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«Que sean ellas mismas y sean valientes». Ese es el sabio consejo que Conchita Sáenz, de 93 años, deja como legado a las nuevas ... generaciones. Esta veterana y su compañera de reportaje María Jesús Espinel, de 80 años, pertenecen a aquellas mujeres que rompieron barreras en un mundo que les cerraba puertas. Tuvieron que trabajar el doble para demostrar su valía, mientras llevaban la carga del hogar cuando nadie sabía el significado de conciliar. No pretendían ser pioneras, pero lo fueron al demostrar en aquellos tiempos, que una mujer podía liderar con la misma solvencia que un hombre. Su esfuerzo, tenacidad y valentía allanaron el camino para una sociedad más justa. Hoy, El Norte, en el Día de la Mujer, entrevista a siete mujeres que se han abierto camino en el mundo académico, laboral, deportivo y eclesiástico.
«Dejé mi trabajo unos años para dedicarme a la familia. No porque me obligaran, sino porque quise», dice María Jesús que, cuando se reincorporó a su puesto, tuvo que organizar su vida al milímetro para poder con todo. Las generaciones han cambiado, pero el reto de conciliar sigue siendo una realidad. Vanesa Bastardo, conductora profesional lo vive cada día. Trabaja a turnos, con horarios complicados, y solo el apoyo de su pareja y sus padres puede desempeñar su labor. «Las mujeres seguimos teniendo más dificultades en este sentido», afirma.
También Carolina Pascual ha roto barreras en más de un ámbito. Decana, profesora, catequista, miembro del consejo de Gobierno de la Archidiócesis, esposa y madre. Ella es el ejemplo de que el sexo femenino puede con todo. «Si te gusta y estás capacitada, adelante. No hay barreras que no se puedan derribar», sostiene. Lo mismo piensa Sheila Prada que compagina dos trabajos «masculinos» y que tuvo que hacerse valer cuando se sacó el carnet de tráiler. Ahora, su objetivo es que las niñas tengan las mismas oportunidades en el deporte. Victoria Salinas, con 20 años, representa a las nuevas generaciones. Estudia una carrera en la que la presencia femenina es minoritaria. «Estamos igual de capacitadas que ellos», dice.
La meta aún está lejos. Ellas siguen siendo mayoría en las reducciones de jornada y en las excedencias por cuidados. Ellos aún hablan de «colaborar» en las tareas domésticas. La violencia machista, la brecha salarial, los techos de cristal, el miedo a volver solas a casa… Sara Serna, experta en igualdad de género opina que el feminismo es imprescindible para atajar estos frentes. «Debemos luchar por las mujeres de hoy y también por las del pasado. De ellas heredamos grandes logros y la responsabilidad de seguir avanzando», opina.
Las protagonistas de este reportaje son la prueba de que el cambio es posible. Ellas han tomado el testigo de las que les precedieron y ahora se lo pasan a las que vienen detrás. Aún falta para la meta, pero el camino, con cada paso, se va acortando.
Concepción Sáenz Andreu (93 años) Presidenta del Consejo de Repuestos Sáenz, S.A.
A sus 93 años, Conchita Sáenz (Zaragoza, 1931) es la presidenta del Consejo de Administración de Repuestos Sáenz S.A. Rompió moldes en su época y logró construir un legado que no para de crecer y que hoy, dirigen dos de sus ocho hijos. Con cinco años se trasladó con su familia a Calatayud, donde vivió los avatares de la Guerra Civil. Ya en Valladolid, con 14 años dejó sus estudios de Comercio para ayudar a su padre en el negocio familiar. Era una época en la que las mujeres solían quedar relegadas al hogar, pero ella, emprendedora, decidida y con gran visión para los negocios, se hizo un hueco en un sector claramente masculinizado, el de los repuestos industriales.
Durante unos años se dedicó al cuidado de su familia y en 1982, al fallecer su padre, tomó las riendas de la empresa, ganándose el respeto de clientes y proveedores. «Nunca me han hecho de menos por ser mujer, al contrario, la gente me cuidaba mucho», asegura. Su carácter fuerte y a la vez cercano y afable, le ayudó a crear relaciones sólidas en el mundo empresarial. Llevó su negocio a lo más alto convirtiéndolo en distribuidor oficial de las principales marcas del sector, apostando siempre por la innovación y el medioambiente. Estos logros y sus innegables cualidades le valieron para recibir el premio CECALE de Oro 2017 por su contribución al desarrollo empresarial de Valladolid.
