Alejandro Nieto. El Norte

Obituario

Muere Alejandro Nieto, el profesor cabal

Escribió con autoridad sobre derecho y sobre historia, con pluma galana y sobre todo con pluma crítica, ácida a veces, pasándolo todo por el cedazo de su inteligencia

Francisco Sosa Wagner

Catedrático de Derecho Administrativo

Martes, 3 de octubre 2023, 14:33

Escribió con autoridad sobre derecho y sobre historia, con pluma galana y sobre todo con pluma crítica, ácida a veces, pasándolo todo por el cedazo de su inteligencia, rumiando lo que iba a poner por escrito y diciendo lo que pensaba, sin componendas que engañaran ... al lector. Prosa limpia, prosa cuidada y prosa combativa. Alejandro Nieto deja en sus libros recetas para mejor organizar el porvenir. Para organizarlo con honestidad.

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De la Universidad de Göttingen se trajo lo más sólido del pensamiento que allí se fabrica para trasladarlo, despojado de sus severidades, a los estudiosos que hemos ido detrás de él y ofrecérnoslo así liberado de las arideces propias de los sistemas altivos y cerrados.

Un gran profesor que obtiene su primera cátedra en La Laguna, gracias al magisterio fecundo y generoso de García de Enterría, y allí se fue a enseñar y a investigar. Allí congregó discípulos, algunos de los cuales son hoy distinguidos especialistas, para alentarles en sus inicios, también para airearlos en excursiones a las arrogantes montañas de Tenerife, lo más parecido a unos jardines colgantes.

Tenía en el cuerpo una cantidad inextinguible de broma. Contaba sucedidos con gracia que él adornaba con detalles nuevos en cada ocasión. Más que describir lances y personajes, los tallaba con el verbo de sus frases hilarantes. Hay muchos tipos de humor, el de Nieto era un humor estilizado por el adjetivo y la expresividad, un humor salpimentado por sus imágenes caústicas y su verso libre de mordaz conversador y de rebelde provocador.

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Quien quiera leer libros en que se mezclan el rigor jurídico y la minucia de la observación aguda debe leer «Bienes comunales», «La Burocracia» o el inmenso «Derecho Administrativo sancionador». Y no dejar en el cajón las cartas que se contienen en «El Derecho y el revés» cursadas con Tomás Ramón Fernández.

Nieto es quien más tempranamente empieza a ver los desconchones de la España democrática y por eso sufrió persecución por parte de personajes que llevan hoy falsa careta de progresistas. Ahí están «La organización del desgobierno» , «España en astillas», «Corrupción en la España democrática», «Balada de la Ley y el Derecho» y «El desgobierno judicial».

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Para juristas versados pero igualmente para estudiantes son recomendables «Crítica de la razón jurídica», «Testimonios de un jurista 1930-2017» o «Una introducción al Derecho» donde podemos leer: «en estas páginas se ofrece algo distinto y aun contrario, en lugar de certidumbre, dudas; mera plausibilidad en lugar de verdades absolutas; hipótesis y no tesis; negaciones más que afirmaciones; inquietudes y no tranquilizantes; sembrar la desconfianza y sospechar de todo; no recibir nada sin pasarlo por la aduana de la crítica propia; no recibir herencias sino ganarlo todo con un esfuerzo personal».

Para estudiosos de la Historia son imprescindibles «Los primeros pasos del Estado Constitucional», «La rebelión militar de la Generalidad de Cataluña contra la República» , «Responsabilidad ministerial en la época isabelina» . Y un libro entrañable para él: «Tariego de Riopisuerga. Microhistoria de una villa castellana» con María del Carmen Nieto. Y así podríamos seguir hasta llenar un voluminoso cuaderno.

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En Tariego del Cerrato y en el Canal de Castilla solía burlar los despropósitos de la humanidad gozando de los azules de un cielo, juguete de luces, mientras él ejercía de monje que ora y medita en las soledades. En fin, como testamento de un genio recomendamos «El mundo visto a los noventa años» donde deja escrito: «creemos estar en un laberinto y lo que sucede es que andamos con los ojos cerrados o, peor aún, con ellos tapados por una erudición estéril».

Un gran prosista con una gracia lúcida y diabólica, un porte de gran señor provinciano y lugareño que nació en Valladolid en 1930, fue funcionario del ministerio de Agricultura, ocupó cátedras en Canarias, Barcelona y Madrid, la presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1980-1983), ganó el premio nacional de ensayo (1997) y ocupó un sillón en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas donde sus intervenciones dejan una huella preciada y profunda.

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Descanse en paz.

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