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Treinta años lleva al servicio de la sociedad vallisoletana son los que lleva la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales (ADAVASYMT). Nació por ... el hartazgo de los asesinatos, por aquella época, de Olga Sangrador y Leticia Lebrato. Tres decenios después, Valladolid ha sufrido el reciente de Mónica Álvarez, en su casa de Pajarillos. Fue el pasado verano. «Para nosotras es el claro indicador de que algo está pasando, de que no se ha solucionado o no hemos alcanzado esa igualdad. La realidad de las cifras está ahí. Solo que haya un solo asesinato es terrible». Es una de las primeras reflexiones de Sofía Larrea, trabajadora social de la asociación y que analiza esa realidad de Valladolid en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
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Plasma parte de la radiografía provincial desde el prisma de aquellas mujeres que se acercan hasta las instalaciones de la asociación en la calle Nicasio Pérez. Y en esa realidad de las cifras que menciona, el número de víctimas no merma con el paso de los años. Durante los últimos cinco años se ha superado de media anual el centenar de agredidas, además de mantener ese soporte a las pasadas.
Aunque el fin que se persigue sigue siendo el mismo desde sus orígenes, el perfil de la víctima ha variado. Se dan más casos en edades más tempranas, mientras se mantiene en el resto. Y de todas ellas, surge la víctima migrante. La que se ha asentado en España y en Valladolid con el paso del tiempo y que ahora solicita protección. «Hace veinte años todas eran de nacionalidad española. Son mujeres latinoamericanas, también algunas de Europa del este, pero somos conscientes de que hay, por ejemplo, mujeres de origen marroquí que quizás les cuesta un poco más todavía acercarse a servicios como el nuestro. Eso no quiere decir que no sufran la violencia», describe Larrea.
Esto significa un pequeño paso para visibilizar este problema entre otros colectivos. Porque la violencia de género, apunta Larrea, se puede ejercer de muchas formas y en muchos ámbitos. Y en los jóvenes eso es más evidente. «Precisamente la vida de ellos gira en torno a las redes sociales. Eso es usado en las relaciones de pareja para ejercer un control absoluto, sobre todo por parte de ellos hacia ellas. Y luego también guarda, por supuesto, muchísima relación con la violencia sexual que sufren las jóvenes», relata la trabajadora social.
Impensable era hace treinta años que esa violencia de género se iba a dar en terminales móviles. «Para nosotras hace años era un avance hablar de malos tratos. Fuimos nosotras y otras asociaciones las que empezamos a proporcionar esa atención que en otros sitios no tenían. Ahora empezamos a ver esa concienciación y cómo se ha ido institucionalizando toda la atención y protección de las víctimas, pero todavía vemos muchas carencias. Por eso tenemos claro el compromiso firme de donde veamos que algo no se está haciendo bien, lo mostraremos para que eso pueda cambiar», continúa.
Sofía Larrea
Trabajadora social de ADAVASYMT
A pesar de todo, las cifras en el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (VioGen) siguen al alza. En Valladolid, a fecha del 22 de noviembre de este año, son 811 mujeres las que se encuentran con protección, de las que cuatro son consideradas de riesgo. «Aumenta el número de mujeres asesinadas cuando debería estar bajando. Se supone que estamos avanzando, que la sociedad está más concienciada. Hemos visto un aumento del discurso reaccionario en el sentido de negar la violencia de género. Antes no se hablaba tanto o se sentía la gente más cohibida para mostrar públicamente esas posiciones. Ahora es una realidad, sobre todo en redes sociales, y con la gente joven, y no solo la gente joven, se ve que ese discurso de odio hacia las mujeres está ahí. Eso influye al igual que las carencias en la protección de las víctimas», subraya Sofía Larrea, con varios años de experiencia en la asociación.
Por eso completa su discurso con que hay que seguir trabajando para erradicar esta lacra de la sociedad. Desde varios puntos de vista. «El foco hay que ponerlo en el conjunto. La educación es primordial. Vamos a los institutos y hacemos talleres de prevención para educar a las nuevas generaciones. Pero queda mucho por hacer en la protección de las víctimas. Aquí vienen muchas mujeres que lo que me dicen es que no quieren poner denuncia porque su amiga la puso y no la creyeron o se la trató mal por otros motivos. Mientras eso siga pasando y no se tomen medidas para que realmente cuando haya un caso de violencia de género la mujer sea protegida y el agresor salga condenado. Esto último evidentemente dependerá del caso», concluye Larrea.
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