Conchita siempre supo compaginar su vida laboral con la crianza de sus ocho hijos. «Durante varios años, me dediqué por completo a la familia y era mi marido el que trabajaba, pero al fallecer mi padre, me puse al frente de la empresa. Me costó un poquito, pero aprendí mucho. Me sé todas las marcas de los rodamientos y muchas cosas de automóviles y tractores. A mis años, sigo formando parte activa de las decisiones de la empresa y acudo a las juntas cuando me necesitan. Me siguen contando todo«, dice con una sonrisa. Ella es una firme convencida de que la verdadera fuerza está en la actitud y en la capacidad de reinventarse cada día. Ha sido pionera en el mundo empresarial y es un referente para las mujeres que se están abriendo camino. A ellas les aconseja que «luchen por lo que quieren, pero siempre con alegría y positividad. El que cuenta penas, al final aburre. Hay que mirar hacia adelante con energía».
María Jesús Espinel Melgar (80 años) Secretaria de dirección jubilada
María Jesús Espinel Melgar es una de esas mujeres cuya trayectoria ha dejado huella sin necesidad de grandes titulares. Nacida en un entorno humilde, fue la primera alumna femenina en el colegio Cristo Rey de Valladolid, donde cursó Mandos Intermedios en una época en la que la formación técnica estaba reservada, casi en exclusiva, a los hombres. «Nunca me sentí rechazada por mis compañeros, al contrario, incluso me invitaron a hacer el saque de honor en un partido de fútbol», recuerda con una sonrisa.
Tras completar su formación, comenzó a trabajar como secretaria de dirección en empresas de prestigio, incluyendo una compañía francesa establecida en Valladolid. En una época donde el rol de la mujer en la empresa era secundario, ella demostró su valía profesional. Le ofrecieron trasladarse a Stuttgart y trabajar en una entidad financiera alemana, pero su sentido de la familia la llevó a rechazarla para permanecer en España junto a sus seres queridos. «Fui la primera mujer de mi empresa en seguir trabajando después de casarme. Era algo inusual en aquellos tiempos. Cuando nacieron mis hijos, lo dejé. No porque tuviera problemas en el trabajo, sino porque quise dedicarme a ellos«, afirma.
Con el tiempo decidió reincorporarse al mundo laboral, cuando la conciliación era un término que no se usaba. «Me levantaba a las cinco de la mañana y compaginaba mi vida familiar con el trabajo», recuerda. Su regreso al mercado laboral la llevó a trabajar en Fasa-Renault, donde permaneció hasta su jubilación a los 61 años.
Pero María Jesús no se detuvo al retirarse. Con más tiempo disponible, se dedicó de lleno a su pasión por la música incorporándose al coro de la Universidad y al Coro de Veteranos de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil. Es también alumna de la Universidad de la Experiencia donde ha encontrado una nueva motivación. Ella ha sido pionera simplemente dando ejemplo.
Carolina Pascual Pérez (56) Miembro del Consejo de Gobierno de la Archidiócesis de Valladolid
Carolina Pascual Pérez una mujer que ha roto barreras en el ámbito eclesiástico y también en el académico. Casada y madre de dos hijos, desde 2002 es profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, donde también desempeña el cargo de decana en la Facultad de Ciencias Sociales.
Su historia es la de una mujer que ha sabido compaginar su pasión por la docencia con un firme compromiso con su fe. Estudió Filología Hispánica e hizo el doctorado en Literatura Española Contemporánea en la Universidad en la Universidad de Valladolid. También hizo cursos doctorales en la universidad de Ohio State. Tras casarse, vivió durante seis años en Estados Unidos, donde impartió clases en distintas universidades. «En la UEMC somos tres decanas y en el equipo directivo también hay una representación equilibrada», dice, aunque reconoce que, entre el alumnado de los diferentes grados, la presencia femenina sigue siendo minoritaria en las carreras de ingeniería y las más tecnológicas. En ese sentido, ella defiende que no deben existir barreras autoimpuestas. «Si te gusta y estás capacitada, adelante. Hay que confiar en una misma».
Pero su actividad trasciende las aulas. Hace trece años que Carolina empezó a participar activamente en la Diócesis de Valladolid, comenzando como catequista en Zaratán. Su compromiso la llevó a involucrarse en diversos ámbitos eclesiásticos, hasta que en 2023 fue invitada por el obispo Luis Argüello a formar parte del Consejo de Gobierno de la Archidócesis de Valladolid, un nombramiento que supone un gran avance histórico en la Iglesia, ya que Carolina se convirtió en la primera mujer y primera persona laica en ocupar dicho cargo, tradicionalmente reservado a sacerdotes. «Fue una sorpresa para todos», comenta Carolina, quien no se esperaba el impacto mediático que generó su designación. Sobre su experiencia en el Consejo Episcopal, señala que ha sido un camino enriquecedor y libre de dificultades. «Para nada ha sido complicado. Siempre me han tratado con respeto y han valorado mi perspectiva como laica», afirma. Además, destaca que la participación de mujeres en la Iglesia está creciendo, especialmente en las delegaciones diocesanas, donde cada vez hay más equipos mixtos. Carolina es el ejemplo de que con talento, esfuerzo y fe se pueden abrir caminos.
