Una clase de matemáticas aplicando el método Singapur, en el colegio Amor de Dios de Valladolid. José C. Castillo

Valladolid

La metodología educativa que hace que las 'mates' molen

El método Singapur utiliza la manipulación de objetos para luego enseñar a calcular de manera abstracta

Sergio García

Valladolid

Sábado, 23 de diciembre 2023

Cuando un profesor entra en una clase de Primaria y pregunta «¿a quién le gustan las matemáticas?», lo último que espera escuchar es una ovación. Quizá por prejuicios o por experiencia propia, de manera tradicional siempre ha sido la asignatura más denostada, la más difícil, incluso el coco. No hay registro, pero es probable que los profesores que supuestamente tenían manía tras un suspenso (o esa era la mítica excusa) fueran siempre los de matemáticas. Ahora la situación ha cambiado. Los niños esperan con ansia que llegue la hora de aprender a calcular y resolver problemas. «Dicen que ya son como los mayores, que saben cosas más difíciles y están aprendiendo a dividir», expresa José Antonio Mantero, uno de los abuelos cuyo nieto estudia en el colegio Amor de Dios de Valladolid. El centro implementa desde hace cuatro años el método Singapur, una metodología que ha llevado al país asiático a liderar el informe PISA en varias ocasiones, este año Castilla y León se sitúa a 76 puntos de distancia en el área de matemáticas.

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«Es una forma de enseñar que favorece la comprensión. Significa dotar a los alumnos de herramientas que les permitan aprender lo que están haciendo. Lo contrario a un aprendizaje memorístico», explica Edi de Pablos, coordinadora de innovación y calidad del colegio. Singapur se organiza en tres fases educativas: explorar, aprender y practicar. «Primero se presenta un problema en un reto de la vida cotidiana y se piden diferentes formas de resolverlo. Las ideas se ponen en común y el profesor conduce al alumno con preguntas guía. Después analizan las estrategias que han aprendido ese día y luego, en función del nivel de cada uno, se enfrentan a la tarea con sus herramientas», añade.

Tres fases Explorar, aprender y practicar

Las claves del método Singapur, que comienza con la manipulación de objetos y termina en números abstractos.

En función de la etapa educativa, los problemas se complican y se añaden nuevos cálculos. La primera etapa es una de las partes más diferenciadoras de la metodología. Aquí, los niños aprenden a través de la manipulación con objetos. Ejemplo práctico mostrado en clase: los alumnos deben calcular cuántas cestas necesitará Inés si quiere colocar dos manzanas en cada una y tiene ocho frutas. La profesora reparte varios cubos entre los alumnos y dos círculos hechos con cartulina que hacen las veces de cesta. Y a calcular. «Es muy difícil enfrentar a un niño directamente a una operación matemática sin haber visto esta parte. Aprenden primero de una forma más lúdica y funcional y para nosotros enseñarles también es más sencillo», explica Andrea Domínguez, profesora en el colegio. El método comienza así hasta que al final se hace de forma abstracta, sin usar objetos, una vez que los niños ya han interiorizado el cálculo.

Ramón González y Josefa Vallecillo son abuelos de un alumno de segundo de Primaria que acaba de resolver el problema. «Hacen la cuenta en un periquete. Lo que más llama la atención es la forma de resolver. Comprenden, que es lo más importante y eso les motiva a aprender más», coinciden.

Dos alumnos de 2º de Primaria del centro Amor de Dios resuelven un problema matemático con objetos. Detrás, con un abrigo negro y un jersey granate, Josefa y Ramón observan a su nieto. José C. Castillo

La resolución del problema va más allá de llegar a un número y apuntarlo en un cuaderno. En el aula también cuentan con robots que les ayudan a concretar la solución de una forma diferente. Sobre el suelo de la clase tienen colocado un tapete con números del uno al nueve y encima colocan este pequeño aparato con luz. Tocar unos simples botones hace que el robot se desplace hasta el número deseado, el de la respuesta. En este caso llegará hasta el cuatro, por el número de cestas. «La base es que comprendan lo que hacen y que lo sepan comunicar. Es muy importante que luego cuenten en casa qué han trabajado en clase y que lo pongan en común con los compañeros. Por eso el trabajo cooperativo es clave para que el aprendizaje se fortalezca», expresa la coordinadora del centro.

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Además de estos códigos, que se aplican en los inicios de la enseñanza de Primaria, otra de las posibilidades educativas de esta metodología radica en descomponer en decenas para que las operaciones sean más directas. Y esto significa que los pequeños muchas veces llegan al mismo resultado a través de diferentes caminos. El ejercicio de clase es dividir 483 entre 5. Para ello, descomponen el número en 480 y 3 y es el momento de calcular. Pero no todos siguen este orden. Es el caso de Lucas, un alumno de cuarto de Primaria que ha descompuesto el número entre 400 y 83. Y aquí, como se dice en la clase de matemáticas, el orden de los factores no altera el producto. «Intentamos que los niños vean la lección como algo práctico y visual. Que no usen la memoria, sino la lógica y eso hace que los alumnos obtengan el mismo resultado por diversos cauces», explica Sergio del Campo, profesor de este curso.

Los alumnos orientan al robot, que tiene unos botones de dirección con memoria integrados, para llegar hasta la respuesta del problema. José C. Castillo

El centro implantó la metodología hace cuatro años, de manera progresiva y desde primero de Primaria, de manera que en este curso ya ha alcanzado el cuarto curso del ciclo. Antes de comenzar con ello, los docentes del centro estuvieron inmersos en una formación de tres años enfocada en la metodología Singapur. «Todos los profesores de Primaria la han estudiado antes de aplicarla. Para enseñarlo en clase y en refuerzo cuando sea necesario», explica De Pablos. Y la implantación ha dado sus resultados, tanto académicos como emocionales. «Notamos que los alumnos están más motivados, comprenden lo que hacen y les encanta partir del material manipulativo. Están deseando que llegue la clase de matemáticas y eso también lo notan los profesores. Ven que es un método donde los alumnos aprenden y las clases son más didácticas», añade la coordinadora.

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Quizá eso es lo más complicado, conseguir que los niños se interesen por una asignatura que tradicionalmente ha sido la última que se elige cuando había que hacer los deberes. Y si no, que se lo pregunten a ellos. «Me gustan porque son muy divertidas y tenemos muchos retos», reconoce Adrián, uno de los alumnos del centro.

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