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Javier Burrieza Sánchez
Valladolid
Viernes, 9 de noviembre 2018
En la tarde del 8 de noviembre fallecía, con casi noventa años, el historiador Bartolomé Bennassar en el Toulouse del que fue catedrático y rector de su Universidad. De la nuestra recibió el 'doctorado honoris causa' por su obra de vanguardia en la percepción de su historia: 'Valladolid en el Siglo de Oro' (1967). Discípulo del gran Fernand Braudel, fue este último el que le propuso para su tesis doctoral el estudio de nuestra ciudad, en su etapa más floreciente, dentro de unas coordenadas de renovación en la metodología de la historia: era lo que se conoce como escuela de los Annales, desde el magisterio anterior de Lucien Febvre y Marc Bloch. Bennassar, con esta obra, desplegó una visión totalizadora sobre el Valladolid del siglo XVI, definiendo a la ciudad de servicios, tan cercana y vinculada a la Corte. Abandonó el tono triunfalista de los oropeles y encontró que, desde ella, se podía emitir un juicio muy significativo y valioso del «destino posterior de España», en este corazón de la Monarquía.
En sus años de investigación, en la década de los cincuenta, Bennassar se encontró con un espacio cotidiano «un tanto pacato y mediocre», como lo definió Jaime Contreras, un Valladolid «somnoliento» al que llegó a amar a pesar de los rigores en la solitaria consulta de sus archivos. Reunió, como subraya Teófanes Egido, un «fondo investigador formidable y con un lenguaje incitante y legible». Los planteamientos que realizó permitían la entrada de temas y problemas nuevos, «desde los infraestructurales del espacio pero sobre todo, las actitudes y las mentalidades de los vallisoletanos», ámbito en el que luego han realizado tantas aportaciones los historiadores de esta Universidad.
Estamos hablando de un hombre del sur de Francia, hijo de un mallorquín emigrante en 1918. Bennassar se confesaba muy mediterráneo, nacido en una familia modesta pero feliz, a pesar de la cruenta Segunda Guerra Mundial. Cuando estudiaba su licenciatura se publicó la obra de quien habría de ser su maestro, el mencionado Braudel, 'El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II', aunque su vocación como historiador y geógrafo habían llegado durante sus estudios de enseñanza media. Para él, ser historiador era el camino para entender el mundo. El historiador busca, no se fija en prejuicios ni en ideas preconcebidas; siempre debe estar receptivo a la sorpresa frente a la hipótesis inicial, manejando documentos no escritos como son los espacios físicos.
Bennassar mantuvo ese contacto cordial, fructífero con la Universidad de Valladolid y el recientemente fallecido Luis Miguel Enciso contribuyó para que así fuese, por ejemplo, desde la prestigiosa Cátedra Felipe II. Quince años se tardó después en traducir su obra, lo que no impidió su influencia y hoy disponemos de sucesivas ediciones del Valladolid de Bennassar traducidas gracias al Ayuntamiento, a Ámbito y a Maxtor. Empecemos o repitamos su lectura —su obra es amplísima— pues es el mejor homenaje para quién llevó a Valladolid en su corazón pero también en su magistral modo de plasmar el sentido de lo histórico.
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