«Mi padre tuvo que vender varias de sus vacas para pagarme el viaje en patera hasta Canarias». Lo cuenta Omar Camara, un joven de Mauritania que en 2008, con apenas 16 años, dejó atrás su casa, su familia, sus seis hermanos pequeños, para probar ... suerte en Europa. Él fue un menor extranjero no acompañado cuando la trifulca política no había reparado en los 'menas' aún. Él fue uno de esos chavales que atraviesan un océano en cayuco sin saber lo que habrá al otro lado del mar. Él es, hoy, un joven que trabaja como repartidor en Segovia y Valladolid y que esta semana se ha acercado para compartir su experiencia con estudiantes de segundo de Derecho en la Universidad.
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«La migración es uno de los retos más importantes a los que se enfrenta nuestro país y tenemos que abordarlo desde los derechos y la dignidad de millones de personas», dice Fernando Rey, catedrático de Derecho Constitucional y el profesor que ha invitado a Omar y a Accem, la entidad que lo acogió en Castilla y León, para presentar 'La brecha de los sueños'. Con esta campaña, la ONG quiere «romper prejuicios, acabar con los estereotipos y mostrar que la diversidad es un valor inherente de la sociedad española». Uno de cada cuatro niños nacidos entre 2021 y 2023 en España tiene un padre o una madre extranjero. El 21% de los bebés nacidos el año pasado en Valladolid son hijos de una madre llegada de otros países. Esos pequeños crecerán, tendrán sus sueños y lucharán por ellos en su nuevo país de acogida. Aunque no siempre lo tienen fácil. «Existen barreras aspiracionales que hay que derribar», explican desde Accem. Sobre todo, por la falta de referentes.
En la actualidad, una parte importante de la población migrante trabaja en la agricultura, la hostelería, los cuidados. En ocasiones, con una constatada sobrecualificación. Sus hijos sueñan con ser, tal vez, médicos, abogados, 'influencers', profesores. Pero, en tantas ocasiones, existen impedimentos en el camino que no lo ponen fácil. «Esa brecha es con la que queremos acabar», asegura Ana Fernández, trabajadora de Accem, quien recuerda que «la discriminación no puede terminar con las motivaciones de los niños y adolescentes».
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Víctor Vela
Omar siempre quiso ser carpintero. Allí donde otros chavales dicen que bombero, arquitecto o futbolista, él respondía siempre que la madera era su pasión. Había visto a su padre trabajarla allí en su casa en Mauritania. Y a eso se quería dedicar cuando fuera mayor. Lo consiguió durante una pequeña temporada a su llegada a España. Después de aquella travesía en patera hasta Canarias, después de ocho largos meses en la Península, Omar recaló, recién cumplidos los 17, en el hogar para menores extranjeros no acompañados que Accem tiene en Segovia. Allí se encontró, dice, con una nueva familia, con Mohammed Abdous a la cabeza. El sueño de Moha, en su Marruecos natal, era ser en Europa profesor de francés. Se formó para ello, pero, al llegar a España, tuvo que subirse al andamio para sobrevivir. «Me tocó adaptarme, como a tantos. Hacer un esfuerzo para salir adelante»: Tardó ocho años en homologar su título. Al final lo consiguió. Hoy coordina ese centro de menores en el que acompaña a chavales que, como él, como Omar, han llegado desde otros países para buscar un futuro que se parezca, lo más posible, a lo que en algún momento soñaron.
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Y no es fácil. «Estos menores se enfrentan a muchos retos. El primero es el idioma, que en muchos casos desconocen y es siempre la vía más rápida de integración. Vienen con la idea de trabajar pronto, pero hay etapas que no se pueden saltar: el idioma, conocer la cultura, aprender en algunos casos un oficio. Y luego están los prejuicios que existen en segmentos de la población, el trato discriminatorio que pueden sufrir, enfrentarse a gestiones administrativas que no son sencillas…», explica Mohammed, quien invita, en esta clase de Derecho, ante la mirada de futuros abogados, a «reconocer la diversidad». ¿Cómo? «Con el uso de un lenguaje no discriminatorio, con el aprendizaje de idiomas, el conocimiento de otras culturas a través del viaje, la representación de realidades inclusivas en el cine o la literatura, el fomento de las relaciones de amistad con personas llegada de otros países…».
«Yo he conseguido poco a poco superar esos retos y cumplir mis sueños», cuenta Omar, quien recuerda que uno de sus primeros desafíos, al cumplir los 18, fue sacarse el carné de conducir. Durante un pequeño periodo de tiempo consiguió su sueño de convertirse en carpintero. Lo logró en un taller de Segovia. «Pero llegó la crisis y me quedé sin trabajo». Omar emigró a Europa. Durante doce años viajó por Francia, Italia, Países Bajos, tres meses en Alemania. «He trabajado de camarero, de temporero en la agricultura… de todo». Hace apenas siete meses regresó a Segovia, donde ahora trabaja como repartidor de paquetería. «Sí que he vivido situaciones de discriminación. A veces, cuando llamo al timbre, tengo que tapar la cámara del telefonillo porque si soy negro no me abren… aunque traiga el paquete que han pedido. O me dicen que lo deje en el ascensor. Me ha pasado. Y me entristece que estas cosas pasen todavía en pleno siglo XXI. No le doy más importancia, no lo juzgo. Pero me quedo con lo bueno, porque también hay personas que me han invitado a tomar un café».
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Daniel Luque, responsable de Accem en Castilla y León, lamenta que se produzcan situaciones así (esa puerta que no se abre por miedo al diferente, por rechazo al migrante). «Si te fijas en un parque, verás a niños de distintos lugares que juegan sin problema, no hacen distinciones. Somos los adultos los que nos manejamos con prejuicios. Hay encuestas que sitúan la migración como el principal problema de este país, por encima de la vivienda o la economía, cuando no hay datos oficiales que vinculen más delincuencia con más inmigración». «Estamos en un contexto, en un marco político y social que no es muy favorable para las personas migrantes», reconoce Diego Cebas, coordinador de Accem en Valladolid, quien insiste -en este foro de estudiantes de Derecho- en poner el foco en el reconocimiento de los derechos (recogidos en la Constitución y las leyes internacionales) que amparan a las personas migrantes y a los solicitantes de asilo y protección internacional. Y a esto se suma Fernando Rey, quien insiste a sus alumnos que han de trabajar en su futura profesión sin atender a prejuicios o estereotipos. Será este, aseguran, un primer paso para romper con esa brecha de los sueños que encuentra cifras en un informe del Instituto Ortega y Gasset. Uno de sus trabajos afirma que el 70% de los jóvenes de familias extranjeras aspiran a tener estudios superiores («un porcentaje similar al de los hijos de padres españoles»), pero solo el 57% lo ve como algo realista». Acabar con esas limitaciones, apuntan desde Accem, es el reto para destrozar estereotipos y «normalizar la diversidad en todos los ámbitos».
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