Un año negro de violencia inexplicable o por explicar
sucesos y tribunales ·
Valladolid bate todos sus registros de crímenes. El año se despide con once muerte violentas, el doble que la peor estadística policial en lo que de siglo. Sigue abierto y lleno de interrogantes el caso que abrió este mal año: la muerte de Esther López
El año de la esperanza. El arranque del triunfo colectivo contra la adversidad de la lucha contra la covid. Tal vez, haya algo de todo esto. Pero, si algo ha marcado este año que ahora despedimos, es la acumulación de crímenes y violencia que lo ... sitúan, con mucha diferencia, como el más trágico en lo que va de siglo. La (casi) siempre confiada y segura Valladolid enfrentada a la irracionalidad humana. Once muerte violentas, casi una por mes.
Interrogatorios
Y con el temor de no poder pasar página, ya que el caso con el que se abrió el año sigue esperando su resolución. El 13 de enero se denunció la desaparición de Esther López de la Rosa (35 años), vecina de Traspinedo. Fueron días de búsqueda desesperada, de batidas policiales y vecinales que reunieron a cientos de voluntarios. No quedó ni un metro cuadrado de esta comarca pinariega sin 'peinar'. Sin rastro.
Mientras se la buscaba, una jueza interrogó a los tres varones que la acompañaron la noche de su desaparición. Afirmaron que se había bajado del coche de su último acompañante en una vía de acceso al pueblo.
Hasta que, 24 días después, un paseante localizó su cadáver en una cuneta, más o menos en la zona en la que sus acompañantes la vieron por última vez. La inexplicable aparición del cuerpo allí (¿cómo es posible que nadie revisara esa área?, se sigue preguntando toda la ciudadanía) destapó el primer interrogante de un caso que sigue abierto.
La autopsia de Esther confirmó los signos de violencia, con varios traumatismos. El entierro (8 de febrero) fue una muestra de duelo, dolor colectivo y necesidad de respuestas a las muchas interrogantes del caso. Pero cerramos el 2022 sin nada de eso.
La investigación de la Guardia Civil se ha centrado durante todo este tiempo en Óscar S., amigo y vecino, de cuyo coche se apeó la madrugada de la desaparición. Los supuestos esfuerzos de Óscar por borrar sus andanzas compartidas en aquellas horas fatales le llevaron ante la jueza.
Pocas veces la Guardia Civil ha gastado tantas energías, informes y medios para buscar pruebas. Ninguna le ha incriminado hasta ahora y el principal investigado sigue en libertad sin medida judicial alguna.
Las dudas judiciales han abierto un segundo frente: el social. Traspinedo ha seguido, mes a mes, tributando homenajes a la memoria de Esther para reclamar una explicación. Hasta el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, prometió a El Norte que «la investigación es compleja, pero tendrá éxito».
Los más necesitados de esas explicaciones, la familia y el entorno de Esther, ya creen tener un culpable: Óscar S. Le han reclamado públicamente que se entregue, le han calificado de «psicópata y narcisista» y han pintarrajeado su casa, su negocio y empapelado su coche. El afectado y su familia han denunciado que sufren «acoso».
En Traspinedo y, mientras no haya una resolución del caso, se seguirá especulando, tomando partido o callando, para evitar debates que dividen a sus habitantes y que solo se podrán resolver en la mesa de un juzgado. Y eso debe ser a lo largo de 2023.
Más violencia
Cuatro días después de la aparición del cadáver de Esther, el contador del vértigo siguió sumando. Borja, 37 años, murió el 9 de febrero tras recibir varias cuchilladas en Medina del Campo producidas por otro hombre que fue detenido horas después.
Un nuevo hecho violento que dio paso a cuatro meses de calma que saltaron por los aires el 30 de junio. En plena y repetida ola de calor. ¡Y de qué forma! Un chicho de 16 años mató, también a cuchilladas, a su madre, Eva María, de 50 años, en su domicilio del barrio de La Rondilla. Al parecer habían discutido por los estudios del chico.
Un héroe en Santovenia
Y, sin solución de continuidad, unas horas después se desató una 'balacera' vecinal que llevó las cámaras de los telediarios a Santovenia de Pisuerga. Fueron doce horas de angustia resueltas con dos víctimas mortales. Pablo A. S., 'el Chiqui', mató a tiros a su vecino Dionisio Alonso. Después se encerró en casa y, desde el interior y a través de la puerta, disparó con su rifle al teniente coronel de la Guardia Civil Pedro Alfonso Casado, que lideraba el equipo de intervención policial.
Casado murió unos días después y fue despedido con los honores de lo que era: un héroe al servicio de la ciudadanía. Un mes después las balas homicidas volvieron a silbar. Esta vez fue en las afueras de La Cistérniga donde Brayan (27 años) recibió un disparo mortal en el tórax. El presunto autor y su pareja femenina fueron detenidos un mes después en Salamanca.
El miedo cerca La Rondilla
La Rondilla protagonizó en pleno puente festivo de agosto el crimen con más víctimas. El domingo 14 de agosto los avisos a los bomberos por sendos incendios en domicilios distantes apenas 150 metros desvelaron la existencia de tres cadáveres tras las llamas. En una vivienda apareció Juan Carlos Palomino (72 años). En la otra, una madre (María del Carmen González, 78 años) y su hija Eva María Asensio.
Esa misma noche era detenido en el barrio, mientras intentaba acceder a un piso, Aaziz El-Yazid. Lo que parecía un hecho inconexo fue la pieza que cerró todo el puzle criminal. Aaziz era el marido de Eva María y acudió al barrio tras salir de la cárcel para 'ajustar' cuentas familiares y de 'trapicheo' de droga. Cuatro días después fue hallado muerto tras quitarse la vida en su celda de la prisión de Villanubla.
Faltaba el último desgarro en la tranquilidad de los vallisoletanos. El 27 de octubre, el guardia civil César A. (24 años) viajó desde la ciudad hasta Bruselas para acuchillar hasta la muerte a su expareja Teresa Rodríguez (23 años), antes de hacer un amago de suicidio. Teresa, una enfermera lleva de proyectos y ilusiones, había emigrado a la capital belga para poner tierra de por medio a una relación rota. El mismo día que se conoció la noticia, su padre, funcionario del Ayuntamiento, iba a celebrar su jubilación con una comida con sus compañeros. Una celebración que quedó rota de la manera más dramática.
Como rota sigue la capacidad de asimilación de una provincia como la vallisoletana, acostumbrada a estar en la parte más baja de las estadísticas de criminalidad del país.
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