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Younes Bouhtaine, Bouadi Fofana, Marcia da Silva, Anas Aanzoule, Tahmina Begum, Anastasia Acramenko, Fatima Liouk, Sergne Diallo y Hicham Lahalali, en la plaza de Alberto Fernández, en La Rondilla. Alberto Mingueza

La otra Navidad de los nuevos vallisoletanos: de una Nochebuena sin cena a la hallaca y el sancocho

Varias personas llegadas de otros países explican cómo se viven estas fechas en sus lugares de origen, desde los platos típicos hasta los festejos populares en la calle

Martes, 24 de diciembre 2024, 08:52

Hay vallisoletanos que este martes no celebrarán la Nochebuena, vecinos que no comerán nada especial por Navidad. Los hay que tendrán el recuerdo a miles de kilómetros, con la nostalgia sentada en la silla de al lado. Hay quien ha recorrido supermercados y tiendas de barrio en busca de unos alimentos típicos que no siempre es fácil de encontrar. Porque para muchas familias, estos días, hay menús más allá del lechazo y los langostinos. Por ejemplo, los tamales, la lechona, el sancocho. Hay cada vez más nuevas formas de vivir la Navidad en Valladolid.

Aquí residen, de acuerdo con las cifras de población más recientes, 52.069 personas nacidas en otros países. Y no todas festejan la Nochebuena. Y cada uno de ellos despide el año de un modo particular.

¿Cómo viven estos días los vallisoletanos que han nacido en otros países? ¿Cómo se celebra la Navidad en sus lugares de origen? Varios residentes en la capital, participantes en programas formativos de Fundación Rondilla, comparten los recuerdos de sus tradiciones navideñas.

Marcia da Silva, Brasil, 55 años

Se emociona Marcia cuando rememora las navidades familiares en su país. Más de cincuenta personas se reunían en la casa de su madre. «Somos diez hermanos y todos tenemos hijos». En total, 25 nietos. Hoy, además, 15 biznietos. ¿Y hay salón para juntar a tanta gente? «Es que allí es verano, es más fácil reunirse en el patio, la calle», evidencia Marcia. El menú típico esos días es pavo, churrasco, carne asada. «Tenemos el 'sonho', que es un bollo relleno parecido al abisinio», cuenta Marcia, quien recuerda que un postre muy compartido es el flan, «aunque los 'panettonne' cada vez se venden más». En Nochevieja, se elige de forma mayoritaria la vestimenta blanca para recibir el Año Nuevo. Es una de sus costumbres más emblemáticas, como forma de atraer la paz, aunque hay también quien prefiere enfundarse ropa roja (símbolo de la pasión) o amarilla (del dinero y la riqueza). Eso sí, allí no se toman las uvas. «En algunas zonas, sobre todo en los pueblos, se celebran los Reyes Magos. Allí tenemos la tradición de la Folia de Reis». Es una suerte de pasacalles, que se celebra durante estas fechas, en la que una comitiva de baile y música recorre las calles para visitar, casa por casa, a familiares y amigos. «Mi padre solía participar con la guitarra», recuerda.

Kimberlin Burgos, República Dominicana, 27 años

«Cuando empieza diciembre ya se siente algarabía, con grupos de personas que organizan aguinaldos, unas serenatas que se hacen con los amigos para cantar villancicos por la calle», explica Kimberlin, una dominicana con dos años de estancia en Valladolid y el recuerdo vivo de lo que, por estas fechas, se vive en su país. «El día 24 anda la calle 'full' de gente. En cada esquina ves los puestos que venden la comida para la cena, con pavo, cerdos enteros por libras, uvas, manzanas». La mesa se llena con el moro de guandules («un arroz con una especie de guisantes, pero que están mucho más ricos»), lasaña, paté de plátano maduro, pasteles en hoja (una base de maíz que luego se rellena de carne, plátano, yame…). «Cenamos en casa y luego, en seguida, la fiesta sale a la calle». El día 25 es un día típico para estrenar ropa y «que te vean con ella». El día 31, justo cuando los relojes dan las campanadas, en República Dominicana hablan de 'cañonazo', el indicador de que ha llegado el año nuevo. «Durante esos días hay mucha felicidad. La gente baila merengue, bachata… aquí la navidad es más aplacada, más formal, de traje y corbata. Eso sí, las calles se decoran mucho más, con más luces y ferias que allí».

Yoneily Delgado, Venezuela, 28 años

«Las fiestas navideñas son, sobre todo, familiares. Por eso mucha gente deja la ciudad y se va a vivirlas al llano, a las fincas, al pueblo de origen», explica Yoneily Delgado, quien lleva siete años fuera de su país. Después de cinco años en Argentina, ha recalado en Valladolid, desde donde añora las tradiciones navideñas de su juventud. «El plato típico es la hallaca, un bollo a base de maíz que lleva dentro guiso de carne, cerdo y pollo, aceitunas, pasas, pimentón y cebolla. Y eso se acompañada de pernil, ensalada de gallina, pan de jamón, torta de piña y dulce de lechosa (que se hace con papaya)». No se olvida Yoneily del acompañamiento. Para beber, ponche crema (con leche condensada, huevo y ron). Para bailar, las gaitas navideñas, un género festivo «que con solo escucharlo ya te provoca». Las celebraciones en casa de Yoneily eran también multitudinarias, con más de cincuenta personas reunidas en torno a la mesa. «Las calles se decoran, pero no tanto como aquí. Y luego cada familia coloca el pesebre, arcos en las puertas…». «Nosotros también tomamos las uvas en la noche del 31 y en Reyes sí que damos un regalo a los niños».

