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La ley de usura, que data de 1908, sigue vigente en nuestro ordenamiento y permite impugnar créditos usurarios o abusivos como los microcréditos. En la actualidad, es habitual encontrar entidades de crédito que ofrecen préstamos económicos inmediatos, que son preconcedidos, sin un previo estudio de ... riesgos ni de solvencia. Los solicitan aquellas personas más necesitadas para poder llegar a fin de mes y también aquellos jugadores que han entrado en una espiral de pérdidas y para los que la obtención de dinero fácil es la única salida. Estos microcréditos tienen unas comisiones abusivas y son un peligro de sobreendeudamiento.
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«Cada vez hay más jugadores, y más jóvenes, y también más portales donde apostar, por lo que cada vez es más habitual que se acaben sobreendeudando al no poder hacer frente al crédito en el vencimiento estipulado. Es entonces cuando entran en juego las comisiones desorbitadas que pueden ser de hasta un 4.000%», dice Ángel Aranzana, presidente de Ajupareva.
La ley del 23 de julio de 1908 sobre nulidad de los contratos de préstamos usurarios establece que «será nulo todo contrato de préstamo (…) con condiciones tales que resulte leonino». Esta ley sigue vigente. Pero, ¿qué intereses o condiciones son consideradas hoy en día como «leoninas»?
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Se considera que hay usura en los intereses de préstamos o microcréditos, cuando superen la media de los intereses de créditos al consumo a menos de 5 años, que varía en torno al 6-8% TAE. Por tanto, se puede concluir que prácticamente todos los microcréditos y préstamos rápidos son usurarios, ya que los interesen son notablemente superiores a estos porcentajes, llegando a aplicar intereses desorbitados del 3.000-4.000% TAE.
«Hace unos días acogimos en la asociación a dos chavales de 22 años. En ambos casos, vinieron acompañados de sus familias. Es lo habitual, ya que, al ser tan jóvenes, no tienen medios económicos para hacer frente a las deudas que han generado. En muchos casos el agujero económico es de muchos miles de euros. Han jugado, han perdido y han pedido un microcrédito. Para devolverlo, vuelven a jugar y a perder y así entran en una espiral. La bola cada vez es más grande, hasta que estalla. Es ahí cuando la familia se entera de que su hijo está jugando y tiene deudas con entidades
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