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Una mujer con discapacidad: «Es desesperante no poder subir al bus»Solo quiere que obstáculos que deberían de estar superados dejen de serlo y asegura que «no es una anécdota suelta, es bastante frecuente y me ... impide hacer una vida normal, acudir a clase, con mis amigas... me hace sentirme muy impotente. Es muy humillante ir a coger el autobús y quedarte abajo, en tierra, cuando le falla la rampa y ni siquiera pueden bajarla de forma manual y tienes que esperar al siguiente a ver si hay más suerte».
Sonia Crespo Torres, una mujer de 45 años que vive totalmente dependiente de su silla de ruedas eléctrica, sufre en su día a día «un problema sobre el que he advertido a Auvasa varias veces y he enviado reclamaciones y cartas sin respuestas o con indicaciones de quitarle importancia y no es así». En su último escrito se pregunta «¿Cuántas hojas de reclamaciones hay que poner para subsanar algo que simplemente no funciona?, ¿Qué hay que hacer o cómo hay que hacerlo? Son preguntas que me hago cada vez que me encuentro en una situación de desamparo, desesperación e impotencia frente a los ojos de los ciudadanos que ven que me quedo esperando al próximo autobús porque este, simplemente, no le funciona la rampa de acceso mecánico para mi silla de ruedas eléctrica», describe.
Su reclamación busca «mi total autonomía y normalización» y reivindica que forma parte de la integración el llevar una existencia plena: «Yo también tengo vida y horarios, y llego tarde a los sitios y las citas por esas causas que, en mi opinión, se podrían subsanar haciendo que las rampas mecánicas funcionen correctamente y no se estropeen. Algo que es especialmente un problema –explica– cuando más se necesita como son los días lluviosos, fríos o, cuando más calor hace».
Indica esta mujer con discapacidad, que lleva desde los seis años en silla de ruedas y desde los 16 manejando una eléctrica, que «las pocas veces que me han atendido me han dicho que esto era anecdótico y que las rampas funcionaban perfectamente antes de salir de las cocheras y que, si se estropean, es un hecho aislado».
Y «no solo lo sufro yo. Los chóferes de los autobuses lo pasan realmente mal cuando tienen que dejar a una persona en silla de ruedas en la parada porque la rampa mecánica salió mal de la cochera o no funcionó después. A veces me han mostrado una hoja que llevan ellos mismos al lado del volante en la que pone: 'Rampa averiada, no funciona'. Y así lleva días ahí la nota, no es algo puntual. Si la rampa mecánica de un autobús no funciona lo único que pido es que sea reemplazada en el instante que se detecta por un vehículo que esté en condiciones». «Yo sé –añade– que no les interesa porque en los pequeños, que es donde se puede bajar también de forma manual, cabe menos gente y pierden dinero;pero creo que las personas en sillas de ruedas o con cochecitos y otros problemas de movilidad tenemos derecho también al transporte público en condiciones seguras, además».
A este respecto cuenta Sonia un accidente importante que sufrió por esta causa en septiembre de 2019 y que terminó en los tribunales. Este próximo día 5 de junio se celebrará el juicio.
Recuerda Sonia que aquel 28 de septiembre de 2019, «había quedado con unas amigas y, al pedir que me bajaran la rampa para montar en el autobús, falló y el chófer lo intentó una y otra vez. Entonces el conductor se levantó y me bajó de forma manual la rampa, ese autobús la traía, y me subí. Hasta aquí todo normal. Cuando llegamos a la plaza de España, donde me tenía que bajar, el chófer me dijo que iba a intentar sacar la rampa eléctrica; pero cuando voy a salir de arriba del autobús, al pisar la rampa mecánica con las ruedas delanteras de mi silla, se mete de nuevo cayéndome con la silla a la calzada, al suelo de la calle».
Sonia tuvo que ser traslada a Urgencias al hospital Clínico y luego «permanecí ingresada diez días. El informe forense recoge que la paciente impactó sobre la rodilla izquierda, la región torácica y la cabeza, tanto cráneo como zona facial. Los informes médicos describen un traumatismo cervical, y edema óseo y fracturas trabeculares en fémur y tibia, entre otros. Requirió rehabilitación y no recibió el alta hasta tres meses después.
Tiene Sonia una discapacidad física reconocida del 86% y requiere asistencia personal. Sufre artritis reumatoide desde los cinco años y padeció el síndrome tóxico por aceite de colza a los tres. También tiene acondroplasia con estenosis alta de canal cervical e inestabilidad tratada con descompresión y fijación con tornillos y barra, entre otras dolencias. Por ello, a Sonia le ofende que en la declaración de siniestro de la aseguradora se recoja que «testigos voluntarios alegan que la rampa estaba bien posicionada y que la pasajera emprendió el descenso muy deprisa provocando la caída» y la consideran culpable de su accidente. «A estas alturas me van a decir a mí cómo se lleva una silla y que iba a gran velocidad con una silla de 140 kilos», cuestiona.
Asegura esta estudiante que este no ha sido el único incidente: «He tenido varios, el pasado 20 de abril el último y esta vez era uno de los autobuses nuevos, en Fuente Dorada, volvió a cerrar mal la rampa y me dañó la silla. Fue al ir a montar y puesta de forma manual. Cuando pido las imágenes me dicen que es que las cámaras no funcionaban. Ni ellas ni la rampa», relata.santi
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