Manuela Valencia, Colombia, 28 años

«La fiesta comienza en mi país con la alborada. Se celebra el 1 de diciembre y es cuando se prenden las luces y se tira pólvora en las calles para anunciar que va a llegar la Navidad», cuenta Manuela Valencia, una joven colombiana que ahora festeja estos días desde Valladolid. Aquí se ha adoptado ya una tradición de su país, el Día de las Velitas (celebrado junto a la iglesia de San Martín), cuando entre el 7 y 8 de diciembre se encienden unas velas para recordar a los seres queridos. Hasta el 24 de diciembre tienen lugar las novenas, cuando las familias se reúnen en las casas (también en parroquias o comunidades) para rezar, cantar y compartir recuerdos en familia y con amigos. «En Colombia no se celebran los Reyes Magos y repartimos los regalos los días 24 y 25». Para despedir la comida especial de esa jornada (es habitual la lechona como plato principal) están el arroz con leche, las natillas, los buñuelos. «El día 31 hay muchas tradiciones contra el mal agüero. Dicen que da suerte llevar puesto el tanga amarillo. O que sacar la maleta a la calle anuncia un buen año de viajes. O que que tener lentejas en la mano llamará a la abundancia». Incluso que meterse debajo de la mesa durante las campanadas será una llamada para el amor. «También hay quien quema esa noche la ropa para recibir el año nuevo renovado». Y después de una larga noche de fiesta, ahí está esperando el sancocho, un «caldo para la resaca», un guiso caldoso de carne, yuca, patata y maíz.

Tahmina Begum, Bangladesh, 30 años

«En mi país no se celebra la Navidad», aclara Tahmina, una vallisoletana nacida en Bangladesh quien recuerda que allí la mayor parte de la ciudadanía es de religión musulmana. Por eso, no se festeja el 25 de diciembre, aunque sí que suele haber una cena especial en familia el 31 de diciembre, para despedir el año del calendario occidental. «Nosotros nos solíamos juntar con la familia de mi marido, que son cinco hermanos. Al final, en casa éramos cerca de treinta personas», sentadas en torno al bryani, un plato de carne, pollo, verdura asada y zanahoria. El postre es el doi, «una especie de yogur». En el momento en el que el reloj marca el cambio de año, es habitual el lanzamiento de fuegos artificiales y luego, «sobre todo en las ciudades, hay que gente que lo sale a celebrar con los amigos». «Allí nosotros sí que comemos las uvas durante las campanadas», afirma.

Fatima Liouk, Marruecos, 28 años

Tampoco en Marruecos el 25 de diciembre es una fecha especial, pero sí que hay fiesta justo una semana después para despedir el año. «En mi familia se empieza a celebrar a las seis de la tarde. Mi madre prepara el pollo asado, cordero con caldo, ensalada de verduras y luego una tarta especial». La música y los juegos de cartas suelen servir como pasatiempo hasta que llegan las doce de la noche, momento en el que se recibe el año nuevo con una cuenta atrás y velas encendidas. «Hace tres años que no estoy en mi casa para el fin de año y lo echo de menos», cuenta Fatima, quien ahora se adentra en otras tradiciones gracias a su marido, natural de Ecuador.

Otros vallisoletanos con origen marroquí, como Anas Aanzoule (24 años), Younes Bouthaine (19) y Hicham Lahlali (25) añaden que en el cambio de año es habitual el lanzamiento de fuegos artificiales.

Sergne Diallo, Senegal, 35 años

Lleva cuatro años en Valladolid y todavía se maravilla con la decoración por las calles cuando llegan estas fechas. «En mi país casi todos somos musulmanes y no se celebra la Navidad». Y tampoco hay celebraciones especiales por el fin de año (en la tradición rige un calendario lunar), aunque sí que se lanzan petardos por las calles al estrenar el 1 de enero.

Anastasia Avramenko, Ucrania, 28 años

También en países de tradición ortodoxa hay otros modos de celebración navideña. El 25 no es una fecha tan importante como la noche del 6 al 7 de enero, pero el 31 de diciembre sí que hay brindis por el nuevo año. «Allí es muy tradicional decorar las casas con el abeto, lleno de luces y de bolas». Y entre las comidas típicas, destaca 'kutia', un plato dulce de trigo cocido con semillas de amapola, miel, fruta deshidratada y frutos secos. Además, está 'varenyky', una empanadilla cocida rellena de carne, patata o pescado. Anastasia llegó hace apenas dos meses en Valladolid. «Estoy lejos de mi familia y de mis amigos, así que no sé cómo lo voy a celebrar. Seguramente, junto a una chica que también ha llegado de Ucrania».

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