Sara Serna Holt (46 años) Agente de Empleo e Igualdad
La igualdad de género y la inclusión laboral de colectivos vulnerables han sido siempre el motor en la vida laboral de Sara Serna (Valladolid, 1978). Estudiar la carrera de Geografía le permitió entender cómo funciona la sociedad en su conjunto y le ayudó a desarrollar una perspectiva amplia sobre las desigualdades. Por eso, se define a sí misma como 'geógrafa social'. Lo suyo es trabajar en proyectos de inserción laboral, remando a favor de la igualdad de oportunidades y en contra de la discriminación de género en el empleo. Ha trabajado como agente de igualdad en varias entidades sociales sindicatos y actualmente está centrada en formar a las nuevas generaciones de profesionales y a la vez concienciarles sobre la equidad. «Yo no he sido consciente de haber sido discriminada, pero sí que he trabajado en entornos rurales y muy masculinizados en los que se palpaba la resistencia al cambio. He visto cómo el machismo está profundamente arraigado en la sociedad y una vez que comienzas a trabajar en estos temas, no puedes dejar de ver el mundo con otra perspectiva», explica. Para ella, el feminismo es «una herramienta fundamental para que avance la sociedad». Esta vallisoletana trabaja cada día para lograr ese cambio.
Para Sara, el Día Internacional de la Mujer es una fecha importante que, según ella, «no hay que celebrar, sino reivindicar. Algunas tenemos el privilegio de hacerlo en nuestra vida profesional, pero hay que hacerlo todos los días, no sólo en el 8M. Esa es la lucha de las mujeres». Reconoce que los avances en materia de igualdad han sido significativos, pero que «todavía queda mucho por hacer empezando por los femicidios, que en este país parecen no acabar nunca y son la punta del iceberg. Porque si profundizamos ahí, todavía el machismo está instalado totalmente estructuralmente». También, según ella, queda por avanzar en lo concerniente a la brecha salarial y los techos de cristal. «En España, hace 50 años, nuestras madres y abuelas, no podían abrir una cuenta bancaria sin el permiso de su marido o de su padre. Cada pequeño avance que consiguieron fue un acto de valentía, por eso, tenemos la obligación de continuar esa lucha, para que ninguna mujer tenga que volver a enfrentarse a las mismas dificultades», concluye.
Vanesa Bastardo Gómez (43 años) Conductora de Auvasa
Vanesa Bastardo Gómez (Valladolid, 1981), no cree que haya trabajos de hombres o de mujeres. Ella, con ilusión y mucho esfuerzo ha sabido abrirse camino en una profesión tradicionalmente masculina. Es una mujer que no se rinde, que ha sabido reinventarse y que ha encontrado en la carretera y en el volante, una fuente de empoderamiento y libertad.
Comenzó estudiando informática, pero pronto descubrió que su verdadera vocación estaba en otra parte. «He tenido diferentes negocios y durante muchos años trabajé en el sector de la telefonía móvil. Estaba en oficina, pero llegó un momento en el que empecé a repartir teléfonos de una tienda a otra y ahí me di cuenta de que me apasionaba conducir», relata. Fue entonces cuando decidió sacarse el carnet D que la habilita para llevar autobuses. «En aquel momento no había tantas mujeres en el sector y había conductores de sobra, por eso me costó ocho años conseguir mi primera oportunidad, pero no porque fuera mujer, sino porque había mucha competencia«, aclara esta conductora profesional, que asegura que siempre se ha sentido «muy arropada» por los compañeros.
Ha trabajado en las empresas más importantes del sector y hoy forma parte de la plantilla de Auvasa, en la que cada vez hay más mujeres al mando de los autobuses urbanos. «Cuando me toca conducir uno de los vehículos articulados o el eléctrico. Me siento empoderada. Es una sensación increíble», cuenta con los ojos brillantes. A lo largo de los años, ha visto cómo la presencia femenina en la profesión ha crecido, lo que no impide que algunos pasajeros se sorprendan al ver a una mujer al volante. «A veces, cuando me ven, dicen: '¡Anda!, una chica'. Pero los jóvenes ya lo ven normal, porque somos muchas las que trabajamos en esto», añade.
