![Obituario: Jesús Pérez Rodríguez, el mercero más conocido de Valladolid](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202201/27/media/cortadas/flecoster-kysF-U160680771621AUC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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El pasado 22 de enero de 2022, Jesús Pérez Rodríguez falleció a los 93 años de edad y su hijo, Jesús Abdón Pérez, recuerda la vida de un hombre «trabajador, cariñoso e incansable».
Procedente de una familia de comerciantes, sus bisabuelos, llegados de Astorga, abrieron ... en Valladolid 'La Astorgana' en 1913 en la calle Angustias, cerca de donde está el actual Teatro Calderón. Ellos traían mercería y comenzaron con uno de los negocios insignia de la ciudad. Poco tiempo después, trasladaron el negocio a la calle del Val y allí fue donde nació Jesús el 9 de septiembre de 1928.
«Lo que recordaba siempre mi padre de su niñez es cuando, durante la Guerra Civil, tenían que meterse en el refugio cuando sonaban las sirenas y allí entraba todo el que estuviese cerca», cuenta su hijo, Jesús Abdón Pérez. Además, durante esa etapa tuvieron a un oficial alemán en su casa «por tener posibles económicos» y este le dejó una insignia del águila con la cruz gamada que ahora conserva su hijo.
Su familia hacía trueques para subsistir y Jesús Pérez trabajó desde pequeño en el negocio. «Conocía toda la mercancía existente en el mundo de la mercería, era un verdadero apasionado que dedicó su vida a ello».
Ya de joven, Jesús estudió en la Escuela de Comercio y en la de Artes y Oficios porque «siempre ha sido muy manitas». Tras su etapa de estudiante se desvincula del negocio familiar y decide coger el relevo de una mercería existente llamada 'Modas Nati', en la calle Cánovas del Castillo. Decide que es una buena oportunidad y en apenas unos años ya contaba con varias dependientas para llevar la tienda. «Tenía, incluso, una única persona encargada de arreglar las medias durante toda la jornada», cuenta su hijo.
En los años 60 y 70 su negocio era uno de los más prósperos de la ciudad y se codeaba con comerciantes locales, como Justo Muñoz, Ambrosio Rodríguez o los propietarios de Mentaberry. «En ese ámbito mi padre se mete como miembro del Círculo de Recreo y hasta hace cuatro años ha sido secretario de la junta directiva de este. Ha estado siempre vinculado a Valladolid y a su gente».
En esta época, ya había conocido a la que sería el amor de su vida y se convertiría en la madre de sus hijos: Ester Rodríguez Noel. Su romance surgió, como solía ocurrir por entonces, a raíz de los paseos que ambos daban de mozos por la calle Santiago. «Por lo que contaba mi padre, los chicos iban por un lado y las chicas por otro, ellos debieron verse varias veces y comenzaron a hablar». Esther, con apenas 17 años, se enamoró «locamente» del comerciante y en mayo de 1962 contrajeron matrimonio en la iglesia de San Lorenzo. Un año después del enlace nació su primer hijo y al cabo de otro año, el segundo.
Tras su matrimonio, se mudó a la calle Dos de Mayo, frente a la Marquesina, don de estaba situado el mercado de la fruta. «Fue un padre ejemplar, siempre estaba pendiente de nosotros y de que no nos faltase de nada. Recuerdo que no s llevaba a descargar camiones de mercancía y a nosotros nos encantaba». Además, tuvo especial preocupación por los estudios de sus hijos.
Como esposo, cuenta su hijo, estaba «siempre preocupado por cómo estuviese mi madre y nos exigía a nosotros que la respetásemos incluso más que a él».
Pero no será hasta 1971 cuando abandona 'Modas Nati' para abrir su propio negocio con el nombre que él deseó: 'Flecoster'. La calle Santa María esquina con Menéndez Pelayo fue la ubicación elegida para este próspero comercio de mercería. Allí comenzó con el negocio que terminaría siendo uno de los más longevos de Valladolid y al que acudían cada día cientos de clientes en busca de pasamanería, botones, medias y cientos de artículos que solo se encontraban en este comercio.
En 'Flecoster' trabajó «sin descanso» y enseño a su primogénito la profesión de mercero. Francisco Javier tomó las riendas tras la jubilación de Jesús.
«Dedicó su vida a la tienda y cuando le llegó la edad no quería jubilarse, le tuvimos que obligar con casi 80 años a dejarlo», recuerda. El día a día de Jesús transcurría paseando por el centro de la ciudad y tomando café con sus amigos en los bares que llevaba frecuentando «toda la vida», como el Mozart, o el Casino. «Le encantaba charlar y pasar largos ratos con la gente que había conocido durante su etapa como comerciante, pero también vivía esperando el momento en el que llegásemos con sus dos únicos nietos, por los que tenía adoración».
Su calidad de vida comenzó a mermar cuando la demencia le invadió y a mediados de 2021 decidieron ingresarle en una residencia de mayores. «Fue un momento muy duro porque no queríamos y tuvimos que ingresarle con todo el dolor de nuestro corazón, pero sabíamos que era lo mejor para él y para mi madre».
Hasta hace tres años, Jesús continuaba acudiendo a la tienda cada día a pesar de que el propietario era su otro hijo, Francisco Javier, fallecido en 2020 a causa de coronavirus.
«El fallecimiento de mi hermano no se lo dijimos, se lo ocultamos para que no sufriese porque no era muy coherente decírselo en la situación mental en la que estaba. Él nos preguntaba que por qué no le llamaba y le decíamos que estaba de viaje, que se había ido por una temporada y que ya volvería«, explica su hijo.
La situación de Jesús Pérez durante sus últimos meses de vida «no era la idónea porque tenía demencia y no era consciente de lo que ocurría a su alrededor».
Tras una vida «tranquila, sin meterse con nadie y trabajando muy duro», el día 22 de enero fallecía en el hospital debido a una infección generalizada. «Era un momento en parte esperado y la preparación previa lo hizo más llevadero. Además, el durísimo golpe del fallecimiento de mi hermano, de una forma u otra, nos preparó a todos para casi cualquier cosa».
Ahora, su familia le recuerda como un hombre «amable, cariñoso, trabajador y con un amor incondicional hacia los suyos».
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