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Cartel del mesón La Pequeña, en La Victoria, que cerró sus puertas en 2016. En el círculo, Rafael Nieto San José. Ramón Gómez
Muere Rafael Nieto, un «referente» de la hostelería de La Victoria

Obituario

Muere Rafael Nieto, un «referente» de la hostelería de La Victoria

Puso en marcha La Pequeña, que nació como una diminuta churrería ampliada más tarde a mesón y que cerró sus puertas definitivamente en 2016

E. Esteban

Valladolid

Miércoles, 19 de julio 2023, 00:13

«Era un referente de la hostelería, todo el mundo le conocía en La Victoria», anticipa Julián Nieto San José, en un intento -en vano- por resumir la dilatada trayectoria de su hermano Rafael. Porque casi medio siglo detrás de la barra de La Pequeña -primero como churrería y más tarde como mesón- dan para mucho. «Tantos años en la hostelería, con las horas que se hacen... Tenía cientos de historias que contar», añade.

La vida de «Rafa, el de La Pequeña», como le conocían en el barrio, se apagó el pasado sábado a los 85 años tras una enfermedad. «Era muy conocido, con un carácter afable que hacía que la gente le tuviera mucho cariño», recuerda Julián, al tiempo que destaca lo «atento» que era siempre su hermano mayor. No dejaba nada al azar. Ni un cabo suelto.

Precisamente, la atención que prestaba a cada mínimo detalle le 'permitió' consolidar su negocio hostelero como referente en la zona. «Era muy trabajador, echaba cada día dieciséis horas, y cada vez que entraba por la puerta nos tirábamos encima de él», cuenta su hija Laura (son tres hermanos, Juan Miguel y Rafael los otros dos). En 1955, cuando la Fasa acababa de asentarse en Valladolid, con todo lo que eso conllevaba, Rafa Nieto decidió abrir una churrería en un local al otro lado del Puente Mayor, pegado a la carretera que une Salamanca con Burgos, Francia con Portugal. Las propias características del espacio, de apenas 25 metros cuadrados, le 'ayudaron' a elegir el nombre de un establecimiento hostelero que pronto se convertiría en punto de encuentro para camioneros, mozos de almacén y todo aquel que pasaba por la zona: La Pequeña. «Mira si fue conocido, que a día de hoy lleva el nombre de una parada de la línea de bus Valladolid-Palencia», señala.

El éxito era tal que pronto tuvo que ampliar el negocio y empezar a servir comidas, ya en otro local. «Siempre ha funcionado muy bien», resume Julián Nieto, quien más tarde, entrados los años ochenta, se incorporó a La Pequeña, y allí permanecería hasta 2016, cuando cerró sus puertas de forma definitiva. Desde 2003, cuando Rafael se jubiló, y hasta el momento de bajar la persiana para siempre, llevó las riendas del negocio junto a su mujer, Sol Fermoso.

Ese 'amor' por la hostelería se lo transmitió a su familia. Todos querían ser como Rafael Nieto. «Además de un padre maravilloso fue un buen profesor. Hemos vivido de la hostelería y visto en primera persona lo que es, y gracias a su forma de ser y de trabajar todos hemos querido dedicarnos a ello», admite Laura, mientras destaca las «mil historias» que su progenitor les contaba sobre el día a día en el mesón.

Un «corazón de oro»

Padre de tres hijos, Rafael Nieto deja viuda, cuatro nietos y una bisnieta. Pasar tiempo con su familia, especialmente desde su jubilación, después de una vida 'absorbida' por la hostelería, era su punto débil. «Estaba loco con sus nietos y la bisnieta, y ahora viene otra en camino... Se ha quedado a puntito de conocerla, le hacía mucha ilusión», añade su hija. También le gustaba dar paseos por el Canal de Castilla. «Se iba por las mañanas, no hacía más que andar, y ya por las tardes le gustaba quedarse en casa».

Incide su hija en que pasear con él por La Victoria era «increíble». Todo l mundo le conocía y saludaba. «Era maravilloso», acota Laura, mientras resalta que para ella, su padre era «una maravillosísima persona, con un corazón de oro. Un ídolo para todo, una persona muy grande». «Parecía como el vino: cuantos más años, mejor, hasta que se fue apagando...», continúa.

Era tan solo un chaval cuando mantuvo su primer contacto, que sería definitivo, con el mundo hostelero. Entonces, rememora su hermano Julián, tenía 14 años y se dedicaba a repartir vino por toda Valladolid. «La familia tenía una bodega y le tocó repartir el vino que elaboraban por toda la ciudad; al poco tiempo ya empezaría con la churrería y así se pasó toda la vida», sentencia Julián.

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