Como madre de dos hijos reconoce que la conciliación sigue siendo un reto y que trabajar a turnos es complicado. «Gracias a que mi marido tiene flexibilidad laboral, podemos organizarnos, pero es difícil. Y… sobre todo, gracias a mis padres, sin ellos no hubiera podido trabajar. A veces cubro el servicio de Búho y otras veces las líneas de los polígonos que empiezan a las 05:00 horas. Las mujeres seguimos teniendo más dificultades en ese sentido«, dice. Sobre el futuro, Vanesa lo tiene claro: »me gustaría ver muchas más mujeres en el sector. Si hay 500 hombres, que haya 500 mujeres. Creo en las oportunidades para todos«, concluye.
Sheila Prada Rodríguez (34 años) Jardinera y futbolista profesional
Sheila Prada Rodríguez 'Maka' (Valladolid, 1990) lleva toda su vida desafiando a los estereotipos. Jardinera por las mañanas y futbolista profesional por las tardes, su día a día se mueve entre el cuidado de los parques y jardines de Valladolid y el vestuario del Real Valladolid Simancas. Dos mundos tradicionalmente muy masculinizados, pero que han sido su hogar desde siempre.
Trabaja para una empresa subcontratada por el Ayuntamiento de Valladolid, donde se dedica al mantenimiento de las zonas verdes de la ciudad. Pero su pasión por el fútbol la acompaña desde que era niña. «Jugar al fútbol ha sido siempre mi sueño, aunque sabía que solo del deporte no podría vivir. Por eso, desde joven empecé a compaginarlo con el trabajo», cuenta Sheila. Y ese camino laboral la llevó a una profesión que ya formaba parte de su historia familiar. «Mi madre, mi abuelo y mi tío son jardineros, así que lo llevo en la sangre».
Sheila nunca ha sentido una discriminación directa por ser mujer en ninguna de sus dos profesiones, pero reconoce que «aún queda mucho por avanzar y romper esas barreras que vienen de atrás, de la idea de que hay trabajos de hombres y de mujeres». Confiesa que cuando tuvo que hacer frente a más prejuicios fue cuando se sacó el carnet de tráiler. «Algunos instructores me miraban con escepticismo, como si una mujer joven no pudiera manejar un camión», recuerda esta valiente a la que nada se le pone por delante.
En el fútbol, donde es más conocida como 'Maka', ha vivido momentos de alegría y otros de lucha. «Es una pelea constante por lo que te apasiona». Dice que su etapa como jugadora está llegando a su fin, por eso ya está preparando el siguiente paso, ser entrenadora. «Quiero enseñar a niñas, para que tengan las mismas oportunidades que los niños. Todavía falta mucho por hacer, especialmente en Castilla y León, donde los referentes femeninos en el fútbol son escasos», opina esta joven, que entre el verde del césped y el de los jardines, sigue demostrando que el talento y la pasión no tienen género.
Victoria Salinas Leonardo (20 años) Estudiante de Ingeniería Informática
Victoria Salinas Leonardo (Valladolid, 2004) es una joven perteneciente a la denominada Generación Z. A pesar de su juventud, está acostumbrada a desafiar las estadísticas. Estudia Ingeniería Informática en la UVa, una carrera tradicionalmente masculina, lo que en ocasiones le ha hecho tener que enfrentarse a estereotipos y comentarios. «En mi primer día en de Universidad me di cuenta de que la presencia femenina era minoritaria. Era algo evidente. Afortunadamente esto está evolucionando, pero todavía se escuchan frases como 'lo tienes más fácil por ser mujer', y eso no es cierto. No se trata de ventajas o desventajas por género, sino de demostrar que somos profesionales con las mismas capacidades», dice convencida.
Desde pequeña sintió una conexión especial con la tecnología. «Me dieron un ordenador y supe que siempre querría estar frente a uno», comenta. Ahora, en su tercer año de carrera, ha visto cómo la presencia de mujeres ha ido creciendo de forma gradual. «Cuando empecé éramos unas 20 chicas en una clase de 120 estudiantes. Ahora, en las asignaturas especializadas, hay ocasiones en las que soy la única mujer»
Victoria es brillante en su campo ha destacado en su campo y ha llevado su pasión más allá de las aulas. Recientemente, fue seleccionada para participar en un concurso nacional de ciberseguridad organizado por INCIBE, que la permitió representar a España en un congreso en Chile. «Fue una experiencia increíble. Fuimos 14 mujeres de toda España y compartimos inquietudes sobre nuestra profesión en una sociedad distinta. Ver a tantas mujeres en el mundo de la informática fue muy inspirador», comenta. En 2024, junto con otros compañeros consiguió el segundo premio de la primera edición del concurso Appcesibilidad, organizado por DXC España en colaboración con Human Age Institute España.
En el Día de la Mujer, esta joven de ideas muy claras, resalta la importancia reconocer a las que abrieron camino antes que ella. «Gracias a aquellas pioneras que lucharon por la igualdad, hoy estoy aquí. Sin su esfuerzo, quizá ni siquiera me habría planteado esta carrera», concluye.
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