Demuestran que también pueden y deben acceder a los puestos de responsabilidad, que lograron ascender a lo más alto en sus respectivos sectores y se mantienen en el poder pese a las dificultades que han tenido que superar para alcanzarlo. Son cinco vallisoletanas que se ... han enfrentado a oposiciones con menos plazas femeninas que masculinas, que han lidiado con comentarios retrógrados y comportamientos machistas como ejemplos de la punta de un iceberg en el que el poso lleva años estancado. Pero todas ellas tenían un fin: igualarse a los hombres en los puestos de poder de empresas y organismos importantes de sus respectivos sectores.
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Reunidas por El Norte de Castilla en la Plaza Mayor, charlan e intercambian opiniones y puntos de vista con el empoderamiento de la mujer como hilo conductor. María Luisa Segoviano, magistrada del Tribunal Supremo; Julia González, jefa de la Policía Municipal de Valladolid; Inma Vara, propietaria de confiterías Belaria; Juana Gómez, jefa de Personal de Michelin Valladolid y Ángela de Miguel, presidenta de la Confederación Vallisoletana de Empresarios, son las protagonistas de este reportaje. Cinco mujeres que coinciden en la necesidad de animar a las niñas y adolescentes a estudiar carreras técnicas, a adentrarse en mundos tradicionalmente de hombres y a atreverse a optar a puestos confiando en sus capacidades.
«Mi padre era un misógino perdido, como cualquier hombre de su época, y no consideraba que una mujer pudiera salir adelante sola», cuenta Inma Vara, quien incide en la idea de que para introducirse en sectores tradicionalmente de hombres, las mujeres «tenemos que tener claro que podemos llegar a donde queramos, para eso está el feminismo».
Un feminismo que se respira en el despacho de Julia González Calleja a través de varias pulseras moradas con el mensaje 'stop agresiones sexistas', un cartel de la campaña contra la violencia de género y caricaturas suyas. Esta vallisoletana dirige desde hace ocho años la Policía Municipal de Valladolid y asegura que para ascender hasta su actual puesto ha tenido que recorrer un largo camino en el que «las mujeres parecían no tener derecho a ser policías porque era un mundo de hombres».
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Concienciar a las mujeres de que los puestos de poder no están restringidos a los hombres es una tarea que la sociedad debe realizar y María Luisa Segoviano, magistrada, lo defiende desde lo más alto de la carrera judicial siendo la primera mujer en 200 años en presidir una de las cinco Salas del Tribunal Supremo. «Entre todos tenemos que impulsar a la sociedad de forma inexorable hacia la igualdad y hacer ver a las jóvenes que sus conocimientos son necesarios en las empresas». Preside la sala cuarta del Tribunal Superior de Justicia y reconoce que a la hora de dictar las resoluciones se nota la presencia de mujeres, que son cuatro frente a los seis hombres. «Que haya distintas sensibilidades ha llevado a aceptar peticiones que antes se denegaban, como cuando las trabajadoras de Renfe pidieron dejar de llevar falda y no se les permitió, pero años después, la misma sala ya contaba con presencia femenina y se dio la razón a las enfermeras de un hospital privado a las que se ofreció la oportunidad de llevar la bata por considerar sexista y discriminatorio que tuvieran que vestir con falda y cofia», cuenta.
En terreno tradicionalmente de hombres también se mueve Ángela de Miguel, presidenta de la Confederación Vallisoletana de Empresarios, donde asegura sentirse como pez en el agua. Su ascenso no fue fácil porque «supone mucho sacrificio y esfuerzo», pero reconoce sentirse «muy a gusto» al no identificar su trabajo con ningún género. «No siento que mis funciones las pueda hacer de forma diferente un hombre de una mujer, pero considero que he roto el llamado 'techo de cristal' al concienciarme desde joven que una chica puede dar el paso y llegar donde quiera».
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Posiciones de poder que las mujeres pueden ocupar y muchas veces lo desconocen porque, según apunta María Luisa Segoviano, «la sociedad las ha hecho creer eso por el transcurso de los acontecimientos históricamente». Opinión compartida por Juana Gómez, quien apenas lleva un mes a cargo del personal de la planta de Michelin de Valladolid pero tiene claro que «las empresas necesitan presencia femenina y ahora lo demandan más que nunca». Las carreras técnicas cuentan con menor presencia de alumnas y Juana destaca que en las visitas que las clases realizan a la fábrica apenas hay una o dos chicas entre 20 o 25 chicos. Algo de lo que hay que huir porque las responsabilidades en las empresas «no entienden de géneros».
Todas ellas coinciden en la necesidad de desarrollar políticas de conciliación dignas y cuentan sus casos particulares. Inma Vara crió a sus dos hijos mientras mantenía la regencia de su negocio familiar. Julia González se remonta a hace 30 años, la edad de su hijo, y recuerda que le educó con la corresponsabilidad de su marido en el hogar porque «era tarea de los dos». Situación similar a la de Ángela de Miguel, a la que el cuidado de sus hijos no ha frenado su trayectoria. Juana Gómez no es madre pero reconoce que ha tenido que compaginar su labor en las factorías con llevar su casa. María Luisa Segoviano confiesa que su paso por diferentes ciudades le ha llevado a tener una vida agitada.
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Las carreras profesionales de estas cinco mujeres han tocado el techo y ellas consideran haberlo roto, pero para las nuevas generaciones quedan pasos que dar y confían en que se sigan dando.
Julia González lleva ocho años siendo la jefa de la Policía Municipal de Valladolid. Desde que estudió Derecho en la Universidad de valladolid tuvo claro que quería llegar a lo más alto y ha luchado por ello.
