No se le borra a Francisco Posada de la mente el silencio que durante meses invadió su hotel. Tampoco quiere. Porque así, dice el director del Coloquio, valora más el poder trabajar, que las instalaciones estén en funcionamiento y la clientela llene cada semana sus ... habitaciones. El recuerdo que tiene de aquellos meses es crudo. Lo pasó «realmente mal». «El vacío de un hotel es muy duro porque se hace para que vengan clientes y esté lleno de gente. Venir, pasar por las habitaciones vacías, ese silencio daba miedo», admite, al tiempo que insiste en «valorar ahora que estamos abiertos y acordarnos de cómo estábamos hace un año».
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Llegó incluso a afirmar que el sector estaba en la UCI. Que necesitaba cuidados intensivos, un SOS directo a las administraciones para que les «salvaran». «Estábamos al borde de la muerte, cerrados y sin ningún tipo de ayudas. Las maquinarias de los hoteles están hechas para estar funcionando y hubo muchos que no pudieron apagarlas porque se estropeaban; fueron costes fijos muy elevados durante seis meses», sostiene.
No obstante, teme que las consecuencias de haber estado tanto tiempo parados comiencen a ser palpables. «Estamos empezando a salir ahora. Con el tiempo veremos el agujero de haber estado tanto tiempo cerrados, hay que empezar a devolver los créditos y habrá quienes lo pasen muy mal para devolver todo lo que tuvieron que pedir», argumenta.
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