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Domicio Cuadrado Matos no era un cura cualquiera. Si desde enero de 2009 una calle en el barrio de San Andrés lleva su nombre, es por méritos más que fundados: además de promover la cultura y la solidaridad y de construir una iglesia de puertas ... abiertas, dinamizó el asociacionismo vecinal e hizo suyas las causas más justas. Hoy, el barrio de San Andrés, de cuya iglesia fue párroco durante más de 50 años, está de luto. Domicio ha muerto este sábado, a doce días de cumplir los 92 años.
Hijo de labradores, nació en El Campillo (Valladolid) el 23 de marzo de 1931. Siete años después, sus padres, Teodosio y Josefa, se trasladaron con su familia numerosa a la capital vallisoletana, concretamente al barrio de San Andrés. Domicio ingresó en el Seminario con apenas 11 años. Allí compatibilizó sus estudios eclesiásticos con los de música en el Conservatorio.
Se ordenó sacerdote en junio de 1954, en una época marcada por el nacionalcatolicismo, pero también por un avance paulatino de los movimientos de autocrítica en el seno de la Iglesia católica. De estos últimos bebería el joven Domicio, que aquel año fue destinado por el arzobispo José García Goldáraz a la parroquia de San Andrés. Aquí permanecería hasta su jubilación, en junio de 2007, es decir, 53 años: «Yo no quería ir allí. Yo soy de la zona y a mí ya me conocía todo el mundo y no me apetecía ser el cura de mi barrio. Al final llegué a un acuerdo. Estaría un año. Si no me gustaba, me marcharía. Se conoce que he estado a gusto», bromeaba en 2004, con motivo de sus bodas de oro en la parroquia.
Era un párroco de ideas avanzadas que en los años 60, en pleno auge del Concilio Vaticano II, pugnaba por abrir las puertas y las ventanas de la Iglesia a los aires más renovadores. Ello significaba distanciarse del compromiso con el Régimen franquista, apostar por separación de la Iglesia y el Estado y aceptar, como un valor acorde con los principios cristianos, la lucha por las libertades democráticas.
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Por eso Domicio formó parte de aquel grupo de curas jóvenes comprometidos con la renovación interna de la Iglesia, donde también destacaban sacerdotes como Millán Santos, Paciano Martínez, Julián Bajo, Miguel Ángel Baz, José Centeno o el mismo José Velicia, fundador de Las Edades del Hombre, sin olvidar a religiosos de no menos énfasis comprometido como Manuel González, Buenaventura Alonso, José Carlos Fernández-Cid, Fernando Suazo, Carmelo García, Gonzalo Blanco y Gonzalo González, entre otros.
Una labor de renovación intraeclesial que también tendría su correlato social: consiliario de Acción Católica durante muchos años, Domicio Cuadrado practicó una pastoral de puertas abiertas y nunca ocultó su solidaridad con los colectivos más ligados a la lucha por las libertades en los años finales del Franquismo, incluidos colectivos de trabajadores en huelga que encontraban en la parroquia un lugar para realizar sus asambleas. Además, su apoyo fue determinante para la creación de la Asociación de Vecinos Caño Argales de San Andrés, que nació y desarrolló sus actividades en los locales parroquiales hasta la construcción del Centro Cívico. «Lo fundamental en la Iglesia son dos fidelidades, al Evangelio y al hombre», sostenía.
Solidaridad, compromiso y amor por la cultura: en 1957, Domicio Cuadrado obtuvo por oposición el Beneficio de Sochantre (cantor) de la catedral, al que renunció en 1976 para dedicarse más plenamente al ministerio parroquial. Poco después fue nombrado profesor de música en el Colegio Diocesano de San Juan de Ávila, al que también renunció ocho años después para dedicarse a las tareas parroquiales. Siempre mantuvo abiertas las puertas de su parroquia a las diferentes agrupaciones musicales y corales de la ciudad y provincia, pero también a otras de ámbito nacional e internacional. A él se debió, además, la restauración, en 1999, del histórico órgano de San Andrés, ejemplar barroco datado en 1784.
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