habitual que los comerciantes tuvieran puestos exteriores en los soportales en frente de su taller. Esto hacia que no se pudiera transitar por ellos en el siglo XVI, algo que ha cambiado totalmente en la actualidad ya que es común pasear por esas zonas.
• A pie de calle estaba el taller, visible al público, según las normas que regían los oficios. Este espacio, en la mayor parte de ocasiones, ejercía también de local comercial. Los pisos superiores eran el hogar del maestro propietario del negocio y de su familia, pero también de los aprendices a los que debían alojar, alimentar y enseñar la doctrina cristiana durante su formación, un periodo que se extendía de cuatro a ocho años.
• Estos originales agujeros servían para que los artesanos pudieran ver a través de ellos, sin bajar de sus casas, quién llamaba a las puertas de sus talleres a pie de calle. De esta manera, bajaban a la planta baja para realizar la venta o, incluso, en algunas ocasiones, abrían para que el cliente subiera a su casa-taller para dar el servicio correspondiente que desarrollasen. Eduardo Carazo, profesor de la Universidad de Valladolid y arquitecto especializado en la rehabilitación de edificios históricos, menciona que «las casas de la Plaza Mayor eran como chalets adosados con fachadas de tres metros de ancho, con un piso inferior como taller y uno superior como vivienda. Incluso en la parte trasera durante el siglo XVI había patios».
• Diana Vives, dueña junto a su marido de la juguetería Mentaberry, puntualiza que «los huecos de los soportales de la plaza eran en realidad mirillas que permitían ver quien llamaba a la puerta desde el segundo piso. Estaban cubiertas por alfombras y los artesanos las retiraban cuando querían ver a través de ellas. Podían decidir si abrir, si lanzar las llaves para que entrasen». Estas mirillas eran correderas, con una pequeña tablita de madera para que pudieran ser cerradas mientras no se utilizaban.
• Esta estructura del taller en la planta baja y las viviendas justo encima se mantuvo varios siglos, hasta los años 30 del siglo XX. Bajo este modelo gremial de taller o comercio bajo la vivienda del propietario, se construyeron varias viviendas con mirillas en un edificio que se levantó después de la demolición en el año 1836 del convento de San Francisco, donde hoy se halla el Teatro Zorrilla. El edificio religioso ocupaba un gran espacio, desde el Ayuntamiento (fue derribado para construir el primer edificio consistorial) hasta la calle Ferrari. El número de mirillas se corresponde con el de edificios en los soportales y para Carazo no han cambiado apenas la distancia entre columnas que los sustentan a lo largo de los siglos.
• La bibliografía es escasa, al igual que las alusiones a las mirillas, pero en el siglo XVI podría calcularse que alrededor del zoco había un centenar de edificios que probablemente tuviesen mirillas. El incendio en la Plaza Mayor terminó con buena parte de los edificios (se calcula que un 10% de las viviendas de la época) y de las mirillas originales en septiembre de 1561. Este tipo de instalaciones eran los porteros automáticos de época con una función parecida, como ojos para los propietarios que veían el exterior de sus hogares y decidían si lanzar las llaves después de ver quien llamaba a su puerta. Todo ello sin la necesidad de que el propietario bajase desde su vivienda.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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