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A Rufina le gusta ver cada tarde la novela en su casa. Sentada en su sofá, con sus manías y costumbres. Pero en su piso ... de siempre. De vez en cuando se mueve a una butaca acomodada junto a la mesa camilla de esta vivienda de Laguna de Duero, se asoma por la ventana y ve la vida con los ojos de una nonagenaria de 94 años. Pero lo hace con la tranquilidad que le da su hogar, su butaca, su terraza... «Yo de casa no salgo», advierte mientras cruza las coquetas manos de uñas rojas pintadas sobre sus piernas. «Quiero quedarme en mi piso, nada de ir con los hijos o cosas de esas, que cada uno haga su vida», enfatiza, esta vez con un gesto serio en la mirada.
Hace meses que rubricó esta convicción con la contratación de una mujer que le asiste las 24 horas del día. Cobra una pensión de mil euros y paga 1.300 euros mensuales por la asistencia continuada en su hogar. La manutención y gastos van aparte, con lo cual, los números no salen. No le importa de momento. Porque el dinero no le hace falta de forma inmediata, pero sí admite que quiere vivir los últimos años de su vida «desahogada», con la «tranquilidad» de poder afrontar gastos «sin problema». «Que el tiempo que me quede pueda vivirlo tranquila», resume. Liquidez sin vender su vivienda. Parecía una utopía. ¿Cómo?
Una de sus hijas le dio la solución: la venta de la nuda propiedad. Vendía el piso por un precio cercano al valor de mercado, obtenía liquidez y podría vivir en él hasta que muera, momento en el que pasa a ser propiedad del comprador. Ni Rufina ni el resto de sus hijos habían oido hablar de esta posibilidad. «No sabíamos de qué hablaba y la verdad es que nos costó apoyar esta propuesta, porque sonaba raro», comenta una de las descendientes de esta nonagenaria. Pero accedieron. Y hace unos meses que el piso de 108 metros cuadrados donde Rufina pasa sus días, sus horas, su vida, está a la venta a través de una nuda propiedad condicionada a una mujer de 94 años. «No quería, me hubiera gustado que este piso pasara a ellos, hijos y nietos, pero así dicen que voy a vivir mejor y dejo todo resuelto. Al final, como dice el refrán, ¿Para qué son mis bienes? Para remediar mis males», añade esta nonagenaria.
Qué es. Es el derecho de disfrutar y vivir en su casa sin tener la posesión de la misma. Es decir, de poder vender la vivienda y seguir utilizándola hasta su muerte.
Quién vende. El perfil medio es el de una mujer viuda o soltera, con una edad media de 75 años y con inmuebles por un valor de entre 250.000 y 300.000 euros.
Quién compra. Grupos inversores que no necesitan utilizar de forma inmediata los inmuebles adquiridos. Los compran por un precio generalmente inferior al precio de mercado para poderlos usar en un plazo de entre doce y quince años.
Precio El precio de la vivienda se fija en función de la esperanza de vida. Cuanto mayor sea el vendedor, mayor será el valor. Se suele empezar con un 40% del valor a partir de 65 años, que llegará al 90% cuando el vendedor tenga más de 90 años.
Su caso no es el único, pero sí es de los pocos que hoy por hoy se pueden encontrar en el mercado inmobiliario de Valladolid con el sistema de nuda propiedad, es decir, donde el cliente compra la vivienda con la condición de que el vendedor permanezca en ella hasta su muerte. Una fórmula que evita a las personas mayores el «trauma» de tener que abandonar la vivienda donde ha transcurrido su vida y que permite a su vez obtener liquidez para afrontar los gastos en una residencia o en cuidadores. «No soportaría irse de su casa, aquí tiene sus recuerdos, sus costumbres. Todo», destacan familiares de Rufina, que añaden que «le rompería el corazón» tener que sacar ahora sus cosas y realizar un traslado, abandonando su hogar a los 94 años.
¿Pero quién querría comprar una vivienda que no podrá utilizar hasta dentro de varios años? Por lo general, grupos de inversores o personas con ahorros que ven en este tipo de operaciones una inversión a largo plazo, normalmente a un precio menor del que tendría en el mercado, que varía en función de la edad del vendedor. «Depende de la esperanza de vida. No hay una tabla exacta de precios, pero si alguien tiene que pagar 200.000 euros por un piso que vende una persona de 65 años, no lo hará, porque su esperanza de vida es de más de 90 años. Pero si paga la mitad del valor o, incluso menos, es una buena operación. Digamos que no es lo mismo adquirir una vivienda a una persona de 65 que a una de 90 porque lo vas a poder utilizar en un tiempo distinto», señala Mar Villa, del Grupo Retiro, una de las empresas pioneras en España en la venta de nuda propiedad. Y aunque constatan que en Europa es un producto muy asentado, su introducción en España es dispar. De hecho, tanto en Valladolid como en Castilla y León está siendo lenta, con una demanda que aún se considera baja. En parte, aseguran, por la mentalidad de sus habitantes, pero también porque la oferta de vivienda en Valladolid es más amplia y variada que, por ejemplo, en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.
El perfil que manejan los grandes grupos inmobiliarios sobre las personas que se decantan por la nuda propiedad es el de una mujer viuda o soltera, con una edad media de 75 años y un inmueble con un valor que oscila entre los 250.000 y 300.000 euros. «Generalmente las viviendas más deseadas, las que mejor ubicadas están y las que tienen echado el ojo grandes inversores», precisan.
Ahora, según precisa Mar Villa, constatan la incorporación del pequeño inversor que busca «una buena opción de inversión a largo plazo», generalmente para un plazo medio de entre 12 y 15 años. «Hay que tener en cuenta que las ventajas fiscales son excelentes, porque las personas mayores de 65 años que transmiten su vivienda habitual están exentos de tributar y los compradores no declaran por una nuda propiedad, sino que el usufructo se consolidará cuando muera».
La venta de la nuda propiedad es muy incipiente en Valladolid, pero los propietarios inmobiliarios están convencidos de que no alcanzará grandes cotas o, al menos, no las que tiene ya en grandes ciudades como Barcelona o Madrid. Principalmente porque en la propia ciudad vallisoletana aún hay «cierta oferta de vivienda a la venta» y eso permite a los compradores adquirir casas o pisos bien situadas. «En grandes ciudades como Madrid hay compradores a los que les interesa una calle concreta e, incluso, una vivienda determinada que saben que está ubicada en este portal y en esta planta. Y a veces la única forma de acceder es a través de la compra de la nuda propiedad. Pero en Valladolid aún hay cierta oferta de vivienda a la venta y, salvo excepciones, los inversores potenciales no se encaprichan de una en concreto», argumenta Gonzalo Jolín, presidente en funciones de Aspriva, la Asociación de Propietarios Inmobiliarios de Valladolid.
Hay, según añade, otra forma de que el titular de la vivienda se quede con la posesión pero obteniendo liquidez, que sería el caso de la hipoteca inversa. Aquí los bancos conceden una hipoteca para la propia vivienda «pero saben que antes de que acabe el periodo de pago los titulares habrán fallecido y parte de la carga quedará sobre la vivienda». De ahí que el tipo de interés para su financiación sea distinta que la de una hipoteca normal. «Desde el momento que se firma esa hipoteca después los herederos tendrán que levantar la carga o, en su defecto, que el futuro comprador se subrogue a la hipoteca. Son formas de conseguir liquidez en la última etapa de la vida», concluye.
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