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Lo suyo es provisional. Lo repite varias veces en la entrevista para dejar claro que ella lo que quiere es encontrar un trabajo con un ... sueldo digno que le permita, algún día, comprarse un piso a su gusto. «No sé si lo conseguiré porque para eso hacen falta ahorros y según están las cosas ahora...». Sara Buitrago, 32 años, separada y con un hijo, es beneficiaria del programa de Viviendas Blancas del Ayuntamiento, para ella «una tabla la salvación» que le ha permitido tomar aire después de muchos años viviendo entre aprietos, sin poder llegar a fin de mes. Ahogada y preocupada.
Natural de la localidad de Puertollano (Ciudad Real), aunque empadronada en Valladolid desde 2014, adonde se desplazó con su expareja por motivos laborales de él, ahora reside con el pequeño Iker en el barrio de Parque Alameda, en una promoción de unifamiliares de la calle Macizo de Gredos por la que paga 170 euros al mes. «Desde que vinimos aquí siempre hemos vivido de alquiler en la zona de Delicias, pero ahora yo no me puedo permitir pagar por lo menos 500 euros al mes, los precios están disparados», explica. «Nunca me ha gustado vivir de las ayudas públicas, pero lo que pago ahora me permite respirar», señala. Porque Sara es trabajadora. Camarera, teleoperadora, operaria en un matadero de conejos... Lo que salga. Siempre dispuesta, a pesar de la escasa recompensa.
«Estamos hablando de sueldos que con suerte llegan a los mil euros al mes, algunos con diez o doce horas de trabajo al día; si pagas por un piso 500 ¿cómo vives con hijo a tu cargo?», se pregunta esta joven, quien no tiene ningún inconveniente en ofrecer su testimonio para explicar su caso, porque hay muchos, sobre todo entre gente joven como ella, en la misma situación.
«Aunque estoy muy agradecida por este apoyo que necesitaba, a mí no me gusta deber nada a nadie; mi objetivo, en cuanto mejore mi situación laboral, es volver a la normalidad», subraya esta joven.
A Sara le informó del programa municipal una trabajadora social del Consistorio. «Presenté la solicitud en 2018 y en 2020 me avisaron de que había una plaza en el programa Alva; estuve viviendo en un piso de Pajarillos durante un año, era un cuarto sin ascensor por que el que pagaba 270 euros», recuerda. Más tarde, surgió esta nueva oportunidad dentro del paquete de Viviendas Blancas y su situación mejoró. «Lo que me ha dado es tranquilidad a la hora de poder buscar un trabajo que se acomode también para poder atender a mi hijo, tengo una custodia compartida y la semana que está conmigo me tengo organizar para estar con él», comenta.
La vivienda tiene dos plantas. Abajo, salón y una cocina, que contaba con electrodomésticos y arriba dos habitaciones: la suya y la de su hijo. «La casa estaba sin amueblar, pero yo ya tenía los míos, aquí estamos muy a gusto y en VIVA el trato es muy bueno; ahora han salido unas pequeñas humedades y ya me han dicho que vendrán en los próximos días a solucionarlo; la verdad es que no tengo queja ninguna», subraya esta manchega.
El sistema de acompañamiento diseñado en la Sociedad Municipal de Suelo y Vivienda, que destina una media anual de 100.000 euros al correcto mantenimiento de estos hogares, permite a los inquilinos contar con una referencia eficaz a la que dirigirse para abordar cualquier incidencia de la vivienda. Sara Buitrago no sabe, de momento, cuánto tiempo permanecerá en el que ahora es su hogar. «Espero encontrar un trabajo que me permita seguir adelante, pero está claro que esta ayuda ha sido fundamental para mí», destaca.
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