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Hasta 30 minutos de retraso por la huelga de Auvasa: «Andando habría llegado antes»Con un folio de tamaño A3 en el parabrisas que indica 'servicios mínimos' llega un bus a la parada de la calle Embajadores. La docena de personas que aguardan en la marquesina respiran aliviados pensando que «por fin», después de la espera provocada por la ... huelga de trabajadores de Auvasa, van a poder poner rumbo a su destino. Sin embargo, el indicador de 'sin servicio' en el panel luminoso del vehículo trunca sus esperanzas.
«Esto es una vergüenza», espeta una señora a un conductor que no llegó a abrir la puerta. Detrás otro vehículo de la línea 9 alivia la mitad de los usuarios que esperaban impacientes. Los que todavía continúan esperando al C1 lamentan que llevan en la misma situación «más de media hora», afirmación a la que otra mujer replica indicando que ella había «salido una hora antes de casa para poder llegar a las 12:00 al barrio de La Victoria y andando habría llegado antes», a la par que se quejaba de que el anterior bus no «abriera la puerta porque no quería».
«Llegan a un punto en que es casi indignante», exclaman las dos mujeres casi al unísono mientras, como si de telepatía se tratase, llegan a la conclusión de que «para ir al centro mejor andando, se tarda menos».
Los paneles informativos de las marquesinas señalan las líneas con el distintivo de '++', ese que indica que al bus, como mínimo, le quedan más de treinta minutos. Cuando cambia de pantalla, la información disponible señala: 'solo existen servicios mínimos, consultar los datos en la web'. En la página 'on line' o aplicaciones de mapas el rojo toma la pantalla; las diferentes líneas presentan retrasos de entre 15 y 20 minutos.
Una parada bastante concurrida por su proximidad a la Escuela Oficial de Idiomas, centro al que se dirige Esperanza casi con la lengua fuera porque «pensaba que no llegaba». En la puerta, repasando las lecciones de francés aprendidas el día antes, esperan sus amigas, a las que Esperanza interrumpe para señalar que «el bus llevaba mucho retraso, el panel ha pasado de un minuto a diez de repente».
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Unos metros más adelante, en la plaza del Carmen, se baja del C1 Margarita, que tiene que hacer transbordo al 9. Margarita explica que hace este recorrido todos los días y que normalmente en el barrio de las Delicias no tiene que esperar más de 4 minutos, pero hoy el letrero no indica el tiempo de espera y «se teme lo peor».
En la avenida de Segovia, Andrés Pérez relata sorprendido que acaba de bajarse del 6 y no ha tenido ningún problema: «Ha llegado en hora y no iba muy concurrido, aunque entiendo que esto va por rachas, igual si cojo el siguiente todavía estaba en el centro». Una afirmación que confirma Roberto, un jubilado que ha «bajado al centro a hacer unas compras» y que para ir asegura no haber tenido «ningún problema», sin embargo, para volver «la situación está más complicada».
Al otro lado de las vías, en el Paseo de Zorrilla, la situación es la misma aunque si cabe algo más complicada por la cantidad de líneas y transbordos que acogen esas paradas. Frente a El Corte Inglés, Julia Medina, una mujer de sesenta años con la cara compungida por la espera, asegura que no le importa esperar porque «no tiene prisa ni nada que hacer» pero está segura que a quien deba a ir algún sitio, bien por trabajo o por estudios, esta situación «no le hará nada de gracia». Julia, que ha visto como las líneas C2, 2 y 1 ya han pasado hasta «en dos ocasiones», relata que su bus no termina de llegar: «Si me hubiera ido andando habría tardado menos, igual ya estaba en casa, pero tampoco me apetecía meterme la caminata».
En el antiguo matadero, Jacinto asegura estar a favor de la huelga y entiende que «moleste», es más, considera que si «algo así, cuando se reivindican derechos, no molesta, no sirve de nada porque no te va a hacer caso quien debe tener la cara colorada con esta situación». Ainara, una estudiante de la Facultad de Comercio, encuentra precisamente en otro de los servicios de Auvasa su solución. Mientras desencaja del exterior del LAVA una 'biki', explica que «gracias a Dios» sacó el bono hace un mes y que ya le ha sacado «de algún que otro apuro en estos treinta días». Una solución completamente distinta a la tomada por un hombre unos metros más adelante, quien cansado de esperar, con los hombros encogidos y resoplando, expresa en voz alta: «me marcho a mi casa, ya iré mañana».
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