Se presentó a las oposiciones con 18 años pero una semana de retraso en la expedición de su carnet de conducir truncó su sueño de acceder al cuerpo. Dos años más tarde pudo hacerlo y aprobó, ocupando una de las ocho plazas que había para mujeres. «Antes era un logro que hubiese ese número de plazas, pero ahora nos damos cuenta de que eran muy pocas», reconoce.
Recuerda sus primeros años en la calle como duros y asegura que más de una vez vivió situaciones machistas. «Un hombre me mandó a fregar en una rotonda y se quedó tan a gusto, y una mujer me reciminó que tuviese trabajo y su hijo estuviese en paro», cuenta. En su trabajo, reconoce que las mujeres estaban relegadas a puestos administrativos, pero ella quiso ascender y fue la primera mujer oficial operativa con equipo, moto y trabajo de calle. «No me discriminaron, pero notaba que muchos compañeros tenían expectación por ver cuánto tardaba en cansarme y meterme en las oficinas».
Su puesto actual lo ocupa con orgullo, pero reconoce que todavía queda mucho por hacer. «El 'techo de cristal' no está roto del todo porque todavía queda el 'suelo pegajoso'. Debemos animar a las niñas y adolescentes a que se interesen por la profesión para que cuando crezcan se presenten a las oposiciones. Si no se ocupan esas plazas continuará la designaldad en la plantilla», explica.
Nacida en Valladolid, Ángela de Miguel ha dedicado su vida a la actividad empresaria. Estudió Derecho y rápidamente se interesó por las asociaciones empresariales, llegando a ser presidenta de los Jóvenes Empresarios. Tras esto, reconoce que ha roto el 'techo de cristal' y que es importante saber que se puede.
«Las mujeres tenemos que tener claro que valemos. Debemos cuidar a las chicas jóvenes y ayudarlas en el acceso a carreras universitarias técnicas porque las empresas las necesitan», asevera. En su puesto actual de presidenta de la Confederación Vallisoletana de Empresarios asegura sentirse cómoda. «No siento que mis funciones las pueda hacer de forma diferente un hombre de una mujer, es algo que no entiende de géneros».
Confía en que la sociedad trabaje más en diversidad para que las niñas no vean el mundo empresarial como un territorio únicamente de hombres. «La presencia femenina en las empresas las hace más competitivas porque la diversidad es fundamental para proporcionar perspectivas y aspectos diferentes y variados frente a los problemas y oportunidades que puedan surgir», remarca.
Ha sido la primera mujer en 200 años en presidir una de las cinco Salas del Tribunal Supremo. Y es de Valladolid, ciudad a la que está muy ligada y a la que vuelve siempre que tiene oportunidad. Su trayectoria profesional ha estado marcada por diferentes ciudades (Barcelona, Bilbao, Palencia, Ávila...) y en su andadura ha tenido que lidiar con ciertas reticencias en torno al liderazgo de una mujer.
«Acceder a puestos de libre designación es algo a lo que las mujeres se tienen que atrever para igualar la balanza, que ahora mismo está desequilibrada porque en la base de la carrera judicial hay más mujeres que hombres pero a medida que se asciende en el poder tiende a disminuir», explica. La razón de por qué ocurre esto la tiene clara: los años en los que se realizan cursos, ponencias y publicaciones para ganar puntos coinciden con la edad media de maternidad.
Acusa, además, la falta de confianza de las mujeres de su sector en sus propios conocimientos y anima a las jóvenes a ser osadas y apostar por sus capacidades para acceder a los puestos de poder. «Tienen que saber que se puede llegar a lo más alto siendo mujer», concluye.
Belaria le llegó de herencia y desde el principio tuvo claro que quería ofrecer lo mejor a los clientes. Sin experiencia en el sector, dedicó sus primeros años al frente de las pastelerías a aprender sobre confitería para llegar al resultado final de las elaboraciones que deseaba. «El no ya lo tenía y más por ser mujer, pero me esforcé por hacer algo diferente y la sociedad vallisoletana lo supo ver».
Natural de Santibañez de Tera, Zamora, estudió Biología en Salamanca y después se asentó en Valladolid. En su trayectoria profesional ha tenido que lidiar con comentarios machistas y con gente que le miraba «como pensando 'dónde irá esta chica'», pero eso no le ha importado y ha seguido adelante. Compaginar su trabajo con ser madre no ha sido todo lo fácil que hubiera deseado y entiende que «ahora los roles de género han cambiado: las mujeres pueden disfrutar de su maternidad y los hombres han aprendido a disfrutar de sus hijos».
El futuro de Belaria estará en manos de sus hijos, que ya han aprendido la profesión, y confía en ellos. «Soy optimista, obviando el contexto histórico en el que nos encontramos, porque los pasos que hemos dado hasta ahora han sido firmes», precisa.
Estudió Ingeniería Técnica Industrial y lleva 20 años trabajando en Michelín. Su paso por distintas fábricas de la marca le ha hecho sentirse «muy a gusto y valorada». En Valladolid es la responsable de Personal de la planta y su trabajo consiste en asegurar la coherencia de las políticas de contratación, formación, acompañamiento del empleado y jubilación.
«Las promociones a los puestos más altos no son cuestión de género, sino de ganas y compromiso, además de tener que poner el talento personal al servicio de la empresa». El mundo en el que se mueve es tradicionalmente de hombres pero Juana hace un llamamiento a las jóvenes para que estudien carreras que les permitan acceder a la cima. «Hay que animarlas a estudiar carreras técnicas porque las empresas necesitan mujeres en todos los rangos y el nivel de demanda es ahora muy elevado».
Lamenta que en las carreras universitarias hay menos presencia femenina incluso que hace años pero confía en que eso cambie «cuando las mujeres se den cuenta que pueden llegar donde quieran sin que nadie les frene».
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