Afectada por la explosión de gas en Parquesol
«Necesitamos mucho tiempo para ir aceptándolo»Afectada por la explosión de gas en Parquesol
«Necesitamos mucho tiempo para ir aceptándolo»No vivió la fatídica madrugada del 29 de agosto desde su casa. No escuchó la gran explosión. Ni tuvo que correr para abandonar su vivienda en el número 23 de la calle Juan de Valladolid. Esa noche, Ana Cotán, vecina del 1ºH, estaba en ... una segunda residencia, aunque sus hijos y sus nietos sí dormían en Parquesol. Vivieron y notaron la explosión y, tal vez, ese relato de sus seres más queridos es el que le duele. Hasta el punto que este miércoles, día en el que le han devuelto las llaves de su casa tras dos meses y medio, no rebosa felicidad. Se le asoman las lágrimas cuando recuerda momentos tras la deflagración.
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«Por un lado siento alegría, por otro lado... es que es muy duro hasta que se nos olvide. Fue muy fuerte. Estamos viviendo una situación complicada, no solo por la explosión. Se han juntado muchas cosas. Pensé que cuando nos entregasen los pisos iba a ser un día muy alegre, para celebrar, pero no lo es tanto. Esta situación, me imagino que el resto diga lo mismo, es algo tan duro, tan fuerte, que necesitamos tiempo para ir aceptándolo», afirma emocionada Ana.
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Relata su testimonio junto a una pelota muy pequeña de sus nietos (una niña de tres años y un bebé de cuatro meses). La misma que lleva sin rodar dos meses y medio. Ana, al igual que otros vecinos, no ha tenido muchos daños que lamentar, pero convive desde entonces con la herida psicológica. «Fui la primera en entrar en casa tras la explosión. Iba a por pañales y biberones. Me encontré con el agua cayendo, todo destrozado... Subí con un control de bomberos y policías. En vez de estar en mi casa cogiendo cosas, parecía que estaba robando. Fue una sensación muy extraña y dolorosa», manifiesta.
Ana Cotán
Vecina del 1ºH
Desde ese 29 de agosto, Ana y su familia han vivido con el drama de abandonar su vivienda de forma apresurada por el terrible suceso. «Mi nieta ha estado tiempo jugando a que explotaba la casa y venían los bomberos. Mi hija, que le pilló en esta casa, se altera cada vez que oye un ruido. Es todo muy difícil», continúa.
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A esa situación, se añadió la complejidad de buscar un alquiler. No lo encontraban, nadie quería alquilar para dos o tres meses. «Conseguimos uno gracias a un señor del barrio. Se ha portado genial. Gracias a él, mi familia ha podido vivir al lado del colegio de mi nieta», recalca Ana Cotán tras una pesadilla que no terminan de olvidar.
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