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A Isidra Carbajosa, natural de la localidad vallisoletana de Tiedra pero residente en Bilbao desde hace medio siglo, no había quien la parara. Estaba «llena de vida» y no le amedrentaba nada. De ella, Cristina Garcimartín, una de sus hijas, destaca su incansable actividad a sus 75 años, su «inmenso» espíritu de ayuda a los demás y su hospitalidad. «Hace cinco años le quitamos la moto porque no paraba. Decidimos comprarle una bicicleta eléctrica y se adaptó muy rápido. Es que no paraba, todo el día de arriba para abajo y por mucho que le decíamos: 'Pero ama, para un poco', ella decía que no, que tenía que hacer cosas y quería salir a pasear con las amigas», recuerda.
Lo cierto es que 'Isidrita', como se conocía a esta mujer de un modo cariñoso en su «querida» Tiedra, gozaba de buena salud. Tenía colocados dos 'stent' y tenía un «poquito» de diabetes e hipertensión. «Nada grave, lo propio de la edad», reconoce su hija, quien incide en que «ella no se sentía mal,siempre se había cuidado mucho aunque había sido fumadora hasta hace diez años».
Hasta que el 20 de agosto se le manifestó la covid, y un mes después, en la madrugada del 23 de septiembre, falleció víctima de un virus al que «nunca jamás tuvo miedo». «Tenía un dolor fuerte de cabeza y ella decía sentirse como si hubiera cogido una gripe. No tenía muy mala pinta hasta el día 28; estaba cansada, con poco apetito, pero creíamos que no iría a más; ese día vomitó un poco y decidimos llevarla a Urgencias a ver qué nos decían», asevera su hija, al tiempo que reitera su «enorme agradecimiento» tanto a la doctora Elena Bedera, del centro de salud de Mota del Marqués –«se volcó con nosotros desde el minuto uno», insiste– como a los profesionales sanitarios que atendieron a su madre durante los últimos días de vida. «Se han portado increíblemente bien no solo a nivel profesional, que también, pero sobre todo humano», continúa.
Estaba «pachucha», aislada en una parte del domicilio familiar, pero Isidra, amante del fútbol y seguidora del Athletic Club, no se perdía ni un partido. «Estaba mala y se vio la final de la Champions. Yo decía:'Pero ama, descansa un poco', y ella me respondía que ver el fútbol era lo que podía animarla un poco», añade.
Especiales coronavirus
Ingresó en el Hospital Río Hortega de Valladolid al filo de las doce de la noche del viernes 28 de agosto y el domingo, después de un día y medio en planta, fue trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivos «por si seguía saturando mal». «Estaba mi hermano haciendo una videollamada con ella y en ese momento dijo la enfermera que se fuera despidiendo que había que cambiar la mascarilla. Al cabo de un rato me llamaron para decirme que estaba bien, consciente, pero la tenían que bajar a la UCI por si seguía saturando mal y ya a la noche la intubaron. No volvimos a contactar con ella, aunque sí pude verla un par de veces», señala.
Era una mujer «muy respetuosa y cuidadosa», pero «nunca tuvo miedo al virus». «Era muy alegre, honesta y sobre todo valiente. No tenía ningún miedo a contagiarse, nunca lo tuvo. Tomaba todas las precauciones posibles, pero decía que había que vivir, con cuidado, pero vivir, porque vida solo hay una».
Dice su hija que siente «muchísima pena por cómo se ha ido». «Lo que más duele», apostilla, es que cuando falleció «llevaba diez días recuperándose muchísimo». «A mediados de mes nos dijeron que no mejoraba y nos hicimos un poco a la idea, pero luego remontó. Siempre ha sido una luchadora y parecía que iba a salir», argumenta.
Tampoco se esperaban que el «verano de sus vidas», como se refiere Cristina Garcimartín –este año estuvo toda la familia y pasaron la mayor parte del tiempo en casa–, terminara de esta forma. Ni ella ni el resto de la familia se imaginaron que 'Isidrita' iba a encontrar su final en el lugar que le inyectaba tanta vida. «Ninguno esperábamos que en Tiedra le pasase lo que le ha pasado;hacía lo que le daba la gana, pero al final en el pueblo la gente está más limitada que en una ciudad como Bilbao, que se iba de un lado a otro y no paraba», subraya.
Ahora, dice su hija, solo les queda «tirar para adelante por ella». «Viendo cómo era, no le gustaría vernos mal. Cuando murió, tanto mis hermanos como yo pensamos:'Si mamá pudo y nos sacó adelante a todos –enviudó a los 47 años– después de haber sufrido tantísimo, ¿nos va a ver a nosotros así? Que puede ser, que hay que tirar para adelante y seguir unidos», sentencia. Solo la covid-19 frenó a 'Isidrita', esa mujer «coraje, valiente como nadie y nada rencorosa, que conseguía todo lo que se proponía».
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